Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de septiembre de 2011 Num: 864

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Dakar
Francisco Martínez Negrete

Las fuentes Wallace
Vilma Fuentes

Mayúsculo que
es minúsculo

Emiliano Becerril Silva

De formato mayor
Juan G. Puga entrevista
con Pablo Martínez

Ricardo Martínez,
un proceso creativo

Ricardo Martínez
nos observa

Juan G. Puga

El error cultural y las facultades musicales
Julio Mendívil

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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El 12 y 13 de julio del presente año se llevaron a cabo, respectivamente, la preinauguración y la inauguración de una exposición que presenta la obra de Ricardo Martínez en el Museo de la Ciudad de México (MCM). La muestra abarca desde los inicios del pintor hasta su fallecimiento, e incluye obras no exhibidas anteriormente, así como bocetos, fotografías y una colección de piezas prehispánicas ahora pertenecientes al INAH. Al evento asistieron el Lic. Marcelo Ebrard Casaubón, gobernador del DF; la Lic. Elena Cepeda, secretaria de Cultura del DF; la Lic. Cristina Faesler Bremen, directora del Museo de la Ciudad de México, amigos y familiares del pintor y personalidades de la cultura de México. Esta exposición representa un homenaje póstumo al pintor fallecido en enero de 2009 y es la primera que se realiza después de la exposición titulada Obra reciente, que se llevó a cabo en el Palacio de las Bellas Artes en 1994. El esfuerzo es resultado de una labor de promoción y difusión realizada por la Fundación Ricardo Martínez, misma que es dirigida por Ricardo, Zarina y Pablo Martínez Lacy, hijos del artista.
Este último habla aquí acerca de la Fundación Ricardo Martínez, cuyo propósito es preservar y promover la obra de su padre.

De formato mayor

entrevista con Pablo Martínez

Juan G. Puga

-A la muerte de mi padre, se planteó la posibilidad de mantener en conjunto la obra que nos heredó; también nos percatamos de la necesidad de dar sentido y proyección a esta obra como parte de la concreción del proyecto para el Centro Cultural Ricardo Martínez. Debemos estar perfectamente organizados para poder obtener recursos e integrar un frente unido y así poder negociar con otras instancias, gubernamentales o privadas, de manera conjunta. Por ello, es importante no dejar en el aire el archivo que maneja la fundación, pues no es deseable que esta colección se disperse o se venda separadamente y termine en la casa de algún coleccionista privado, lo cual impediría que fuera conocida por un amplio público. Tener este importante stock de obras que pertenece a los hermanos que estamos vivos, nos permite negociar con distintas instancias, como sucedió recientemente tras la inauguración que se llevó a cabo en el MCM. Allí nos dimos cuenta de que algo que debemos aprovechar es nuestra relación o nuestro conocimiento de los diferentes coleccionistas (aunque no de todos, sí de un gran número). Así, pues, el objetivo de la Fundación es dar un sentido al legado de mi padre y, sobre todo, impedir que se disperse la obra que posiblemente es una de las más importantes en términos numéricos. Mi padre hizo en vida cerca de mil ochocientos cuadros y nosotros tenemos aproximadamente setenta. No hay ningún coleccionista, que yo conozca, que tenga más de diez, que es un buen número, pues son cuadros grandes, de varios metros, lo cual resulta en una obra exigente por los espacios que requiere para su exhibición. Hay coleccionistas que han mandado modificar sus casas para poder colocar las obras, pues son cuadros muy grandes. Eso nos hizo pensar en conseguir un espacio que pudiera albergar la obra para poder hacer posible todo este proyecto.

–Además de ustedes tres ¿quién más apoya a la fundación?

–Tenemos un grupo de amigos que conforman la Sociedad de Amigos de Ricardo Martínez, donde hay abogados, arquitectos, coleccionistas, amigos de la familia, amigos en general, que de una u otra manera apoyan con una motivación común. En un principio había cierta reticencia que se ha ido transformado en interés de coleccionistas particulares por exponer los cuadros de su propiedad, al grado de que tuvimos que establecer una fecha límite para la recepción de obras después de la cual ya no pudimos aceptar más, porque, además de que son trámites complejos, el espacio necesario excedería los mil 200 m2 de muros y ya no habría cupo para más, pues la colección exhibida consta de más de 120 cuadros. Quienes nos han ayudado mucho son Dabi Xavier Hernández, que representa la parte ejecutiva, y Mauro Castillo, que trabajaba con mi padre y ahora nos ayuda en la Fundación.

–¿Quién se encargó de la organización de la exposición?

–Ha sido trabajo de varios de nosotros, de la Fundación y del personal del MCM, en especial de Cristina Faesler, que es la directora y ha coordinado los trabajos, así como de personas allegadas, como el curador José Valtierra y Mauricio Martín, entre otros. Se está elaborando un catálogo de la exposición que aparecerá más adelante y que incluye textos de Ernesto Lumbreras, Jaime Moreno Villarreal, Miriam Moscona y Eric Castillo; también se están celebrando pláticas y mesas redondas en torno a la obra. El catálogo es importante, pues su aparición dará nuevo impulso a la exposición y representará un testimonio de su realización.

–¿Qué comentarios ha generado la exposición?

–En su mayoría han sido positivos, con sus excepciones, claro. Alguien cuestionó, durante una entrevista con Cristina Faesler, el porqué de poner a un pintor que no era de Ciudad de México, a lo que Cristina respondió que la exposición se debía a la importancia de la obra y no al lugar de nacimiento del pintor, pues es parte de un movimiento cultural más amplio. Además, Ricardo Martínez sí nació en Ciudad de México, en la colonia Roma. En su obra se reconoce un estilo muy propio y características como un nacionalismo muy original reflejado en los rasgos indígenas de sus figuras, que se combina con un gran erotismo, lo cual aporta a sus cuadros una proyección energética muy fuerte; son cuadros imponentes, como El brujo, y los que se encuentran en esa sala que yo bauticé como Sala mística. Cuando se escogió la imagen para el cartel promocional que se exhibe en el Metro, yo escogí La pareja, un cuadro de dos figuras que se besan, pero Cristina Faesler eligió uno aparentemente inocente; es un cuadro de una figura que sostiene a un niño. Creo que lo importante es esta capacidad de mi padre de despertar distintos sentimientos y emociones, aunque para ciertos gustos algunos de sus cuadros resulten un tanto provocativos.

–Hay varios cuadros desconocidos, ¿cuáles son?


Fotos: Fundación Ricardo Martínez

–Son cuadros creados durante los últimos diez años de vida de mi padre, que ni siquiera habían salido de la casa. Es una etapa interesante que abarca a partir del año en que murió mi madre, en 2001, hasta 2009, el año en que murió él. Es también una etapa muy productiva, que algunos han llamado “envejecimiento exitoso”, porque, independientemente del gran creador que fue (durante su cúspide pintó en formatos de 2x3 m. muy imponentes y muy buenos), mi papá se mantuvo activo y afortunadamente en pleno goce de sus capacidades, lo que le permitió retomar algunos temas de antaño desde una perspectiva mucho más madura, más humana, más tierna. Pintó “con el corazón en la mano”; se disolvió esa cierta frialdad que tenía en la cúspide de su creatividad y volvemos a ver a sus perros, sus fumadores y figuras un tanto olvidadas. Se planeaba exponer esta colección en el Colegio de San Ildefonso o en el Palacio del Arzobispado, pero por cuestiones de cambios de gobierno, tanto federal como local, no se concretó nada. Hay un cuadro en especial que es una figura en negro con un fondo amarillo que se encuentra en la última sala, y que, para quienes no frecuentaban mucho el taller de mi padre, puede resultar incompleto. Lo cierto es que no lo terminó por su repentino fallecimiento. Sin embargo, esa pintura fue solicitada precisamente por esta razón.

–Háblanos del cuadro La Llorona.

–La Llorona es un cuadro realizado en 2005, en el cual es evidente que mi padre retoma antiguos valores y los plasma de una manera tierna y humana; es un momento en el que parece volver a descubrir muchas cosas sobre sí mismo.

–¿Cuánto tiempo les llevó reunir la obra y organizar esta exposición?

–Hemos estado trabajando desde finales del año pasado; se comenzó con la idea de una exposición, que en un principio fue rechazada por mis hermanos porque sabían de la dificultad de encontrar el espacio requerido. Existía ya una propuesta de realizarla en Tlatelolco, en el Centro Cultural Universitario, y fue por ese entonces que recibí la llamada de Cristina Faesler, quien me citó para platicar sobre la posibilidad de presentarla en el Museo; al ver los espacios, me parecieron impresionantes, aunque creo que lo que significó un factor crucial fue el gran entusiasmo demostrado por las autoridades del Museo de la Ciudad de México, empezando por Cristina. Esto lo digo porque la donación de La gran Venus a la Universidad de México no resultó fácil, pues no fue sino hasta después de varios intentos por hablar con el rector que pudimos obtener una respuesta, y esto porque mi hermana Zarina y una de mis primas, Amelia Martínez, se lo encontraron en el aeropuerto de Ciudad de México; fue entonces que se consiguió la cita y se procedió a hacer la donación.

–¿A qué atribuyes el desinterés de la UNAM?

–Reconozco que es una de las instituciones más importantes o la más importante de México. Pero en mi opinión, en la UNAM no hay vocación pictórica; hay vocación por supuesto académica, musical, deportiva, pero no se ha desarrollado plenamente el interés por la pintura y la plástica. Aclaro que esto es una percepción mía, posiblemente la UNAM también es una gran institución en ese sentido, pero mi impresión es de falta de interés. Fue por ello que al hablar con mis hermanos decidimos que debíamos irnos con quienes sí querían hacer la exposición. Además, los espacios en el MCM eran muy buenos y generosos; estamos agradecidos por la intervención de mi primo Francisco de Hoyos, quien nos ha ayudado mucho en cuestiones de consejería, pues nosotros no sabíamos mucho de cómo organizar una exposición.

–¿Qué tanto se ha avanzado en la creación del Centro Cultural Ricardo Martínez?

–Hemos estado ocupados con la exposición y no hemos establecido pláticas hasta ahora, seguramente más adelante lo vamos a hacer.

–¿Quién va a financiarlo?


Aspecto de la exposición en el Museo de la
Ciudad de México

–Bueno, una de las propuestas es hacer un fideicomiso entre varias fundaciones; además de la de Ricardo Martínez con la de Ciudad de México, por ejemplo, y hacer un fideicomiso que reciba en comodato el inmueble que era el antiguo cine Variedades, que está en la Av. Juárez, y a partir de ahí generar recursos; es un proyecto muy complejo y no está nada fácil, rebasa a la Fundación en términos de los recursos humanos y financieros que requiere un proyecto de este tipo. Al parecer, hay mucho interés de muchos pintores y distintos grupos, y pues habrá que negociarlo y darle viabilidad económica en el sentido de que pueda ser autosustentable; habrá que pensar en algunas estrategias para generar fondos, como un restaurante, una cafetería, una tienda, una serie de recursos que permitan este mantenimiento. No está tan fácil, pero tampoco es imposible.

–¿La Fundación tiene recursos propios?

–No, no contamos con ningún recurso; nosotros sólo ponemos la obra; es una organización sin fines de lucro.

–¿Ha aumentado el valor de los cuadros?

–Varía. Hace poco se subastó uno en Nueva York; es un formato no muy grande. Su precio se disparó hasta los ciento cincuenta mil dólares.

–Había el proyecto de una exposición itinerante, ¿qué ha pasado con ello?

–Es una de las propuestas, no se ha concretado nada. Creemos que con este evento tenemos para rato; habría que pensarlo muy bien. Tenemos que reunirnos los hermanos para discutir bien hacia dónde queremos ir y cómo lograrlo. Por lo pronto, vamos bien, ya el año anterior se donó La gran Venus a la UNAM (que se encuentra en la colección Blaisten en el Centro Cultural Tlatelolco), y ahora esta exposición que es posiblemente la más importante después de la que se hizo en Bellas Artes, en 1994.