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Ver día anteriorLunes 7 de noviembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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De buenas intenciones...
D

ice el viejo refrán que de buenas intenciones está cubierto el camino al infierno, pero hay otro, que es como complementario, más de pueblo: de lengua me como un taco. Y esto me viene ahora a la memoria, tecleando para La Jornada, porque en estas fechas, en las que se está decidiendo, más que el destino del país, el de los aspirantes a ser candidatos de uno u otro partido político, para cualquiera de los cargos para someterse a la votación que corresponda: desde el presidente de la República hasta un enjundioso senador o un representante de la nación, como dice la Constitución General de la República que son los diputados, representantes populares, que pueden ser federales o del Congreso del estado de donde provenga el candidato, para integrar así el Poder Legislativo federal o de una entidad federativa.

Pero también vamos a elegir, en varios estados, al otro orden de gobierno que constituye con los gobernadores por elegirse en algunas entidades federativas, y con el jefe del Ejecutivo federal, el presidente de la República, a quien algunos enterados juristas también denominan el primer magistrado de la nación, y ya todos ellos en conjunto integran los tres órdenes de gobierno, es decir, del Poder Ejecutivo del país, que con los diputados y senadores que constituyen el Poder Legislativo, y con el Judicial, quienes junto con los otros poderes mencionados integran finalmente, al Estado mexicano.

Pues bien, dadas las circunstancias que hoy privan en el país, tan especiales en varios aspectos, las elecciones se van perfilando también con características igualmente especiales, determinadas por las circunstancias que rodean a las circunscripciones que corresponden a los cargos que se disputan, tanto los ciudadanos que, por lo general, aspiran a mayor responsabilidad, que significa el cumplimiento escrupuloso de sus obligaciones inherentes al cargo, pero que, de lograr sus aspiraciones, seguramente tendrán, junto con las nuevas responsabilidades, mayores jerarquías políticas y, por supuesto, mejores remuneraciones que sean proporcionales a su esfuerzo, que, según nos explican al desarrollarse sus campañas electorales, desplegarán sin duda alguna, para salvar a la patria de la crisis económica que, para estar a tono con nuestra presencia mundial se está manifestando en diversos aspectos de nuestra economía.

En efecto, basta leer atentamente los medios para enterarse de la gran crisis que está en curso en Europa y darse uno cuenta de lo que sucede en Grecia. El cargo del primer ministro Giorgos Papandreou cuelga de un hilo muy delgado. Tanto los líderes de la comunidad europea como el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, como la canciller de Alemania, Angela Merkel, y el premier británico, David Cameron, junto con el presidente estadunidense, Barack Obama, profundamente preocupados por la situación griega, buscan, con diversas modalidades y posiciones diferentes, una salida que no afecte más a la Unión Europea y mantenga a este milenario país dentro, en mejores condiciones y sin abandonar el euro, lo que por otra parte llevaría a Papandreou a ejercer su cargo desde fuera de la Unión Europea, si es que los griegos lo dejaran, pues no ven con simpatía la ayuda del bloque y tampoco parecen estar muy satisfechos con su actuación.

En las fotografías de los diarios internacionales, en las primeras planas, los gobernantes mencionados aparecen con un gesto de mucha preocupación, pero muy especialmente Sarkozy y Obama, aquél por la responsabilidad que ha asumido en la Comunidad Europea y éste porque esta crisis es uno más de los problemas que últimamente le han restado popularidad en Estados Unidos, aparte de las graves acusaciones que ha hecho a China y a Rusia del robo sistemático de tecnología, acusación que es coincidente con los informes oficiales de su gobierno y que, como es de suponerse, las negativas de Pekín y Moscú para aceptar estas graves acusaciones han causado fuertes tensiones entre estos países, lo que puede traer consecuencias graves en la ONU.

Para no separarnos del tema que nos ocupa a los mexicanos, solamente mencionaremos que Portugal vive también días difíciles por el continuo descenso del nivel de vida de su población, lo que la mantiene al borde del colapso económico. Por su parte, Irán vive un agravamiento de su situación política internacional, al renovarse las acusaciones de que está preparándose para una guerra nuclear, y afirmando que siempre están preparados para la guerra, en boca de su ministro de relaciones, Akbar Salchí, ante la amenaza de Israel, cuyo premier trabaja para obtener mayor consenso para atacar a Irán. Lo que ha provocado también una reacción muy fuerte en Afganistán, de apoyo a Irán, lo cual genera en Medio Oriente otra variante de los últimos conflictos no resueltos.

Como puede verse, el mundo de esta segunda década del siglo XXI se perfila en situaciones muy peligrosas para mantener la paz, que es lo que México necesita para desarrollarse económicamente y para resolver sus problemas sociales. El más acuciante, y el que más problemas de extrema gravedad presenta, es el de la falta de seguridad, porque es el que mantiene a la sociedad en general en tensión muy justificada y en constante zozobra.

Los discursos de los dirigentes de nuestro país son siempre iguales: llevarán hasta sus últimas consecuencias las investigaciones para castigar a los culpables. Pero eso de las últimas consecuencias ya es una frase hueca para los mexicanos, que tampoco nos conformamos con que supuestamente se castigue a los culpables, lo cual, de ser cierto, que no lo es, no regresará a la vida a quienes han sido víctimas de esta pérdida absoluta del valor de la vida humana.

De éste y de otros problemas verdaderamente preocupantes –más que las crisis económicas en Grecia, Italia o Portugal, o de los choques de los intereses políticos estadunidenses en Asia, o en Medio Oriente, que sí nos interesan porque nada que pase en este mundo actual nos es ajeno–, nosotros, quienes nacimos, vivimos y moriremos en México, queremos escuchar, no buenas intenciones ni a destiempo ni como promesas repetidas hasta el cansancio, para un futuro que no llega, como los candidatos a regir el destino de nuestra patria nos ofrecen, sin tener una idea clara de a lo que se están comprometiendo. Lo que queremos es tener la seguridad de que su tiempo lo emplearán, no en hacer más discursos vacíos, que frecuentemente ni siquiera los hacen ellos mismos. Queremos, como dijo el general Francisco J. Múgica, hechos, no palabras.