Rafael Catana es un cantautor que crea sus rolas desde las entrañas del suburbio y, en la actualidad, también sobre los retratos de lugares rurales. Narra historias de la vida cotidiana. Su origen está en el Movimiento Rupestre de principios de los años 80, en el que con letras sencillas pero profundas él como otros juglares modernos, hacían cuadros sonoros de la gran urbe y sus encantos y desencantos, acompañados sólo de su guitarra.

Catana tiene editados Un gato de corazón púrpura, Polvo de ángel, El nagual y La rabia de los locos. Ahora dará a luz nuevo material, Caballo, que reúne 12 canciones, historias que son como cortometrajes, dice el músico, quien presentará su placa con una tocada este viernes por la noche en el Multiforo Alicia, donde le acompañarán amigos y compañeros de generación: Nina Galindo, Roberto González y Carlos Arellano, poetas urbanos como él que son o fueron miembros de ese movimiento de rock de características minimalistas, en el que la esencia es el sonido acústico: Colectivo Rupestre de los Cantantes Errantes, que crean sus rolas en los límites entre el rock y la trova. También pertenecieron a ese colectivo Rockdrigo González, Armando Rosas, Eblen Macari, Roberto Ponce, Fausto Arrellín, Gerardo Enciso y Guillermo Briseño, entre otros.

Aspectos autobiográficos

Dice Rafael Catana que Caballo tiene aspectos autobiográficos en cuanto al movimiento, pero también a esas imágenes que ya se ven poco en una ciudad tan acelerada como la de México. No hay nostalgia, sino una presencia.

Una de las piezas del álbum se llama Caballo. El autor cuenta que en una ocasión viajaba en el Metro elevado, el que llevan a Pantitlán. Desde ahí y en medio de tráileres, autos y ruido, vio dos carretas jaladas por caballos. Son las que pasan a las colonias a recoger colchones y los llevan al estado de México. El caballo es el movimiento, el viaje del eterno retorno. Ver esa imagen en la ciudad hizo que creara una rola casi autobiográfica, en el sentido del movimiento. Tocar en el Distrito Federal y en provincia me ha regalado imágenes, en cuanto a cierta aridez espiritual que tenemos, por no ser capaces de reconocernos como unos hijos de la chingada; que somos así, divididos, como toda la vida, pero que no hay buenos o malos. Pero también por otra parte, lo increíble que somos como seres humanos.

El narrador de historias de la vida cotidianaFoto La Jornada

En Caballo aparece ese gusto del cantautor por mostrar cuadros desérticos a lo Juan Rulfo, de quien, asegura el músico, todos hemos heredado algo. Tengo que decir que para mí ese gusto por el desierto es orgánico; es mucho de lo que forma nuestro carácter como mexicanos.

Catana no se sale del contexto de la poesía urbana actual. La rola Ajenjo dice: No dispare al cantante, él es una broma hilarante; que se esconda debajo del piano, que su cabeza no quedará para rodar y rodar...Yo cantaba en ese cabaret muy cerca de Romita, bebía también agua bendita y ajenjo.

Comenta: Es preocupante que una ciudad que parece vanguardista, con logros sociales como los matrimonios del mismo sexo, tenga sus contradicciones. Aunque es progresista, no cuidamos eso como generaciones vivas. Es un poco lo que pasa con las rolas que hacemos, que son de raíz, identidad, algo que se nos olvida; eso hace el rock: introducirnos para encontrar esa identidad.

Catana es de esos músicos más cerca de la era de las cavernas que de la sociedad industrial, como caracterizó a los rupestres Rockdrigo.

Rafael Catana argumenta: El movimiento rupestre ya no existe como tal, pero las canciones están vigentes. Aunque no lo queramos, seguimos contando cosas que no nos gustan, pero también algunas que no son tan feas y que son una manera divertida de narrar parodiándonos como personajes de esta ciudad, con un punto de vista. No hacemos crónicas como las de Chava Flores, pero sí tratamos de contar historias.

Federico Schmucler, amigo de toda la vida de Catana, es el productor y arreglista del disco, que se presentará a las 20:30 horas en el foro Alicia; 70 pesos de entrada. Cuauhtémoc 91-A, Roma.