Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 30 de octubre de 2011 Num: 869

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El último cierre III
Febronio Zatarain

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

Desierto, diversidad
y poesía

Ricardo Yáñez entrevista
con Claudia Luna

El legado chino
Leandro Arellano

Nocturno de Mérida
con iluminaciones
de Rita Guerrero

Antonio Valle

El miedo como instrumento de presión
Xabier F. Coronado

El olor del miedo
Gerardo Cárdenas

Miedos vergonzosos
Jochy Herrera

Leer

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Luis Tovar
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Morelia 9 (II DE III)

Podría decirse que previsiblemente, la cinta ganadora en la sección Largometraje Mexicano de Ficción del noveno Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) –sección cuya peculiaridad consiste en recibir sólo óperas primas o segundas obras– fue El premio, dirigida por Paula Markovitch. Al adverbio suprascrito lo justifica la clara inferioridad relativa, ora de concepción, ora de factura, pero sobre todo de la conjunción armónica de ambos aspectos, mostrada por el resto de los filmes en liza –para un total de nueve–, cuando se les compara con éste de la realizadora argentina radicada en México desde hace ya muchos ayeres. Por cierto, Markovitch no sólo dirige sino también es coproductora –junto con Izrael Moreno y Pablo Boneu– y guionista de su primer largo no documental.

Aparte de encarnar, desde luego sin que eso haya sido un propósito, la prueba de que ha quedado atrás una suerte de regla no escrita que impedía a un largoficción dobletear en los festivales de Guadalajara y Morelia (mismos que, por otro lado, no sólo son los más importantes sino, con el de Guanajuato y quizá el de Monterrey, los únicos verificablemente alejados de cierto desaire, cierta indefinición, cierta chapuza y hasta cierto tufillo a meros membretes que algunos “organizadores” enarbolan para mejor conseguir patrocinios y dineros varios); aparte, pues, de ser prueba fehaciente de que aquella exclusividad quedó atrás, El premio markovitchiano se convirtió, en esto sí de manera voluntaria y consciente, en prueba de la capacidad de su autora para llevar a cabo rectificaciones relevantes. De la cinta se habló en este mismo espacio cuando Guadalajara, y ni entonces ni ahora se cometerá el pecado de leso reseñismo de referir completa o cuasicompleta la trama, pero sí debe indicarse la naturaleza de la notable enmienda emprendida por Markovitch: la sustracción de unos cuantos segundos de cinta, ni más ni menos que al final de la historia, tuvo la virtud de hacer que ésta quedase infinitamente mejor rematada, desprovista de un happy end que le hacía menos favor que daño.

Consígnese aparte que dicha supresión generó, entre quienes vieron previamente la versión primera que incluía el edulcorado final, un sabroso –si bien del todo informal— debate en torno a lo siguiente: puesto que El premio también ganó en Guadalajara, ¿ganó la misma película allá y acá? Siendo tan distintas ambas versiones, en virtud de un final por completo diferente, ¿puede hablarse de dos películas tremendamente parecidas, pero no de una sola? Baladí sólo para legos y apáticos, el tema es de suyo rico; piénsese o, mejor aún, imagínese que Los olvidados de Buñuel hubiera padecido siempre el hoy célebre final alternativo, que por fortuna fue sacado a la luz muchos años después y que, de haber sido “el bueno”, le habría arrancado al filme mucho de su contundencia, su profundidad y su osadía. Toda enorme proporción guardada, algo por el estilo sucede con El premio, de doble final y doble galardón en México.

Las otras

Los filmes que no ganaron son éstos: el ya mencionado aquí Los últimos cristeros, de Matías Meyer; El lenguaje de los machetes, dirigido y escrito por Kyzza Terrazas; Malaventura, dirigido por Michel Lipkes, coescrito por él y por Fernando del Razo; Mi universo en minúsculas, dirigido por Hatuey Viveros a partir de un guión de Ana Mata e Inti Aldasoro; Nos vemos, papá, con guión y dirección de Lucía Carreras; Paraísos artificiales, de Yulene Olaizola, que coescribió el guión con el arriba mencionado Del Razo; El sueño de Lú, escrito y dirigido por Hari Sama, y finalmente Fecha de caducidad, conducido por Kenia Márquez a partir de un guión suyo y de Alfonso Suárez. Este último filme, por cierto, fue por el cual votó mayoritariamente el público, cuyo reconocimiento suele diferir del que concede un jurado.

Otros largometrajes de ficción mexicanos fueron exhibidos fuera de competencia. Es el caso de Las razones del corazón, la más reciente película firmada por Arturo Ripstein –que, por cierto, abrirá la tradicional Muestra Internacional de la Cineteca, y de la cual se hablará más adelante aquí–; es el caso también de una ópera prima más, titulada Días de gracia, coproducida, coescrita y dirigida por Everardo Gout, así como de Los ojos azules, ficción escrita y dirigida por la otrora documentalista Eva Aridjis, y finalmente de Pastorela, emanada de la pluma y la dirección de Emilio Portes Castro, autor hace tres años de Conozca la cabeza de Juan Pérez.

(Continuará)