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En 50 obras traduce de manera muy libre a los artistas que lo han acompañado siempre

Vicente Rojo reúne memoria y gratitud en Salón de la fama

Relucen Calvino, Verne, Pellicer, Klee y Rothko, entre otros, de quienes tiene imágenes muy precisas, que yo, al hacerles un homenaje, tengo que respetar y ponerles mucho cariño, teniendo en cuenta la vida que me han dado, expresó el artista

Exhibe en la galería Juan Martín

Foto
El próximo 19 de noviembre, Vicente Rojo recibirá la Medalla Bellas ArtesFoto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Domingo 6 de noviembre de 2011, p. 2

Con imágenes, texturas y relieves creados a partir de otras imágenes: plásticas, cinematográficas o literarias, anidadas en sus recuerdos y en su gratitud, el artista Vicente Rojo inauguró ayer sábado su exposición Salón de la fama, en la galería Juan Martín.

Son medio centenar de obras realizadas en el año reciente y en las que Rojo (1932) continúa su homenaje a figuras del arte que lo han formado, en esta ocasión Italo Calvino, Agatha Christie, Jean Dubuffet, Georges Méliès, Julio Verne, Carlos Pellicer y otros, como Paul Klee y Mark Rothko, ambos abordados también en obras anteriores.

Pero al parecer no se trata de una glosa o una síntesis, aunque sí podría ser una especie de traducción muy libre. O como él mismo dice de manera sencilla: una evocación de lo que ha visto y leído, un hurgar en su memoria y formación, en los recuerdos de toda la vida.

Es una evocación, porque todo esto es un trabajo hecho a través de mi memoria. Ha habido quizá un caso mínimo en que haya tenido que revisar algún libro, algún catálogo, pero en realidad todo está hecho a base de mi sistema de trabajo de recuerdos, de todo lo que estos autores me han ido dejando a través de los años.

De todos, agrega, tiene algún recuerdo muy preciso, proveniente de diversas etapas de su existencia. Y menciona como ejemplos haber leído casi de niño o adolescente a Julio Verne o a Agatha Christie, o haber visto obra de Klee varios años más adelante, en los 60.

Cada uno tiene un tono, un momento, un punto diferente. Pero en realidad lo que sucede es que esos momentos me han seguido acompañando toda la vida, comparte Rojo, quien el 19 de noviembre recibirá la Medalla Bellas Artes y el 15 de marzo próximo celebrará 80 años de edad.

Durante la breve charla –realizada en la planta baja de la galería Juan Martín, en Polanco, la que a su vez celebra su 50 aniversario–, se le pregunta a Rojo acerca del proceso concreto de interpretación por el que pasó en cada una de las obras y series creadas para Salón de la fama.

Se le señala incluso una referida a Klee, ubicada a su lado, y se le comenta que debió ser distinto hacer una evocación de cuadro a cuadro, que de obra literaria a cuadro, aunque el discurso narrativo también maneja imágenes.

En efecto, un pintor tiene unas imágenes muy precisas, que yo, al hacerles un homenaje, tengo que respetarlas y ponerles mucho cariño, teniendo en cuenta la vida que me han dado a través de todos estos años. Los puntos de partida son muy libres y mi única propuesta fue acercarme a esos artistas de la manera en que yo los reconozco, los aprecio y los he sentido.

Een el caso de los escritores, Rojo recurre como ejemplo a su serie sobre Verne, y comenta que está inspirada en La isla misteriosa, libro que leyó a los 14 o 15 años y le impresionó bastante.

A pregunta expresa, recuerda la exposición Correspondencias –realizada en 2009 en el Centro Cultural Estación Indianilla–, también homenajes a diversas figuras. Era una serie de cartas y mensajes que dirigí a personalidades. Fueron 12 cartas y luego hice una a Julio Verne y otra a Agatha Christie.

Perspectiva infantil

Las técnicas que Vicente Rojo utiliza en Salón de la fama son mixtas y muy libres, pues “tienen que estar cercanas a lo que estoy tratando de expresar. Hay mucho de juego, espero que se note. Todas estás obras fueron hechas al mismo tiempo, en grandes mesas, y yo iba cambiando y pasando de una a otra.

Hay elementos, como las figuras de plomo, que se repiten en Verne, con un barco, e Italo Calvino, con músicos y soldados. Hay trompos, que están con Pellicer y Germán Cueto. Y una serie de formas geométricas, que también se van intercambiando entre unos cuadros y otros.

–Se percibe en esta exposición una perspectiva infantil, de un niño que juega y al mismo tiempo observa su entorno, dicho esto en su sentido más potente. ¿Es así?

–Sí, esa es una de las intenciones. Yo, a pesar de los años transcurridos, sigo recordando mi infancia, como creo que generalmente nos sucede a todos, y muchas de las cosas que están aquí provienen de esa infancia.