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Los buenos libros duelen, fascinan y son imprescindibles, dicen

Intolerancia, enemigo a combatir, coinciden Müller y Vargas Llosa

La literatura dice mentiras, pero está llena de verdades, nos hace mejores

Enviado
Periódico La Jornada
Lunes 28 de noviembre de 2011, p. a10

Guadalajara, Jal., 27 de noviembre. Uno de los persistentes males de la humanidad, que se debe combatir en este siglo XXI, es la intolerancia; ya sea que se exprese mediante la discriminación por motivos raciales o de clase, coincidieron en señalar los escritores y premios Nobel de Literatura Herta Müller y Mario Vargas Llosa durante una charla en el auditorio Juan Rulfo, que estuvo a reventar.

Fue un diálogo centrado en la naturaleza de la literatura y su importancia civilizatoria, que Raúl Padilla, presidente de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, calificó como histórico y magnifico, y que tardó varios minutos en darse, pues al principio ambos por separado, daban respuesta a preguntas del escritor y editor Juan Cruz, quien una vez encaminados marcó distancia.

Los planteamientos se intercalaban y por momentos se complementaban. La literatura es imprescindible. Nos permite conocer mejor nuestro idioma, sus posibilidades riquísimas, matizar lo que queremos expresar y desarrolla nuestro espíritu crítico, comenzó Vargas Llosa, y agregó:

La literatura es fundamental en las sociedades democráticas y libres. En muchos países ha sido arrinconada en su aspecto comercial. En Perú no aparece en los planes de estudio y figura sólo como parte de la materia de comunicación. El ver cientos de personas aquí, sobre todo jóvenes, ojalá sea indicio de una preocupación mayor en México por promover la literatura.

Müller planteó que lo bello de la literatura es que diga algo que explique la existencia. De los libros quise saber cómo poder vivir y aguantar la vida. La literatura también duele. Los buenos libros siempre fueron los que dolían, los que me enseñan que el mundo no es feliz, que siempre existe el infortunio, el sufrimiento en el que yo misma estoy inmersa. Y aún así la literatura me consolaba, me reconfortaba sin engañarme. Yo quiero que la literatura me duela y a la vez me fascine.

Vargas Llosa contó que comenzó a leer a los cinco años y que fue una gran felicidad. Pero a los 11 años descubrió el autoritarismo, el miedo y la violencia al irse a vivir su madre y él a Lima, con su padre, a quien no había tratado. La literatura se convirtió en un refugio que me devolvía mi dignidad y libertad perdidas ante mi padre. La literatura era una manera de defenderme de aquello que me frustraba y entristecía.

Escribir no me libera

Müller: “Mi madre me decía que no leyera tanto, porque uno se enfermaba de los nervios. Ese era el miedo instintivo que acaba de mencionar Mario. Uno se pone más sensible y puede ser lastimado más fácilmente. La literatura nos exalta a la vez y nos tranquiliza. Los dictadores lo saben. A la vida no le hace falta eso. La literatura toma ese lugar.

“En Rumania la situación era tan horrible y sin salida: amigos en la cárcel y nada de comer, me preguntaba si tenía el derecho de estar sentadita y leer libros. Yo tenía que esconder mis cosas porque en la noche llegaban a inspeccionar. Si escribo algo no es que me libere, pero entiendo mejor lo que sucedió. No me hace más libre el acto de escribir. Es una libertad interior.

Como dijo Mario Vargas Llosa, es un mecanismo de autodefensa, como una brújula que nos da el norte. Los otros no me lo pueden quitar. Era una necesidad interior, no para hacer algún cambio, sino como un instinto de supervivencia. Estaba perdida, y caí en la literatura, la llave que me permitía vislumbrar la vida. La literatura es un siquiatra de precio accesible. ¿Por qué aguanté?, porque la literatura me ayudó. Algunos de mis amigos se suicidaron.

Al referirse a un planteamiento de Müller, Vargas Llosa dijo que la estética en el arte convierte lo feo en bello. Las cosas tristes no resultan tan negativas. Por ejemplo, cuando madame Bovary se suicida, en una descripción terrible y maravillosa de Flaubert. El autor de La ciudad y los perros dijo que ha releído esa obra cuando se ha encontrado en momentos difíciles, en un sufrimiento que también es un gozo.

Además, se refirió a la afirmación de Müller de que la literatura dice la verdad e instruye. Creo que no, que la literatura dice mentiras, aunque está llena de verdades. Todo ello nos hace una vida mejor y coherente, e ilumina lo que somos y hacemos.