Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de diciembre de 2011 Num: 874

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

En el mar de la cultura alemana
Alia Lira Hartmann

Nómade, mutante y migrante: literatura alemana actual
Esther Andradi

Teatro alemán en México
Juan Manuel García

Joven poesía alemana

Nueva prosa en alemán

Las trenzas de Herta Müller
Lorel Manzano

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Nueva prosa
en alemán

Estos relatos fueron presentados en el reciente simposio Ni una palabra de más, dedicado al microtexto en idioma español y en alemán, realizado en Lettrétage, la Casa de la Literatura Joven de Berlín. Durante el fin de semana del pasado 22 y 23 de octubre, autores y autoras de España, Argentina, Suiza, Austria y Alemania intercambiaron lecturas, discusiones y experiencias en torno a la escritura de prosa mínima. Gracias a la cortesía de Lettrétage, que ha autorizado a La Jornada Semanal la reproducción de una selección de los textos, se pueden conocer las versiones inéditas en español de esta prosa alemana de gran originalidad y precisión poética, atravesada por ráfagas de humor y misterio.


Ruth Johanna Benrath

Quod erat demonstrandum

¡Nivel tiburón nadando hasta India, felicitaciones, Vasco da Gama! Sin el rodeo de un cierto C., no te rías. La circunnavegación más allá de tus narices terminó en un baño de cuerpo entero, no te preocupes, Magallanes. Todos los gatos son mortales. Y la tierra es redonda, nuevo intento. El descubrimiento de la papa no es tu problema, Gagarin. Solito a través del universo, buen trabajo, camarada: no hay Dios, no hay gatos, demasiado oscuro para las papas.

¡Baja, cosmonauta! Apaga el sol y cuelga las estrellas, Yuri Alekséyevich. Dios es un gato, la tierra es una papa.

Solicitud de trabajo

Por favor, contráteme como corzo alemán. No por las patas sino por la rima. Entre otras cosas soy especialista en precipitaciones acompañadas de un descenso brusco de la temperatura y en pequeños miembros de la parte más inferior del cuerpo (singular). Quisiera ser empleado de rima pareada, sólo separado un renglón de mi hada. Soy un animal puro: rehúyo bromas y gonorrea, mejor me uno con la teodicea. Los germanistas me consideran como rima masculina, ¡pero se equivocan! De género neutro me adapto a mi entorno. Vago gentilmente por los cuentos de hadas o salto expresivo a través de un cántico. Como palabra poseo una larga historia. Mi carrera profesional comienza en el indoeuropeo. Nunca fui la peor palabra del año. Uno me puede reprochar monovocalidad pero ya en plural sirvo de troqueo. Querido songwriter, estimados productores de la televisión privada: mi peculiar campo de acción son los sonidos de los lamentos, ¡inténtenlo! Déjenme pacer en sus versos. Todo lo que ustedes necesitan es un lago azulado, un trébol verdoso y de una pareja el sollozo. ¿Quién falta? ¡Yo... y su redondilla está completa!

¡Hic!

A partir de hoy seré prosaica. Esto de hablar en frases completas, seguramente una cuestión de edad. Pero mi diente de leche es y será mi apuntador, lo llevo siempre conmigo en el bolsillo de mi abrigo. Responde al nombre de Habacuc, a sí mismo se hace llamar Cacho, quizá un seudónimo. Su especialidad: la lengua popular. Habla todos los dialectos desde la Guerra de los Treinta Años hasta el Canciller Federal y sin acento. Su debut: la tesis 96 que profiere cuando brinda. A mí me causa desagrado, particularmente entre especialistas. Sin despeinarse escande maldiciones, un verdadero veterano. A mí me parece que me trata como a su secretaria y me habla en lenguas. Sobre todo cuando hay luna llena, ahí me la paso horas enteras despierta para descifrar sus dictados. Entre dos eructos creí escuchar La Internacional en su versión abreviada.

Lentamente tengo la sospecha de que ya no es tan tímido. O qué opina usted de expresiones como ésta: la palabra es silencio, pero la plata es oro.

Ruth Johanna Benrath (1966, Heidelberg)
Traducción de Juan Morello

Un kilómetro en cuatro minutos

Quien quiera entrar a otro mundo que baje las escaleras de la estación de metro de la Plaza Brandt. Debe esperar hasta que la línea uno desaparezca en el túnel, luego saltar del andén y correr detrás. Al cabo de un kilómetro se llega a la vía de maniobras. Allí hay acordeonistas que tocan tango y alegres parejas que bailan al compás. Hay serpentinas de papel y guirnaldas y mesas cubiertas de manteles blancos con fuentes de chocolate fundido como las que se ofrecen en los catálogos de ventas por correo. Un lechón observa el espectáculo aunque para los vegetarianos hay calabacines, berenjenas y zanahorias. En una habitación lateral se muestran películas francesas, en otra hay libros a disposición, en una tercera esperan interlocutores para todos los problemas posibles, para todos los tipos de personas posibles. Sólo debe ser rápido el que quiera entrar a ese mundo porque si no llega hasta la vía de maniobras en menos de cuatro minutos será arrollado por el próximo tren.

Mudanza

Luego de varios años decidimos con mi novio irnos a vivir juntos. Nos mudaremos a su departamento que es extraordinariamente grande. Hace mucho que le digo: “Pero tanto lugar no necesitas.” Mi novio, hasta ahora, siempre asintió tercamente con la cabeza. La mañana antes de la mudanza hicimos el amor, en silencio, lentamente, casi como de paso. Luego cargamos libros, ropa y mi gran escritorio.


Katharina Bendixen

Desde que me mudé a lo de mi novio su departamento se achica semana a semana. No se debe a que yo vaya ocupando terreno, todo lo contrario. Yo intento adaptarme a los nuevos cuartos de la manera más discreta. Cada día que pasa coloco algunos libros en un estante, hago lugar amontonando sus pulóveres y pongo mis camisetas al lado. Pero esto no sirve de nada ya que mi novio cierra los cuartos con llave, primero uno y después otro. Le echa candado a todo: al cuarto de huéspedes, al baño pequeño, a mi cuarto de trabajo. Yo lo observo y tengo la sensación de que es mejor no preguntar nada.

Ahora estoy sentada en un rincón de su cuarto de trabajo con la computadora sobre las rodillas y escribo este texto. Mi novio bajó a un café para trabajar allí. Quizá después traiga pizza y la comamos de pie en el pasillo. Quizá le pregunte cómo vamos a hacer en el futuro para cocinar sin cocina o dormir sin dormitorio. Quizá no le vuelva a decir nada.

Dormir ii

Cuando me despierto una mosca zumba entre mis dedos. Parece que flotara pero sin avanzar. Sólo después de un tiempo me doy cuenta: la mosca está atrapada en una red que debe haber construido una araña en mi mano mientras dormía. Con las sábanas blancas de fondo los hilos finos de la telaraña casi no se ven. Permanezco tendida sobre un costado y me quedo quieta, sólo muevo los ojos. A la araña no la veo por ningún lugar, en cambio descubro amontonadas delante de mi barriga las agujas de un pino que tengo en mi cuarto y el camino de hormigas que se extiende desde allí hasta la cocina. Musgos y líquenes me causan picazón en la corva: un mirlo construyó allí su nido.

No me sorprendo. En las últimas semanas estuve rara vez despierta. Pudieron haber pasado varios meses desde que me dormí. Observo cómo las hormigas transportan migas de pan a través de mi departamento, cómo la araña retorna a la red con sus ágiles patas. Pasado un rato vuelve el mirlo volando a través de la ventana abierta. Cuando aterriza encima del huevo verde siento el delicado aletear de su ala en mi corva. Cierro los ojos y me interno en el próximo sueño.

Katharina Bendixen (1981, Leipzig)
Traducción de Juan Morello


Judith Keller

Transmitir

Ella llamó a su padre por teléfono. Su voz decía que no se encontraba disponible, que volviera a intentarlo más tarde. Volvió a llamar. Su voz decía que no se encontraba disponible, que volviera a intentarlo más tarde.

Llamó una y otra vez y la voz del padre decía siempre lo mismo. El padre había muerto repentinamente hacía un par de días. La hija tenía la sensación de que él no lo había entendido. Quería transmitírselo de a poco.

Ambición

Ella quería hacer las cosas bien pero consideraba que no le salían. Acepto que no todo pueda hacerlo bien, decía, pero no lo aceptaba. Escribió una carta de despedida. En su opinión tampoco estaba bien. Sólo a su ambición le debía la vida. La carta de despedida no llegó nunca a ser lo suficientemente buena.

Literatura

El chico entró y se sentó a la mesa. Había su comida favorita, pero no dijo palabra. De pronto, luego de meterse una papa frita lentamente en la boca, comenzó a llorar. Cuando su madre le acarició la cabeza, escondió el rostro entre sus brazos y sollozó. Ella no era una madre que hiciese muchas preguntas, nosotros, sin embargo, sabemos que él lloraba por Winnetou, que murió en la página 474.

Judith Keller (1985, Lachen, Suiza)
Traducción de Carlos Capella

Una foto tuya


Andreas Unterweger

Olvidaste en mi casa una foto tuya. Es una foto muy, muy pequeña de ti, con una vela y detrás de ti, en la ventana, un cielo nocturno totalmente negro. Un cielo matinal todavía muy, muy negro. Una foto tal vez como el café que estás tomando en la foto. Muy negro, fuerte, con miel adentro y cardamomo. Quizá con un par de trocitos de tostada, quizá con un trocito de queso de leche de oveja, quizá también con un trocito de aceituna. O de algo de todo lo que siempre hay sobre la mesa a la que tú te sientas, ahí, en tu foto. Una foto que es como una canción, quizá como una de alguien como Van Morrison. O quizá de alguien como Townes Van Zandt. Pero no es una canción de ninguno de ambos. Es una canción que habla de una chica como tú. Que ya está sentada a la mesa de la cocina y bebe café, negro, con miel cuando todavía está oscuro, cuando en la ventana detrás de sí todavía es aún mucho más noche que ya mañana. Esa cosa dulce como la miel, de aquella noche, sería, dice la canción, la esperanza que trae la chica. Que con sólo contemplar el rostro de la chica en la canción, que es como el tuyo, experimenta aquel que le canta. Si éste tan sólo pudiera verla, sólo una vez, aunque más no fuese tan temprano en la mañana, cómo ella está, desveladamente hermosa, sentada a la mesa de su cocina, en su apartamento, y bebiendo el café que él ha preparado, muy negro y con miel adentro. Y de los ojos de la chica dice la canción que son verdes por fuera y negros por dentro, como el cardamomo. “Verdes como la esperanza” dice, un tanto kitsch, tú sabes cómo son los letristas, “profundos como el océano, negros como la noche”. Muy como son tus ojos. Como son tus ojos aquí en la foto, la foto tuya que olvidaste. Puedo escuchar la melodía de la canción sobre la chica que es como tú y cantar a coro, sí, cantando a coro puedo escribir la canción sobre la chica que es como tú cuando te veo en tu foto. Si cierro los ojos veo la foto.

Rock’ n ’roll suizid

“La vida –dijo Hans– es un cigarrillo. Algunos lo apoyan enseguida, apenas comenzado, en el cenicero, donde lenta, muy lentamente, alejado de las manos de Dios y de los hombres, éste se consume... Otros, en cambio –dijo mientras le daba una pitada tan fuerte a la colilla de su cigarrillo, que llegó a arder hasta el filtro, chamuscándole los pelos de la barba alrededor de la comisura del labio, donde lo tenía encajado– otros, en cambio –dijo arrojando a cada palabra torrentes de humo amarillo sucio por la boca y los agujeros de la nariz–, otros, en cambio –dijo Hans– hacen como yo.”

Andreas Unterweger (1978, Graz, Austria)
Traducción de Carlos Capella

Cuerpos celestes i


Rike Bolte

Al lado de los gigantes, las enanas, blancas y de frialdad estable, demuestran su agotamiento. Saben que abundan y que los gigantes las enceguecen. Su consuelo está en que cuando además ennegrezcan, no las verá nadie. 

Cuerpos celestes ii

Esta tarde vino el señor del gas. Me comentó que sufría inestabilidades de temperatura y contracciones. Cuando lo intenté tranquilizar –me parecía que su malestar tenía que ver con la edad y con la altura de la ciudad donde él no hace mucho ejerce su trabajo– me dijo que le pusieron una sonda. No supe contestarle. Después de que se fue, abrí una ventana en la red que estaba a mi alcance y lo vi acercarse otra vez hacia mí, en otras dimensiones. Entendí que era un hombre de gran intensidad, de una estructura interior compleja. También me enteré que vivía lejos, por la ciudad satélite. Desde ese momento me imagino algún tipo de alianza.

Rike Bolte (1971, Kassel)
Traducidos por ella misma