Opinión
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¿La Fiesta en Paz?

Los mariachis, ¿ganaron?

Adiós, querido Diego Puerta

L

os mariachis ganaron, para parafrasear a san José Alfredo Jiménez, uno de los esplendorosos laicos mexicanos que con su inspiración y canciones han logrado expandir el corazón de millones de seres humanos, luego de que la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) tuvo a bien declarar al mariachi como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, el 27 de noviembre pasado.

¿Pero qué ganaron? Bueno, al lograr el mariachi el ansiado aunque en muchos casos inútil reconocimiento de la Unesco, por lo pronto la carrera a indolentes taurinos y a algunos aficionados, estos últimos preocupados en serio aunque tarde por la suerte que pueda correr a corto plazo la tradición taurina de México, mientras hace décadas una fiesta de toros a merced de frívolos empresarios autorregulados y sin acotamiento alguno por parte de los sectores de la fiesta, de autoridades competentes, de la crítica especializada, aficionados y público, continúa haciendo infructuosa antesala en ese organismo internacional.

¿Y qué más ganó el mariachi con tan sensible reconocimiento? Bueno, con respecto a su lamentable realidad en México casi nada. Sin embargo, este reconocimiento es involuntario pero esclarecedor aviso a los intranquilos aficionados mendicantes de la Unesco con respecto a sus sueños de blindaje y protección de diversas amenazas a la fiesta de toros, independientemente del estado a que la han reducido los taurinos.

Si además de haber enterrado el bolero y otros géneros musicales por voluntad del duopolio televisivo, de las radiodifusoras, de las disqueras, de las autoridades, de organismos responsables de fomentar las tradiciones y la cultura de nuestro país, de los propios músicos, de la sociedad de autores y del manipulable y resignado público, el mariachi y la música ranchera fueron reducidos a ambientadores de fiestas, llevadores ocasionales de serenatas, portadores de nostalgia, reproductores de lo que hoy interpretan las bandas gruperas y habitantes vitalicios de algunas plazas como San Juan de Dios o Garibaldi, ¿en qué modifica el unesquiano reconocimiento esta triste situación?

Ni concursos nacionales de mariachis y música ranchera con la participación de todos los estados de la República, ni composiciones hechas especialmente para estos grupos, ni nuevos intérpretes con carisma promovidos adecuadamente, ni innovaciones de arreglos, ni fusiones imaginativas en esta expresión artística, ni talleres, ni programas de televisión o radio ni nada, salvo una escuela de mariachis que medio funciona en Garibaldi, y aplastando a todos la plaga grupera como exclusiva y excluyente expresión musical del alelado México del falso cambio y las imposiciones idiotas. Ha eso redujimos al mariachi como elemento fundamental de la cultura del pueblo mexicano.

Lo mismo ocurriría con la tradición taurina de México –la de Europa no requiere blindajes y la de Sudamérica es grotesca colonia de España– luego de que la Unesco se atreviera a reconocer a la fiesta de toros como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Aquí permanecería el multimillonario duopolio de los Bailleres y los Alemán, sin imaginación para preservar y reforzar tradiciones; las mismas autoridades carentes de sensibilidad político-social y cultural para contener a los abusivos autorregulados de la fiesta, idéntica falta de presencia e información taurina en los medios y similar resignación del público a la que hoy muestra ante la falta de talento de los que dicen arriesgar su dinero. En ese sentido la fiesta de toros en México sí que está blindada, si no como patrimonio cultural al menos como terapia ocupacional de algunos.

Diego Puerta se llamaba el menudo diestro sevillano del barrio de San Bernardo, fallecido el jueves pasado. Se dice rápido, pero quienes tuvimos el privilegio de verlo, emocionarnos con su valeroso toreo y admirarlo, lo recordamos como uno de esos toreros intemporales cuya afición, vergüenza y respeto por sí mismo, por el toro y por el público lo hicieron uno de los favoritos de la Plaza México a partir de su debut en 1963. ¡Qué contraste con los ventajistas consentidos de la empresa desde hace 18 años!