Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de diciembre de 2011 Num: 874

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

En el mar de la cultura alemana
Alia Lira Hartmann

Nómade, mutante y migrante: literatura alemana actual
Esther Andradi

Teatro alemán en México
Juan Manuel García

Joven poesía alemana

Nueva prosa en alemán

Las trenzas de Herta Müller
Lorel Manzano

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Hugo Gutiérrez Vega

Cultura y diplomacia (II DE VII)

Marx afirmaba que “el arte es una dimensión esencial de lo humano”, y sostenía que para su realización plena era indispensable un clima de libertad y de respeto a las libertades del creador artístico. Para Thomas Mann, el arte libera al hombre de las servidumbres impuestas por la historia actuando como mediador, como una especie de demiurgo nietzscheano. Los seres humanos buscan su liberación por este medio e intentan acercarse a la divinidad o conseguir unos momentos de plena beatitud. Estas trascendentales funciones le otorgan al arte esa “dimensión esencial”, y aunque pertenece a una esfera distinta a la de la vida, precisamente por eso tiene una importancia fundamental en las existencias individuales y en el acontecer de las sociedades. A través de sus cambios y de su permanencia, de sus revoluciones y su carácter de valor estable, el arte se realiza en una historia a la que niega para afirmar los valores míticos. En él todo es ambiguo. No posee las tajantes certezas de la razón, pero la ayuda; no posee tampoco las simplistas recetas de la ideología, pero mejora la convivencia. Por eso es necesario insistir en la defensa humanista del arte y hacer la crítica de las atractivísimas, pero ya superadas, opciones esteticistas. No olvidemos el papel desempeñado por el esteticismo a ultranza en nuestro siglo. Walter Benjamin advirtió, con notable lucidez, que “la estetización de la política es común a todos los fascismos”.

Si el arte es una provocación, una transgresión, una actitud belicosa frente a la vida (Buñuel decía que su película Un perro andaluz era una invitación al asesinato) y un enfrentamiento a las llamadas “buenas costumbres”, es normal que vaya delante de la sociedad y que mantenga con ella un permanente conflicto. El vello púbico de los retratos de Modigliani, por ejemplo, provocó protestas y motines, así que no es extraño que al arte le resulte difícil y tormentosa la relación con los poderes políticos. De naturaleza delicada, requiere apoyo de las instancias políticas y sociales, pero no puede admitir que ese apoyo tenga el más mínimo asomo de formas de control o de censura. Por lo tanto, los gobiernos deben renunciar a controlarlo y a programarlo, pues al hacerlo lo único que logran es desnaturalizarlo y empobrecer a la sociedad. Recordemos el trágico ejemplo del llamado “realismo socialista” y los horrores perpetrados por los totalitarismos de todas las épocas. Si bien bajo ellos y a contracorriente, el arte ha seguido su camino y, en ocasiones, ha triunfado sobre las barreras impuestas por los mecanismos de control (se han dado, por otra parte, muchos casos de verdadera creación coincidentes con las pautas culturales de las ideologías dominantes), la regla general indica que requiere de un clima libérrimo para desarrollarse en plenitud. En este campo, México tiene, en los últimos años, buenas calificaciones, pues ha sabido mantener un amplio margen de libertades para la creación artística y la ha promovido y estimulado a través de programas que, generalmente, no tienen intenciones mediatizadoras. De ninguna manera intento soslayar los errores cometidos por quienes en México nos hemos dedicado a la difusión, promoción y enseñanza del arte desde las instancias estatales o universitarias, pero afirmar que las calificaciones de nuestro país en este campo son satisfactorias significa, simplemente, rendir culto a la verdad.

(Continuará)

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