Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 23 de octubre de 2011 Num: 868

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Alejandra (fragmento)
Inés Ferrero

Leonora, indómita yegua
Adrián Curiel Rivera

La ciencia física en los Panamericanos
Norma Ávila Jiménez

México: violencia e identidad
Ricardo Guzmán Wolffer

En la gran ruta
Marco Antonio Campos

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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TITULO

Jair Cortés
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José Vasconcelos:
apóstol del sentimiento de inferioridad

José Vasconcelos, considerado personaje clave de la educación en México, es una de las figuras centrales de los festejos que la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha preparado para conmemorar noventa años de haber sido creada. Sin embargo, más allá de las actuales grietas y fallas en los cimientos del sistema educativo en nuestro país, creo que el culto que se le rinde a Vasconcelos evidencia un hecho irremediable: los mexicanos no leen.

En su libro El perfil del hombre y la cultura en México (1934), Samuel Ramos señala que el mexicano experimenta un profundo sentimiento de inferioridad (lo cual no implica que sea realmente inferior) reflejado en la imitación de lo extranjero. José Vasconcelos fomenta ese mismo sentimiento cuando afirma: “Un hombre que sólo sepa inglés, que sólo sepa francés, puede enterarse de toda la cultura humana; pero el que sólo sabe español, no puede juzgarse, ya no digo culto, ni siquiera informado de la literatura y el pensamiento del mundo.” Resulta indignante saber que la cita proviene de su prólogo a las Lecturas mexicanas para niños (1924), dirigido a las nuevas generaciones de estudiantes de aquel entonces.

En nuestro país la historia siempre es oficial: se erigen estatuas en plazas públicas mientras se ocultan y disimulan a los hombres y sus obras. ¿Cómo puede venerarse la figura de un hombre cuyo libro más famoso, La raza cósmica (1925), revela un profundo odio al pasado indígena y africano?: “Comienza a advertirse este mandato de la Historia en esa abundancia de amor que permitió a los españoles crear una raza nueva con el indio y con el negro; prodigando la estirpe blanca a través del soldado que engendraba y la cultura de Occidente por medio de la doctrina y el ejemplo de los misioneros que pusieron al indio en condiciones de penetrar en la nueva etapa, la etapa del mundo Uno.” Haciendo a un lado lo contradictorio de su amor/odio por lo español, lo que Vasconcelos llama “esa abundancia de amor” no es otra cosa que el horror de la Conquista que experimentaron los pueblos prehispánicos, un intento por justificar siglos de opresión y exterminio, como en estas otras líneas: “los muy feos no procrearán, no desearán procrear, ¿qué importa entonces que todas las razas se mezclen si la fealdad no encontrará cuna?”

Se relaciona a Vasconcelos con el fomento a la lectura pero, bien visto, ¿no será que su amor a los libros es un amor a la propaganda, al libro no como espacio para la reflexión y la crítica sino para la doctrina? Las acciones de José Vasconcelos parecen loables en un país que recién emergía de un proceso revolucionario, pero se tornan sospechosas en el momento mismo en que acudimos a su sustento ideológico. Entonces, pregunto, ¿noventa años de qué?.