Opinión
Ver día anteriorDomingo 9 de octubre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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José y Pilar
N

unca el miedo a la muerte, tan sólo la tristeza de no poder vivir ya más, de no poder continuar. El novelista y poeta portugués, José Saramago, Premio Nobel de Literatura, fallecido hace dos años, expresa con serenidad y lucidez su firme convicción de humanista ateo de que lo más preciado para él en el crepúsculo de su vida es el goce del trabajo y el amor que le inspira su compañera sentimental de muchos años, la periodista española y traductora de sus obras, Pilar del Río. En José y Pilar, el emotivo documental que el también lusitano Miguel Gonçalves elabora a partir de sus conversaciones con el autor de Ensayo sobre la ceguera, Pilar es el referente absoluto. El personaje femenino que es un punto culminante en la existencia del autor. Saramago lo resume de modo insuperable: De haber muerto yo antes de conocer a Pilar, a los 65 años, habría muerto mucho más viejo de lo que seré cuando me llegue la hora.

Se despeja así toda duda sobre la naturaleza del trabajo que emprende el cineasta Gonçalvez. No asistimos a un recuento biográfico convencional, ni a un exhaustivo análisis de la obra de un gran hombre de letras, ni tampoco a la radiografía de sus pasiones políticas y sus desencuentros con la religión católica, sino llanamente a una historia de amor, anunciada sin rodeos desde el título de la cinta.

Señalar, sin embargo, la historia de amor como eje central de la película, sería reducir injustamente la empresa y sus alcances. José y Pilar es algo más que un socorrido cliché cultural. El recorrido que propone el cineasta conjuga de modo notable al personaje público y a su inesperado doble captado en la intimidad. Frente a una computadora no redacta el párrafo final de una novela, se entretiene jugando un solitario. Se le ve continuamente a lado de Pilar, en la celebración de su boda en España o en los múltiples viajes en los que ella es agente literario, voluntad enérgica y mente organizadora. El novelista se traslada incansable de un país a otro, dicta conferencia, soporta homenajes, concede entrevistas, firma libros, participa en congresos, enciende polémicas. Se le ve en México y en Finlandia, en Madrid o en Lanzarote, y en cada una de sus mudanzas habla con el mismo pausado aplomo de sus convicciones políticas y estéticas, de cómo concibe la vida y cómo percibe el desenlace, que imagina próximo. Los acentos de su confidencia remiten a la sabiduría de Sartre en su libro de memorias, Las palabras. Como él, también ha colocado en el desván de los accesorios la idea de una salvación imposible. De igual modo que el filósofo francés, lo esencial de su vida transcurre a lado de una mujer que es cómplice, amiga, colaboradora, compañera sentimental. En el caso de Saramago, Pilar es también la compañía en el lecho de enfermedad, durante los cinco meses en que el escritor estuvo al borde de la muerte, y de los que emerge con brío renovado, posponiendo una vez más lo que Simone de Beauvoir llamó la ceremonia de los adioses. Todo esto es la materia de José y Pilar, documental intimista.

El realizador Gonçalves captura dos años de la vida del novelista, justo aquellos de la redacción de su último libro, El viaje del elefante, que temió dejar inconcluso. Inútilmente se buscará tener en esta cinta una visión de conjunto de la obra de Saramago, aunque con mayor provecho se verán reflejados en la conversación del escrito,–de modo un tanto oblicuo, por lo mismo muy sugerente– los temas y las obsesiones que animan sus novelas. También sus pronunciamientos políticos, su distanciamiento con el Portugal de derechas, su indeclinable adhesión a la causa comunista, su crítica mordaz al dogma católico y a su prepotencia intolerante, su adhesión sin reservas al humanismo y a las causas justas.

A los 83 años Saramago imaginó en Las intermitencias de la muerte una parábola fantástica. La muerte, fatigada, decide de pronto detener su faena rutinaria; lo que amenaza entonces al mundo es el escándalo de una vejez eterna. Al día siguiente no murió nadie, es la primera terrible frase de la novela. El documental José y Pilar encierra una ficción posible, no menos emotiva: la historia de una mujer, compañera del poeta, capaz de animar, con calidez intempestiva, el entusiasmo final de un hombre melancólico y en apariencia frío, y de doblegar a ratos su escepticismo radical. El encuentro de estos dos seres, el trayecto que recorren juntos, nos descubre la singular amistad entre una periodista inteligente y su cómplice ferviente, mayúsculo escritor, paciente agradecido.

José y Pilar se exhibe en salas comerciales y en la Cineteca Nacional.