Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 27 de noviembre de 2011 Num: 873

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
RicardoVenegas

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

El derecho a la dignidad
Oleg Yasinsky entrevista con Camila Vallejo, vocera del movimiento estudiantil chileno

La lírica alemana en México
Daniel Bencomo

Ilija Trojanow, coleccionista de historias
Arcadio Pagazo

Alemania, letra y alma (I)
Lorel Manzano

Rüdiger Safranski, biógrafo del pensamiento
Pável Granados

Peter Stamm, lacónico y explosivo
Herwig Weber

Con Austerlitz en Amberes
Esther Andradi

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Hugo Gutiérrez Vega

Cultura y diplomacia (i de vii)

Uno de los aspectos esenciales de la actividad diplomática es la difusión de la cultura en todas sus facetas y, de manera especial, la relacionada con la creación artística. En nuestro mundo cada día más intercomunicado y en una realidad caracterizada por el enorme cúmulo de información, las culturas aisladas y defensivas son un anacronismo. El signo de nuestro tiempo es el del intercambio de ideas; un intercambio amplio y sin restricciones que debe evitar los excesos del nacionalismo frecuentemente disfrazado de “defensa de la identidad”. Las culturas se enriquecen al comunicarse con otras y al intercambiar información e influencias. Para lograr este propósito deben ser fuertes y estar bien consolidadas; de lo contrario sucumbirán ante el poder de la llamada “cultura metropolitana”, empobreciendo aún más a nuestro mundo al anular o mediatizar las diversidades. Por estas razones, conviene mantener una posición equilibrada respecto a los grandes problemas culturales y evitar los nacionalismos que conducen a la monstruosa “limpieza étnica” y los internacionalismos, políticos o comerciales, que liquidan las diversidades.

La nueva realidad mundial se caracteriza por la agudización de las contradicciones y el enloquecimiento de los regionalismos y parroquialismos. Nos asfixia una serie de angustiosas paradojas: frente a la abundancia informativa se levantan las censuras y las manipulaciones, y los nacionalismos impiden el desarrollo libre de los intercambios materiales y espirituales. Estamos viviendo un regreso a los esquemas tribales de grupos aislados y defensivos, y esta regresión histórica es el producto de los centralismos totalitarios que intentaron la anulación de las peculiaridades regionales. Otra paradoja, igualmente dolorosa, es la del crecimiento incontenible de los fundamentalismos religiosos y del racismo de las “limpiezas étnicas” en el mundo de los grandes hallazgos de la informática, de los viajes interplanetarios y de los espectaculares avances científicos.

Los seres humanos casi siempre se han quejado de la época en que les tocó vivir. En todos los momentos de la historia se han dado los fenómenos derivados del llamado “malestar de la cultura” (Freud dixit), y los hombres hemos padecido similares formas de miedo y de perplejidad frente a la vida y la muerte. Sin embargo, el hombre actual, bombardeado de información y víctima de la desinformación y de las manipulaciones estatales o comerciales, enfrenta las paradojas a las que me he venido refiriendo, y está cada vez más inerme ante las avasalladoras contradicciones. Por esta razón, conviene recordar las palabras de Thomas Mann: “Los hombres nos reconocemos igualmente humanos cuando sacralizamos lo mismo a partir de nuestras diversidades culturales.” Evidentemente, el gran escritor se refería a los aspectos religiosos, pero no olvidemos que en su verdadero sentido, la palabra religión significa religar. Es natural, sano y enriquecedor que defendamos nuestros rasgos característicos (no uso deliberadamente el concepto de “identidad cultural” porque lo considero vago y excluyente, además de que ha sido desgastado por los demagogos y ha servido para disfrazar las peores formas del aislacionismo) para sentirnos orgullosos de nuestras aportaciones a la cultura mundial. En esto consiste el nacionalismo equilibrado, en esto se basa la verdadera actitud patriótica. Los nacionalismos excesivos, en los momentos álgidos de su terrible historia, han sostenido el aislamiento de los pueblos y han afirmado lo nacional como ignorancia del mundo, mientras que el totalitarismo es absolutamente falso pues, como afirma Mann, “a la totalidad le falta, precisamente, la totalidad, ya que el todo no puede estar comprendido dentro de sí mismo”.

(Continuará)

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