Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 30 de octubre de 2011 Num: 869

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El último cierre III
Febronio Zatarain

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

Desierto, diversidad
y poesía

Ricardo Yáñez entrevista
con Claudia Luna

El legado chino
Leandro Arellano

Nocturno de Mérida
con iluminaciones
de Rita Guerrero

Antonio Valle

El miedo como instrumento de presión
Xabier F. Coronado

El olor del miedo
Gerardo Cárdenas

Miedos vergonzosos
Jochy Herrera

Leer

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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De humor, amor y fina vulgaridad

Hugo Placencia


Mujeres amadas,
Marco Tulio Aguilera,
Universidad Veracruzana,
México, 2011.

“¡Qué míseros errores cometió mi corazón cuando se creía más dichoso que nunca!”, dicta Shakespeare en uno de los epígrafes de Mujeres amadas, libro  ubicado en la novela erótica moderna, de Marco Tulio Aguilera (Bogotá, 1949), representante de la generación del postboom y considerado por la crítica como uno de los novelistas contemporáneos y “post-modernos” más importantes de Latinoamérica. 

La seducción, el amor, el erotismo, el deseo, la ternura, la pasión y lo sublime son rasgos característicos de la anatomía de Mujeres amadas. Obra en ebullición constante, en la cual Ramos o Ventura (personaje principal) escritor y alter ego de Aguilera, narra de manera intercalada y lúdica las travesías reales e imaginarias de sus experiencias amatorias a Irgla (personaje antagónico), estudiante mexicana de ojos persas que cursa un doctorado y que se encuentra radicando al igual que Ventura en Estados Unidos, y por la cual éste desarrolla un profundo y obsesionado enamoramiento y una quimérica atracción física e intelectual, que va despertando y reencarnando en el protagonista el ritus amatorio del Casanova en un Don Juan contemporáneo con la certidumbre de un Platón, y los desplantes eróticos de Sade, en los que trae a colisión ruegos como armas blancas para la musa en citas de Proust, Miller, Lawrence, a la manera de Scherezada.

De esa manera, con un dominio del lenguaje narrativo y metafórico, Ventura embiste, acecha, despliega hábilmente sus andanzas amorosas enriquecidas y concatenadas culteranamente con citas e intertextos de los más importantes exponentes de la literatura amorosa, ante los que cualquier mujer sucumbiría a sus pies, menos Irgla al escurrirse  resistiéndose con argumentos prejuiciosos.

La novela explora los ámbitos del aliento irónico en su máxima expresión, encabalgando el humor y la fina vulgaridad en el ejercicio del convencimiento, ya que Ventura sabe que la corta y temporal consistencia física de la vida son esos instantes en que se reconocen los cuerpos en perpetua humedad: “Dios era una especie de savia que todo lo une y nosotros somos la cima de esta gran maravilla, pero es que acaso por esa u otras razones hemos de privarnos de los frutos del huerto. Lo que pasa –te decía– es que te falta sentido de la aventura, tienes alma de comerciante, eres una maldita abadesa que guarda su cuerpo como quien invierte a plazo fijo. Piénsalo bien, esto se pudre y se seca.”

En Mujeres amadas la ficción de la trama se ve traspasada por el ámbito de la realidad con sublimidad, en la cual Ventura al ceder cae en el páramo del infierno, al tratar de forjar una nueva etapa con la amada y su familia en Monterrey, por la cual se ve sobrepasado a causa de un trauma que guarda la familia y la misma Irgla como parte de un secreto, el cual lleva al protagonista entre otros motivos a partir a Jalapa.


Las lenguas mesoamericanas

Raúl Olvera Mijares


Las primeras gramáticas del Nuevo Mundo,
Miguel León-Portilla y Ascensión Hernández,
FCE,
México, 2009.

En fecha tan temprana como 1547, sólo veintiséis años después de la conquista de México Tenochtitlán, un minorita, para más señas un fraile de la orden de san Francisco, da colofón a la que se considera la primera gramática del náhuatl. Ars grammatica era el nombre que los autores latinos daban a la técnica descubierta por los helenos para estudiar cómo es que se combinan las letras o grammata. Miguel León-Portilla y Ascensión Hernández sacan a la luz un opúsculo cuidadoso, bien escrito e informado, el cual viene a echar nuevas luces en torno de un discurso iniciado en el siglo XVIII en Europa, abierto con el estudio del hebreo, el árabe y más tarde el sánscrito, por quien don Marcelino Menéndez y Pelayo designaría como el padre de la gramática comparada, Lorenzo Hervás y Panduro (1735-1767), autor del Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas y numeración, división y clases de éstas, según la diversidad de sus idiomas y dialectos, publicada en Madrid el año 1800. Una visión que más tarde Wilhelm von Humboldt (1747-1835) vendría a ampliar con ideas de una gran riqueza filosófica sobre la estructura de una lengua que sería la que determina la concepción del mundo al interior de un grupo cultural.

El doctor León-Portilla destaca, entre las distintas aportaciones del Arte de la lengua mexicana, de fray Andrés de Olmos, “el proceso de ayuntarse nombres, pronombres y verbos, más determinadas partículas entre sí y formar nuevas palabras, casi siempre con pérdida de letras. En este proceso se entretejen morfología y sintaxis, dando como resultado una nueva estructura sintáctica, la palabra-frase, que da identidad a las lenguas americanas". En esta naturaleza incorporante de las lenguas habladas en Mesoamérica radica buena parte de su originalidad, muy similar a la de aquellas que August Schleicher (1821-1868) incluyera en su clasificación como lenguas aglutinantes, como son la mayor parte de las lenguas finougrias, uraloaltaicas y otras, como el japonés, el coreano y el inuit.

El papel de las preposiciones es fundamental, pues se fusionan como afijos tenidos por partículas y “no se hallan por sí solos sino ayuntadas a los pronombres y algunas de ellas se anteponen y posponen a los nombres”, dice fray Andrés de Olmos. Por su parte, fray Maturino Gilberti afirma “que por sí solas no significan nada […] pero juntas a los pronombres dan a entender algún affecto […] las quales, antepuestas o pospuestas al verbo, expresan cuatro affectos del ánima: humildad, enojo, benignidad y asperidad”. Las semejanzas y las diferencias entre fray Andrés y fray Maturino son notables: sus respectivas artes se hallan divididas en tres libros, donde el primero contempla los nombres y los verbos, el segundo la composición de la palabra-frase, estructura fundamental del análisis, y el tercero el modus dicendi que resulta característico de la lengua en cuestión.