Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 16 de octubre de 2011 Num: 867

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Regalo
Jaime Caballero

Tocando esta juventud
Nikos Karouzos

Tomas Tranströmer: un compromiso con la luz
Ana Valdés

Un Alfonso Reyes llamado Nicolás Gómez Dávila
Ricardo Bada

El tirano democrático
y la libre servidumbre

Fabrizio Andreella

Cien años de La muerte
en Venecia

Enrique Héctor González

El doble rostro de Doble R
Vilma Fuentes

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Un Alfonso Reyes llamado
Nicolás Gómez Dávila

Ricardo Bada

A Nicolás Gómez Dávila lo conocí allá por 1987, a través de un empleado en la emisora alemana donde me desempeñaba como redactor. Herr Klemenzki, un hombre joven, era muy dado a la lectura y me pedía con frecuencia que le recomendase libros, así es que entablamos una excelente relación. Un día quiso saber mi opinión sobre Gómez Dávila, un pensador colombiano, y le dije la pura verdad: que no lo conocía en absoluto. Se extrañó bastante, pero fue para él una bienvenida ocasión de revancharse por su descubrimiento de La muerte de Virgilio, de Broch, gracias a que se la sugerí con un entusiasmo que resultó contagioso. Y al siguiente día me trajo un pequeño volumen de aforismos de NGD editado en Austria, aforismos que despertaron mi curiosidad por leerlos en el original. Creo poder decir que ya desde esa traducción aprecié su valor como un menhir en el páramo del pensamiento latinoamericano. Ojo: menhir, no obelisco.

La vida y la obra de Gómez Dávila son harto atípicas cuando pensamos en lo que son las de aquellos escritores de su continente que navegan –algunos con todo el velamen desplegado– por el mainstream, y por lo general a favor de la corriente. Nuestro hombre nace el año 1913 en el seno de una familia bien acomodada, y de los seis a los veintitrés vive en París, donde hizo sus estudios en un colegio benedictino. Regresa a Colombia, se casa, y en 1959 retorna al Viejo Continente, cuyos países occidentales recorre en automóvil, con su esposa, durante seis meses. Después de lo cual vuelve a Bogotá y, a partir de ahí, hasta su muerte en 1994, divide su tiempo entre la dedicación al negocio familiar, de una parte, y de la otra el puro estudio, la lectura y una escritura escoliástica ininterrumpida; la de un Alfonso Reyes homeopático, encerrado en su casa estilo inglés, entre las cuatro paredes de su inmensa biblioteca privada, como la del mismo Reyes, de unos 30 mil volúmenes.

Dije escoliástica, y es que con prescindencia de su ópera prima, Notas, Tomo I, editada en México en 1954, y Textos I, editado en Bogotá, como el resto de sus libros, la obra de NGD publicada en vida se compone exclusivamente de los siguientes títulos: Escolios a un texto implícito (1977), Nuevos escolios a un texto implícito (1986) y Sucesivos escolios a un texto implícito (1992). Hay edición española reciente, de Atalanta, Gerona, una antología de mil 400 páginas prologada por Fausto Volpi, y que recomiendo con vivo entusiasmo.

Escolios ya sabemos que son comentarios explicativos breves al margen de un texto ¿pero de qué “texto implícito” se trata? El profesor Iván Darío Garzón Vallejo, compatriota del autor, arguye que para esa pregunta hay varias respuestas posibles: 1. Sólo existe la glosa y no el texto, pues éste –NGD mismo lo dice– es implícito. 2. El escolio crea el texto al glosarlo, el texto es posterior a la glosa. 3. El escolio y el texto son lo mismo: es una forma diferente de escribir y de llamar la atención del lector. 4. El texto implícito es el mundo, la realidad misma. 5. El texto implícito es el pensamiento del autor expresado por medio de los escolios. Luego, Garzón Vallejo añade que al leer una buena parte de ellos, piensa que el texto implícito tiene algo de todas las opciones anteriores, pero se inclina a pensar que sobre todo de la cuarta.

El autor mismo, sin embargo, como resalta Franco Volpi, dejó dicho que “el diario, el apunte que traiciona a todo gran espíritu que de ellos usa, pues al exigirle poco no le dejan manifestar ni sus dotes ni sus raras virtudes, ayudan al contrario, como asuntos cómplices, al mediocre que los emplea. Le ayudan, porque sugieren una prolongación ideal, una obra ficticia que no los acompaña.” De aquí deduce Volpi que “entonces, el ‘texto implícito’ al que aluden los Escolios es la obra ideal, perfecta, tan sólo imaginada, en la que se prolongan y se cumplen las proposiciones de don Nicolás”. No deja de ser una hipótesis, e incluso fundada, aunque si fuese cierta comportaría un juicio autocrítico de NGD que no condice con la imagen para nada mediocre que el escoliasta nos sugiere.

Porque lo cierto es que si bien el registro de sus pensamientos se diría que surge de un órgano reaccionario, la música que crean es en numerosas ocasiones de una calidad que recuerda las Variaciones Goldberg, de Bach. Me complace seleccionarles quince botones de muestra:

“Como los dientes de leche, existen las ideas de leche. ¿A qué edad comenzamos a cambiarlas?”

“El mundo moderno no será castigado. Es el castigo.”

“La literatura contemporánea parece una algarabía de eunucos en celo.”

“El proletariado no detesta en la burguesía sino la dificultad económica de imitarla.”

“Los materiales predilectos de la arquitectura moderna tienen vejez de prostituta.”

“Lo que desacredita la religión no son los cultos primitivos, sino las sectas norteamericanas.”

“La paciencia del pobre en la sociedad moderna no es virtud sino cobardía.”

“La mejor crítica de la colonización española son las repúblicas suramericanas.”

“Pensando abrirle los brazos al mundo moderno, la Iglesia le abrió las piernas.”

“Los reaccionarios somos infortunados: las izquierdas nos roban ideas y las derechas vocabulario.”

“Sólo Roma supo mandar sin pretextos ideológicos.”

“Mi semejante no es el que acepta mis conclusiones, sino el que comparte mis repugnancias.”

“El clero progresista no decepciona nunca al aficionado a lo ridículo.”

“La inteligencia sólo plagia cuando no preña lo que roba.”

“Para despertar una sonrisa en una faz adolorida, me siento capaz de cualquier bajeza.”

Creo que bastan para abrir el apetito y demorarse varios días (o meses, no es cuestión de tiempo) en leer sus centenares de aforismos. Se entiende que Ernst Jünger admirase la obra de Gómez Dávila. Y se ríe uno cuando lee lo que cuentan que dijo García Márquez de NGD: que si él (GGM) “no fuera de izquierdas, pensaría en todo y para todo como él” (NGD).