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El director alemán recibió la Medalla de la Filmoteca de la UNAM y habló con jóvenes

Es mejor vivir con una etiqueta que sin ninguna: Schlöndorff

El público compara mis otras películas con El tambor de hojalata, pero yo no la vería de nuevo

“Hace 50 años, Lucha Villa me dijo: ‘amor de lejos es amor de pendejos’”

Cuando tenía 40 años no supe manejar el éxito; vivía deprimido en Nueva York

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El realizador alemán, con Daniela Michel, directora del certamen, durante la entrega del reconocimiento de la filmoteca de la máxima casa de estudios del paísFoto Iván Sánchez
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Periódico La Jornada
Jueves 20 de octubre de 2011, p. 9

Morelia, Mich., 19 de octubre. La estrella principal del Festival Internacional de Cine de Morelia es el cineasta alemán Volker Schlöndorff, de quien se proyectó una retrospectiva y a quien se distinguió con la Medalla de la Filmoteca de la UNAM

Schlöndorff impartió una charla a los jóvenes michoacanos en el Teatro José Rubén Romero. Dijo que en su trabajo trata de hacer algo universal para la aldea global y no sólo para un tema particular. Siempre intenté hacer cine para adaptarme a cualquier persona y eso infiere en un sitio mayor; pienso que cualquier género cinematográfico que se aborde debería incluir conciencia política, y he tratado de mantener esa actitud.

De andar pausado, este lunes Volker Schlöndorf recibió la medalla de la Filmoteca de la UNAM de manos de Guadalupe Ferrer, titular de la institución. El director de El tambor de hojalata dijo: “Hace 50 años visité por primera ocasión México como director asistente. Fue la primera vez que perdí el corazón, con una mexicana que me decía: ‘Amor de lejos es amor de pendejos’, así que me la llevé a Alemania, y hasta le fecha no entiendo por qué no funcionó.

Siempre regreso a México, buscando mi corazón. Si no hubiera aviones ni barcos, habría venido nadando. Esa mujer, confesó posteriormente, fue Lucha Villa.

Siempre quiero medallas

Tras recibir el galardón de la Filmoteca, el cineasta de 72 años agradeció la distinción a su trabajo y lo que significa: Siempre quiero que me den medallas, sobre todo si son de plata, aunque creo que no lo merezco.

Esa noche se proyectó su película Homo Faber, y en relación con lo anterior agregó: “Después de que logré un mediano éxito –que me dio El tambor de hojalata (1979)–, cuando tenía 40 años, no supe manejar mi éxito. Me encontré en Nueva York deprimido, divorciado e infelizmente enamorado.

“En una ocasión, mientras caminaba por la avenida 11, me di cuenta de que no tenía el control de mi vida ni de mi carrera. Acudía dos veces por semana al siquiatra; me subí al Metro, observé a las personas más infelices que yo y me puse a llorar. Entonces recordé que había leído, 20 años atrás la novela Homo Faber, de Max Frisch, historia sobre un hombre que creía tener el control de su vida, como yo, y esto se inicia justamente en México”.

Para algunos, Volker Schlöndorff representó, a finales de los años 60, una novedosa conciencia crítica en el clima cultural de posguerra. Su cine cuestiona con perspicacia y dureza los mecanismos de la mentalidad totalitaria y los saldos desastrosos; asimismo, la pervivencia del reflejo autoritario en la lucha sin cuartel contra el extremismo de izquierda, a finales de los 70.

Schlöndorff es conocido en todo el mundo por la multipremiada El tambor de hojalata, cinta basada en la novela de su connacional Günter Grass. En la conferencia con los jóvenes michoacanos dijo que cuando se ven sus otras películas, recientes y de antaño, “la gente suele decir: ‘Están bien, pero no es El tambor de hojalata’, aunque, por mi parte, nunca la volvería a ver. El único que nunca mostró ningún ánimo festivo por la cinta fue mi padre. No significa nada que te identifiquen con una sola película, pero también es mejor vivir con una etiqueta, que sin ninguna”.

Agregó que cuando esta cinta participó en Cannes, antes de que se exhibiera, yo esperaba un escándalo, pero no lo hubo. El público aplaudió y cuando supe que ganamos mi productor me dijo que en adelante iba a sufrir mucho, y así fue.

Acerca de su relación con la literatura, dijo: “Gracias a la de Hemingway, Balzac y Dostoievski me enamoré de historias. Literalmente, me metía en los personajes.

No era normal que un preadolescente leyera a semejantes autores, pero así fue, y ¡qué bueno!, porque me sirvieron en el futuro.