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Tumbando Caña

La mejor noche de El Cigala en México

A

compañado de por grupo de músicos en el que cada quien sabe su papel y cada uno destaca por su precisión, destreza y sensibilidad musical, Diego El Cigala llevó a cabo la noche del pasado miércoles, en el Auditorio Nacional, uno de los mejores conciertos que le hayamos escuchado. Sin regateos ni falsas posturas se entregó con hondura y pasión desde el primer tema.

El Cigala hizo de la noche la gran noche. Pocas veces se le ha visto tan entregado y conmovido, tan seguro y tan gitano como en esta ocasión. Parecía que estaba en una reunión con viejos amigos, a quienes no se ha visto por largo tiempo. Los gritos de ¡te queremos Diego, te queremos!, ¡eres único!, ¡maestro! y ¡faraón! correspondieron el afecto. Diego fingía no escuchar. Concentrado en su cante prendía ánimos con intensas versiones a tangos y canciones clásicas argentinas, el eje del concierto.

Arrancó con Garganta con arena, de Cacho Castaña. Antes, nos había dicho: “Este fue el primer tango que escuché, me enganchó y, de alguna manera, me llevó a lo que hago ahora (…) Canto el tango a mi aire, pero respetándolo a lo máximo. En ningún momento he pretendido asumirme como un Gardel; pero me expreso con la hondura con la que creo se debe expresar el tango”. Soledad, Nostalgia, Tomo y obligo, Sus ojos se cerraron, El día que me quieras, Niebla del riachuelo, Alfonsina y el mar y Youcali continuaron incendiando la noche.

El público no dejaba de ovacionar y de pedir los éxitos conocidos. El Cigala correspondió, y vinieron Corazón loco, La bien pagá, Lágrimas negras y un adelanto de su próximo álbum, Vámonos, del gran José Alfredo Jiménez, que el cantaor grabó a dúo con Óscar D’ León

Esa noche, Diego estaba que no cabía de contento y quiso mostrar su origen (de donde vengo, el quien soy), vindicando su vena flamenca, entrando, con vuestro permiso, por fandangos con La paloma, de Rafael Alberti, y luego por bulería, con Sé de un lugar.

Como cantante, Diego posee una tesitura tonal medio-grave, de gran flexibilidad y hondura, a veces cascada o rota, característica de los cantantes flamencos; voz que modula a su antojo subiendo y bajando tonos, inventando frases en medio de quejíos y ayes que, en conjunto, definen ese estilo que lo identifica y vale para abarcar géneros tan disímiles como el son, el bolero, la copla, el tango y la canción mexicana.

Foto
Diego El Cigala actuó el miércoles pasado en el AuditorioFoto Antonio Sánchez Flores

El grupo que lo acompaña, integrado por el pianista Jaime Calabuch Jumitus, el guitarrista flamenco Diego Del Morao, el cajonero y percusionista Sabú Porrina, el violinista Bernardo Porrilla y el contrabajista Yelsy Heredia (el único no gitano), es el conjunto ideal para hacer la música que requieren las versiones y cantes de El Cigala. Los valores de este quinteto estriban en la habilidad técnica de cada uno, el conocimiento profundo del “estilo Cigala” y la contundencia de un sonido natural. Ellos son mis hermanos, mi familia, nos dice Diego en el camerino. Atestigua Amparo, su esposa y compañera de aventuras, con quien ha constituido la empresa Cigala Music en la que Del Morao, Yelsy y el gran Jerry González han publicado sendos proyectos musicales.

El camerino luce atestado. El hijo de José Alfredo Jiménez llegó para agradecerle el interés por versionar las canciones de su padre. Ambos quedaron en sumar esfuerzos para realizar un proyecto mayor. Cuando se presta la ocasión, pregunto a Diego sobre lo que se dice, que hará en Chiapas un concierto en apoyo de comunidades zapatistas, y si es cierto lo de una colaboración musical con el subcomandante Marcos. Relajado, El Cigala responde: “No he expresado en ningún momento una colaboración con el subcomandante Marcos, de quien aprecio su defensa de los pobres. He propuesto hacer un concierto sin honorarios en apoyo a los niños de comunidades rurales, para que lo que se recaude sirva de alivio a ciertos problemas. No será ninguna solución, sino un gesto de alguien que desea ayudar”.

La noche se extendió en el restaurante D.O. (Denominación de Origen), del prestigiado chef Pablo San Román, quien personalmente atendió a El Cigala e invitados. El camino de este restaurante y el mío es parecido al emprendido por Diego, nos dijo Pablo en la sobremesa. Ambos iniciamos desde cero, y con mucho esfuerzo hemos llegado adonde queremos estar.