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Narcoviolencia
Vigilancia federal no frena las ejecuciones en Guerrero

Zonas ricas sí son seguras: el luchador social Bertoldo Martínez

Enviado
Periódico La Jornada
Viernes 30 de septiembre de 2011, p. 4

Acapulco, Gro. El hombre se sienta contra la pared y mira todo el tiempo de reojo lo que pasa en la calle. Tras hora y media de charla, entre una cucharada y otra de gelatina, suelta: Es el octavo. Y sí, por la Costera Miguel Alemán, la avenida emblemática de Acapulco, la de bares, antros y hoteles al por mayor, en sólo 90 minutos han pasado ocho convoyes de todas las policías, de la Marina y el Ejército, todos cargados de hombres encapuchados y con las armas listas.

El hombre que come gelatina es Bertoldo Martínez Cruz, médico y viejo luchador social guerrerense, preso entre 1997 y 2000 acusado de ser comandante del Ejército Popular Revolucionario, hoy dirigente social y perredista.

Bertoldo Martínez está en la lista de Amnistía Internacional y otros organismos de derechos humanos, como víctima de tortura. Es paradójico que hable de esas épocas con cierta nostalgia: Me hice en tiempos que eran difíciles, bajo el figueroísmo, pero entonces sabías quién era el enemigo. Ahora el problema es que no se sabe.

Bertoldo lo comprobó hace dos meses en la Autopista del Sol, cuando le tocó un atraco como los que han sufrido muchos viajeros.

–Veníamos de Iguala a Chilpancingo como a la una de la mañana. Se nos cerraron tres camionetas y nos bajaron a punta de culatazos. Nos interrogaron entre insultos. ¿A qué te dedicas?, preguntaron. Soy médico, dije. Ya cuando nos iban a dejar ir, el tipo que me tenía encañonado preguntó al que parecía el jefe: ¿Qué hago? Déjalo, es médico. ¿Pero qué ha- go?, volvió a preguntar el chamaco. Me quería matar.

–Le vio ganas de hacerlo.

–Sí, ahorita todo está contaminado. En Guerrero se vive con miedo, con mucha desconfianza. Hay miedo de opinar, de que te topes con ellos y te maten por puro gusto.

El paraíso nocturno duerme temprano

Las mujeres están bien agradecidas, porque a las nueve de la noche todos los hombres ya están en casa, afirma Bertoldo Martínez, queriendo sacar risa de la tragedia.

Sinónimo de vida nocturna, discotecas y antros al por mayor, Acapulco ha perdido hasta las noches de La Quebrada, famosas entre los jóvenes para beber y echar novio. En el reciente puente patrio, sólo uno de los famosos antros de la playa Condesa estaba lleno: porque tiene aire acondicionado y estaba a punto de comenzar la pelea de box. Los demás se peleaban la escasa clientela.

Hace pocos días, un supermercado famoso por abrir sus puertas toda la noche, en la zona de la Costera, anunció su cierre a las 23 horas. La cereza en el pastel del miedo, porque el recorte de horarios ha sido general. Las preparatorias y universidades sacan a sus alumnos de los horarios vespertinos y nocturnos una o dos horas antes. Los templos han cancelado las actividades nocturnas.

Carreño, el del manual, podría estar contento, porque los grupos de sicarios que se disputan la plaza han logrado, efecto colateral, terminar con las mentadas de madre.

Si un carro se te pega atrás, mejor le das el paso, y eso que aquí somos atrabancados para manejar, afirma un acapulqueño que cambió su camioneta por un Tsurito para no dar tentaciones.

Hay, sin embargo, partes de Acapulco donde el panorama es distinto. Los crímenes se concentran en la Costera y, sobre todo, en las zonas populares. Pero los sitios donde vacacionan o viven los más ricos, como Acapulco Diamante y Pichilingue, están muy seguros, agrega Bertoldo Martínez.

Allá los militares son como vigilantes de caseta, allá no pasa nada, confirma un avezado periodista.

Por esa razón, al arrancar el pasado fin de semana largo, la ocupación hotelera mostraba esas realidades distintas: en la zona Diamante la ocupación era de 79 por ciento, en la zona Dorada de 60 y en el Acapulco tradicional de apenas 35.6.

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Policías federales revisan el lugar donde fue asesinado un comerciante informal, el domingo pasado en AcapulcoFoto Xinhua

Recuento del horror

¿Cuándo se jodió Acapulco?

Bertoldo Martínez responde con una pregunta: “¿Cuándo se jodió México? Cuando soltaron a El Chapo” (en el penal de Puente Grande, Martínez fue compañero de sección de Joaquín Guzmán Loera).

El cura Jesús Mendoza dice que el punto de arranque fue la famosa balacera en la colonia La Garita, en enero de 2006: 40 minutos de balazos, granadas incluidas, entre delincuentes y policías en un episodio poco esclarecido.

Otros dicen que fue un día antes de la elección de Zeferino Torreblanca como gobernador, en febrero de 2005, cuando grupos armados atacaron dos puestos policiacos.

Se pide a perspicaces colegas de Acapulco que hagan un ejercicio de memoria, que mencionen los hechos emblemáticos. “El top ten”, dice uno. Pero la lista crece a 15, a 20, no para.

En los primeros lugares de la lista está la aparición, en abril de 2006, de las cabezas de Mario Núñez Magaña y Alberto Ibarra Velásquez, policías municipales, clavadas en una reja afuera de oficinas administrativas del gobierno estatal y acompañadas del letrero: Para que aprendan a respetar. Ambos participaron en la balacera de La Garita.

Desde entonces, los cuerpos mutilados y desollados en espacios públicos se volvieron parte del escenario habitual del puerto, hasta llegar al arranque de este año. El 8 de enero, 15 cadáveres decapitados son tirados frente a la plaza Sendero.

El año pasado, uno de los hechos más difundidos fue el levantón de 20 turistas michoacanos en el fraccionamiento Costa Azul, a cuyo templo católico suele acudir Margarita Zavala, esposa del presidente Felipe Calderón, cuando visita el puerto.

Las balaceras y ejecuciones son el pan cotidiano. El 7 de febrero de 2007, por ejemplo, ocho hombres armados matan, y presuntamente videograban, los asesinatos de cuatro policías ministeriales, dos secretarias y un agente del Ministerio Público en Ciudad Renacimiento y la colonia Zapata, justo donde más maestros han parado labores.

A principios de junio de 2009, la zona de Caleta se vuelve escenario de guerra. Elementos del Ejército y la Policía Federal se enfrentan a sicarios durante casi cuatro horas. Hay tiros y granadazos.

También en la zona donde han suspendido labores los maestros, pero en marzo de este año, grupos de sicarios atacan varias viviendas y pequeños negocios. En una casa resultan con heridas Beatriz Villa Benítez y su bebé de 20 días de nacido. En otra, son encontrados los cuerpos de Carmela Benítez García, de 70 años de edad, quien muere protegiendo a los niños Juan Daniel Villa Benítez y Juan Uriel Luna Villa, de seis y dos años.

Un mes más tarde son asesinadas cinco mujeres que trabajaban en una estética en la zona centro.

El recuento del horror incluye el asesinato, en abril de 2007, del periodista Amado Ramírez, corresponsal de Televisa, y la desaparición, en junio pasado, de Marco Antonio López Ortiz, jefe de información de la versión local de Novedades.

¿Todo comenzó en La Garita? Los acapulqueños no se ponen de acuerdo, pero es seguro que ahí sigue y no ha terminado. Apenas este martes un grupo de hombres armados arrojó un huacal en las calles de La Garita. Dentro, un costal con cinco cabezas humanas.

Lo dice con crudeza el empresario Fernando Álvarez: secuestros siempre ha habido, las muertes no afectan, lo que es novedad es la barbarie.