Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 23 de octubre de 2011 Num: 868

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Alejandra (fragmento)
Inés Ferrero

Leonora, indómita yegua
Adrián Curiel Rivera

La ciencia física en los Panamericanos
Norma Ávila Jiménez

México: violencia e identidad
Ricardo Guzmán Wolffer

En la gran ruta
Marco Antonio Campos

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Jorge Moch
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Las contradicciones de Salinas Pliego

Ricardo Salinas Pliego, el dueño de TV Azteca, es un genio de la dialéctica o un simple cínico exaltado. En su blog personal vierte toda clase de opiniones con tufillo didáctico de derechas que una cohorte de comentaristas a la carta celebran con loas, agradecimientos superlativos, comentarios de admiración y un acromegálico reconocimiento colectivo de las habilidades intelectuales y monetaristas del heredero de un emporio mueblero construido con los réditos que la clase trabajadora obsequió (y obsequia), por necesidad, por ignorancia y por años, y quien con los turbios trapicheos, un estratégico par de parientes pillos enquistados en el gobierno (uno de ellos el siniestro Carlos) fue insaculado un día como uno de los dos barones de los medios masivos electrónicos en México. El otro, como sabemos, es el junior Azcárraga.

Las cantatas de quienes comentan los presumiblemente agudos escritos de Salinas Pliego alcanzan atmósfera de cuetones y chirimías, y cualquier día vamos a ver en los canales de la televisora del Ajusco el machacante lanzamiento de la campaña que lo canonice como santo patrono de la libre empresa. Junto a Salinas Pliego y su lucidez vivisectora de las causas de los males socioeconómicos de México (buena parte de los cuales es el andamiaje social de su onerosa bonanza personal) Alfonso Reyes, Jaques Derrida o Roger Bartra son unos pobres desarrapados mentales. Marx es, desde luego, anatema. Leo los comentarios de sus feligreses y me pregunto si tanta amorosa espontaneidad no abrevará en una misma chequera, pero quién me manda andar de morboso…

El ingrediente axial de los argumentos de Salinas Pliego es el bienestar de la empresa. O debo decir de sus empresas. Según varios párrafos de las aventuradas exposiciones que deja flotando en el ciberespacio, el libre mercado es la panacea, la respuesta a todas las necesidades, materiales y metafísicas de la raza humana, mientras que las restricciones del Estado –incluyendo su connatural tutela de acuerdo con los criterios de conveniencia que dicten los empresarios disimulada o abiertamente voraces, o sea, cualquier forma de regulación que acote los abusos vueltos uso y costumbre de buena parte de la iniciativa privada–, son un sempiterno lastre al crecimiento, ya personal, ya colectivo de las naciones. Algunos de esos párrafos son unas joyas de aparente candidez que encierran perversos disimulos al apostar por la propia regulación empresarial (ja) y hacer como que no existe entre los empresarios como él la ambición desmedida, el culto a la propia personalidad y una avaricia desfondada.

En la realidad, el discurso público de Salinas Pliego, de no ser por algunos logros de las fundaciones que encabeza a la par que dirige sus emporios muebleros, aboneros, bancarios y de telecomunicaciones (no reconocer los logros de la orquesta infantil que patrocina sería una acto de injusticia primero contra sus virtuosos y entusiastas integrantes) está disociado de sus oficios de empresario, amo y señor. El discurso vacuo sobre la bondad humana así como las ventajas de la libre empresa se desmoronan al contrastarlos con los réditos estratosféricos que cobran sus empresas por conceptos como interés o mora, y eso sin ponernos a ver que las crisis mundiales recientes, que Salinas Pliego achaca a los malos gobiernos, son más bien efecto fatal de la ambición desmedida, del desaforado amor por el lucro de empresarios y banqueros como él, enfrascados desde hace demasiado tiempo en una orgía especulativa que al final va resultando un infame, inmenso globo de aire caliente.

Bien haría el señor Salinas en callar (o asumir su vocación) para que no lo contradigan, cada vez que dice “cultura” o “tolerancia”,  la malsana colección de inmundicias, connivencias con el gobierno de los ineptos y complicidades medievalistas con un clero católico de tenores conocidos por retardatarios e intolerantes en las producciones de su televisora, y caer en la cuenta de que el discurso es cínico, hipócrita u oligofrénico. Por una parte se ensalza la generosidad, el espíritu de la compasión, y por otra se hace trabajo sucio al sexenio sangriento, se convierten noticieros en propaganda, se exacerba el chisme barato y vulgar en programas que son tristes insignias de la televisora, como Ventaneando, que a pesar de su ínfima calidad intelectual y mediática sigue inexplicablemente vigente en la barra programática de TV Azteca. Tan fácil que sería, hombre, seguirse llenando las faltriqueras de dinero sin hacer aspavientos moralistas…