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Luego de su registro, saludó, se abrazó y tomó fotografías con militantes en la sede tricolor

Peña Nieto se dice enemigo de la cargada, pero acepta gustoso el apoyo de la maquinaria priísta
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Militantes del Partido Revolucionario Institucional, provenientes principalmente del estado de México, abarrotaron el estacionamiento de la sede nacional del tricolorFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Lunes 28 de noviembre de 2011, p. 6

A Enrique Peña Nieto (EPN) le suena peyorativo el término cargada, pero no hace gestos si la campesina le ofrece la mayoría de los 10 millones de votos del agro, si la popular le brinda apoyo unánime, si los gobernadores acuden en tropel, si el sector femenino da portazo, si el sitio de honor a su lado es para Joaquín Gamboa Pascoe, con el movimiento obrero organizado a su espalda.

El respaldo de la maquinaria, intacta tras 11 años del Partido Acción Nacional (PAN) en la presidencia, tiene cola, garras, tremendas fauces y melena, pero no es león.

A la cargada la sustituye la pasarela. El precandidato único saluda de mano, se deja querer, agradece con abrazos simulados, se toma fotos. El nuevo Partido Revolucionario Institucional (PRI) elige que la música de fondo del paseíllo corra a cargo de Ennio Morricone.

“¡Gaviota, te amo!”, se desgañitan algunos varones, más emocionados con la esposa que con el precandidato mismo, mientras de las bocinas sale El oboe de Gabriel (a saber por qué, antes del paseo de Peña Nieto, la banda sonora es integrada por Quién pompó, Teibolera, Tres veces te engañé y Rata de dos patas).

¡Éste es el PRI que cumple con las formas!, sentencia el conductor, antes de anunciar la presencia del ex gobernador mexiquense, cuando ya todos lo vieron en las pantallas, cuando la gente empuja hacia la pasarela para verlo de cerca.

El estacionamiento de la sede nacional del PRI es un mar de banderines, un río de siglas, gorros, playeras, cornetas y matracas. Arriba, en los templetes, gobernadores, diputados, senadores y líderes contemplan a las bases gritonas. Todos llegan temprano –los que no, se quedan fuera– para escuchar al precandidato y orador único, al hombre que hace apenas diez años era subsecretario de Gobierno en el estado de México. Meteórica su carrera en puestos públicos, es nada al lado de su ascenso en las encuestas, noventa y tantos por ciento de conocimiento, techo inalcanzable en preferencias de voto.

Militantes morelenses resumen en carteles, con un acrónimo, el valor que muchos priístas conceden al aspirante del copete: EPN: Entrada al Palacio Nacional.

Los ciberactivistas que repiten mensajes idénticos en un afán de inundar las redes sociales, portan un lema enigmático que corona una gran foto de Peña: Tu pueblo te ama, pero tu patria te necesita.

El aguador, el viene viene y el solemne

El único discurso del mediodía nublado se interrumpe brevemente para que el aspirante beba un poco de agua, de una pequeña botella. La escena recuerda otra a un legislador, que la cuenta bajito.

A finales de octubre, en Querétaro, Ricardo Aguilar ofreció el discurso de clausura del foro con el cual la Fundación Colosio buscó, en vano, una contienda de ideas.

Ex presidente del PRI mexiquense y tercero al mando en el PRI nacional, Aguilar dijo que, en julio de 2012, los mexicanos pondremos a cada quien en su justo lugar.

Pero antes de su turno al micrófono, cuando el aparato estaba en manos de Peña Nieto, Aguilar se veía nervioso, hacía señas a sus asistentes, daba instrucciones, se ponía de pie y se volvía a sentar, inquieto en demasía. Su alma descansó en cuanto descubrió que Peña tenía en su poder una botella de agua Evian, de 250 mililitros. Todos los demás invitados tenían botellas de 600, de una marca más barata. Pero no el jefe.

Alza la voz el legislador, pues el sonido ambiental obliga al grito: ¡Además de aguador, en ese evento Aguilar era el representante del presidente del partido!

Los mexiquenses han tomado el control e imponen su estilo.

Desde el micrófono, Peña Nieto deja en claro la importancia de las jerarquías, extenso su recorrido por los cargos de los presentes; al final las bases, que llevan cuatro o más horas aguantando el frío y la llovizna.

La botellita de agua lleva a recordar que hace exactamente un año, en esta fecha, Peña Nieto era novio, y que allá afuera de la catedral de Toluca se vio a un viene viene trajeado, atento a que todo transcurriese sin sobresaltos para los elegantes invitados que arribaban a la boda en un par de autobuses y varias camionetas. No era un guardaespaldas, sino el subsecretario de Gobierno del estado de México, hombre, además, de larga trayectoria política. Y ahí estaba, de paje.

Un beltronista que vino a ver resume: Los mexiquenses son como soldaditos, todos se mueven a la voz de mando. Y son solemnes, con esa solemnidad que uno imagina en el gabinete de Miguel Alemán, que hace escuela y se apodera de quienes no nacieron en la entidad.

Hace unos días, el hidalguense Miguel Ángel Osorio recibió a un senador que tenía entrevista con Peña Nieto. De entrada, éste pidió: de la manera más atenta, por favor, hábleme de usted.

Democracia en riesgo

¿Unidad para qué?, preguntó el senador Manlio Fabio Beltrones al bajarse de la aplanadora. Y aquí está su dominical respuesta.

Peña Nieto lo reconoce, le dedica un gracias por participar y luego se va a las frases hechas y a sus tres compromisos: con la unidad del PRI, con una campaña de ideas y propuestas, y con las causas de México que el partido hará suyas.

El PRI, a quien Peña define como el gran constructor de México, está “preparado para competir y ganar en la democracia… Por eso, aquí lo decimos fuerte: no permitiremos que nuestra democracia se ponga en riesgo, lo haremos comprometidos con la ley y con sus instituciones, porque estamos seguros que al respetarse la voluntad ciudadana, el PRI se encamina a la victoria el próximo julio”.

Y los ilusos que pensaban que sólo las izquierdas tenían en su agenda la posibilidad de un fraude electoral.

Remata Peña: Éste no es el momento de un solo hombre, éste es el momento de todos los priístas.

Tan lo creen, que algunos se permiten incluso hacer chistes, como los militantes capitalinos que alzan su manta: El PRI del DF está fuerte y unido.

Los militantes vestidos de rojo caminan hacia los camiones que los trajeron de varias partes del país, sobre todo del estado de México. En la salida reparten las gorras sobrantes. Se atoran por el lado de Insurgentes Norte, en parte por las camionetas de guaruras, por los BMW y Mercedes Benz que esperan a sus ocupantes.

La espera ha sido larga y el discurso no ha emocionado ni a los militantes más bragados.

Le faltó enjundia, dice un mexiquense de sombrero. Pero ya está, ya comenzó, responde otro, sin mucha convicción. No vino Beltrones, sigue el diálogo en medio de los empujones de la salida. Eso fue culpa de Moreira, responde el informado. En el grupo que se apretuja uno parece el líder: Nos paramos ahí en La Marquesa, los invito al Taco Loco, a mi cuenta. Esa frase sí emociona a dos muchachas que de inmediato cierran las bolsas repartidas en el evento: se guardan sángüiches, bebida, galletas, manitas aplaudidoras y una corneta tricolor.