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Futuro en riesgo
Necesario, evitar que el bullying se sobredimensione, alertan sicólogos

Es un fenómeno grave, pero no debe convertirse sólo en un buen negocio, señalan

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Protesta de jóvenes rechazados de escuelas de educación superior, en julio pasadoFoto Marco Pélaez
 
Periódico La Jornada
Martes 8 de noviembre de 2011, p. 3

El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) estima que 62 por ciento de los adolescentes de 12 a 17 años consideran que la violencia entre compañeros es un fenómeno presente en las escuelas. Sin embargo, especialistas en sicología de la conducta y defensores de los derechos humanos de los niños alertan sobre el riesgo de sobredimensionar el acoso en los centros educativos (bullying), que no es la única expresión de violencia en esos planteles.

Lo más preocupante del “boom mediático” sobre el tema, afirman, es el riesgo de que todo acto de agresión entre alumnos sea considerado acoso escolar, así como que se convierta sólo en un buen negocio.

Cursos, talleres, terapias, modelos de intervención, libros, revistas e incluso certificación de escuelas libres de bullying son parte de una moda sin control, cuando se trata de un fenómeno que debemos atender por su gravedad.

Nashieli Ramírez, integrante de la organización Ririki, Intervención Social y experta en atención a niños en entornos de vulnerabilidad, alertó que en México no existe ningún mecanismo de control por las autoridades sanitarias para regular quién puede o no dar una terapia, a lo que se suma que miles de niños que han tenido un comportamiento violento en las escuela han sido etiquetados de agresores sin que se cuente con diagnósticos ni herramientas serias para su detección.

En las escuelas se ha incrementado el número de casos reportados en “dimensiones que no están avaladas por datos serios que nos permitan detectar si realmente hay un aumento de casos, o es sólo que se detectan mejor, pero sin caer en que todo acto de agresión es bullying”.

Propuestas alarmantes

Más alarmante, indicó, es que en entidades como Puebla, el Distrito Federal, Veracruz, Durango, Coahuila y Baja California Sur se han propuesto leyes para “sancionar el bullying, lo que resulta más aterrador, pues se opta por la mano dura con el castigo y la expulsión del agresor, que es justamente lo que debemos evitar. Todos los implicados en el acoso escolar deben recibir atención y no castigo”.

Afirmó que la violencia en la escuela no se limita al acoso entre pares. Hay casos en que el maestro comete abusos serios, como desvestir a sus alumnos, o un padre de familia que llega a balear al maestro. A esto debemos sumarle que miles de escuelas en el país son vigiladas por militares y policías, y que lo primero que ve un alumno al entrar o salir de la escuela son hombres armados, agregó.

Profesores y directivos de secundaria en el Distrito Federal señalaron que la mayoría de los alumnos no tienen claros conceptos básicos de convivencia ni disciplina. En casa nadie les ha enseñado que no es aplicando la ley del más fuerte como se resuelven los problemas. Son adolescentes que pasan gran parte del día solos, con sus celulares y la televisión como única compañía.

Pese a ser considerado por la Secretaría de Educación Pública (SEP) uno de los fenómenos más nocivos del entorno escolar, por lo que cada plantel de educación básica del país debe integrar un comité de padres, maestros y directivos para prevenir y atender los casos de bullying, expertos advirtieron que en los hechos existe muy poco conocimiento de padres de familia, profesores y autoridades educativas sobre lo que realmente son actos de acoso escolar, por lo que no se cuenta con un diseño eficaz de programas de intervención ni de mecanismos de detección temprana.

Sergio Molano Romero, catedrático del departamento de sicología de la Universidad Iberoamericana (Uia) y especialista en sicología educativa y hostigamiento escolar, aseguró que muchos casos reportados por padres de familia “son actos de violencia entre compañeros, pero no necesariamente de hostigamiento.

“La diferencia radica en que en el primer caso, aunque haya una agresión física, no hay una diferencia de poder; pueden ser dos alumnos que discuten y terminan a golpes, pero cuando la agresión es recurrente, se ejecuta sin causa aparente y la víctima no tiene ninguna capacidad de respuesta ni de evadir esa acción, podemos decir que es bullying.”

En las escuelas de educación básica, públicas y privadas, ocurren ambos fenómenos, los cuales no debemos confundir ni atender de la misma manera, añadió.

De acuerdo con investigaciones recientes, el término bullying fue acuñado por el especialista noruego Dan Olweus en 1993 para definir una forma específica de maltrato entre escolares. Se caracteriza, señaló Molano Romero, por actos de abuso y agresión de un alumno o grupo de ellos sobre otro que se encuentra sin ninguna posibilidad de escape a este hostigamiento.

El perfil de un agresor, expresó, es el de una persona con baja tolerancia a la frustración, falta de empatía, lo que le impide comprender cómo puede sentirse la víctima con sus agresiones; puede tener conductas sociopáticas y suele tener relaciones agresivas tanto con sus pares como con adultos, pero, sobre todo, puede prácticar el acoso escolar como una forma de ejercer el poder sobre otros.

La Encuesta Nacional de Discriminación (Enadis) 2010 revela que 4.2 por ciento de los adolescentes de 12 a 17 años se sienten tristes, enojados o con miedo frente a sus compañeros de escuela; otro 14 por ciento considera que el colegio es poco importante en su vida, mientras 4.7 por ciento de los varones y 2.3 por ciento de las niñas consideran que les hacen poco caso cuando están en su centro educativo.

Aunque la mayoría asegura sentirse feliz en su plantel, la Enadis revela que a 8.1 por ciento de los alumnos no hacen caso sus compañeros de salón, aunque 10.4 por ciento aseguran que ellos tampoco toman en cuenta a los demás.

En cuanto a la expresión libre de sus ideas, 8.3 por ciento de los varones considera que no siente ninguna seguridad para hacerlo, mientras 6 por ciento de las niñas enfrentan la misma situación.

Jesús Piña, sicólogo y catedrático de la Uia, especialista en acoso escolar, alertó sobre la necesidad de instituir programas de intervención y atención entre adolescentes de 11 a 16 años, edad en la que considera que se presentan la mayoría de casos de acoso escolar, pues destaca que si bien es grave la violencia física, las agresiones emocionales pueden ser mucho peores y con efectos más destructivos.

El bullying, abundó, sin duda se ha puesto de moda, pero los casos reales deben ser atendidos por su gravedad, y esto implica acceder desde una atención individual para la víctima, pero sobre todo para el agresor, sin perder de vista que es un fenómeno multifactorial.