Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 27 de noviembre de 2011 Num: 873

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
RicardoVenegas

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

El derecho a la dignidad
Oleg Yasinsky entrevista con Camila Vallejo, vocera del movimiento estudiantil chileno

La lírica alemana en México
Daniel Bencomo

Ilija Trojanow, coleccionista de historias
Arcadio Pagazo

Alemania, letra y alma (I)
Lorel Manzano

Rüdiger Safranski, biógrafo del pensamiento
Pável Granados

Peter Stamm, lacónico y explosivo
Herwig Weber

Con Austerlitz en Amberes
Esther Andradi

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Luis Tovar
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Cuatro de la Muestra y un abrazo

Por estos días ha concluido la primera etapa de la quincuagésima tercera Muestra Internacional de Cine –que en cuanto a contenido ha vuelto por unos fueros que jamás debió perder–, consistente en su exhibición en la Cineteca Nacional, al mismo tiempo que avanzan las exhibiciones en los circuitos cinematográficos de la unam y el ipn, en Cinemanía Loreto, así como en varias sedes de Cinemex, Cinépolis y Lumiere. Prepárese el cinéfilo, en los últimos tres casos, a toparse con desazones tipo una sola película de la Muestra en un complejo de doce salas, contra siete o más de éstas copadas por la más reciente entrega de esa estafa mercachifle de cursilería mediocre de los vampiritos enamorados.

Más adelante vendrá la saludable costumbre de hacer que la Muestra itinere en muchos estados del país, con lo que estos garbanzos en olla darán, en otras latitudes aparte de Ciudad de México, un sabor algo distinto a la cuasieternamismasopa cinematográfica con la cual –machacona y se diría que insidiosamente– a Mediomundo le van matando el sentido del gusto cinero. Las que siguen son algunas de las películas que pueden verse:

El chico de la bicicleta (2011), de los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, previos ganadores por partida doble de la Palma de Oro de Cannes, es un filme consistente con el tono y el sentido autorales que se les re-conoce, sobre todo por El niño (2005) y por Rosetta (1999). El inagotable tema de la búsqueda del padre, abordado aquí con la doble clave de crudeza/ternura tan típica de los Dardenne, se decanta por la segunda parte del binomio sin por ello ceder a tentación ninguna de melosidad o complacencia.

Aki Kaurismaki, célebre autor de Los vaqueros de Leningrado en América (1989) y Un hombre sin pasado (2002), entre muchas otras, abandonó un retiro de más de un lustro para escribir, producir y dirigir Le Havre (2011), a la que le han enjaretado el sensiblero e innecesario subtítulo “el puerto de la esperanza”.  Esta es la primera entrega de una trilogía en la que su autor planea ubicar otras dos historias en sendos puertos europeos. Más que ser la apuesta fuerte, la trama del filme –de suyo lineal y en Kaurismaki extrañamente previsible– pareciera ser un mero vehículo para el despliegue amplio de los caracteres-personajes tan caros al finlandés: más bien insondables, tendientes al hermetismo, tenaces como truchas contra la corriente, pero solidarios contra viento y marea.

Siempre será un riesgo afirmar algo como lo siguiente, pero Había una vez en Anatolia (2011), del turco Nuri Bilge Ceylan, es uno de los filmes más logrados y memorables que a este sumaverbos le ha tocado presenciar. Hermoso en su atipicidad, cálido en su notable manejo de las luces y las sombras, paciente y generoso en su montaje, extraordinariamente bien actuado, este road movie es todo un viaje desde el corazón humano hacia la noche. La trama parte de lo que habría podido ser la semilla de un thriller, pero de inmediato abandona lo que hubiese sido un simple divertimento, un misterio policíaco del montón, para elevarse al nivel –duramente accesible para muchos– de retrato de cuerpo entero del alma, enfrentada en este caso a la muerte o, quizá mejor dicho, a la cotidianidad de la cual la muerte forma parte inevitable.

El inglés Tony Kaye, que se hizo famoso gracias a la bien conocida Historia americana x (1998), dirigió y fotografió Indiferencia (2011), protagonizada de modo excepcional por Adrien Brody en el papel de un profesor sustituto en lo que se supondría iba a ser una-escuela-más-que-ha-de-olvidarse. Instantánea vigorosa, y al mismo tiempo denuncia de un sistema escolar –el estadunidense– que produce sobre todo desinterés, tedio y apatía, la trama postula una posibilidad, así sea mínima, de lograr que algunos destinos por lo menos no se tuerzan irremediablemente.

Bajo estas líneas verá el lector un recuadro a la memoria de Daniel Sada, recientemente fallecido. Va para el querido Daniel un abrazo interminable, y para su familia toda la solidaridad posible.