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Economía Moral

Para refundar la política social / I

Indicadores agregados del fracaso del modelo social neoliberal en México

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uando están iniciando las campañas electorales para renovar el Poder Ejecutivo federal, los mexicanos, como si se tratara del fuego nuevo, hacemos propuestas para reconstruir el país. Es un momento de reflexión sobre el futuro de la nación. Con ese espíritu inicio hoy una serie de entregas sobre la política social que complementan entregas anteriores, en particular la serie Para reformar la reforma social neoliberal (octubre 8, 15, 22 y 29 de 2010), en la cual abordé el fracaso del programa Oportunidades, símbolo central del modelo social neoliberal adoptado por el gobierno federal. A partir de hoy complemento lo analizado en aquella serie con algunas evidencias agregadas del fracaso del modelo social neoliberal. Empiezo analizando los factores determinantes de los ingresos del trabajo, la evolución de la seguridad social y la evolución de la pobreza. En conjunto, estas evidencias y las del fallido Oportunidades muestran el fracaso del modelo social neoliberal, que derivan en la necesidad de refundar la política social. El segundo paso en la serie será analizar el modelo social vigente en el DF contrastante con el modelo social neoliberal adoptado a nivel federal. El tercer y último paso será discutir las opciones del nuevo modelo social que es necesario crear desde ahora.

El ingreso laboral (proveniente del trabajo) por persona en un hogar depende de 1) la tasa de dependencia que expresa el cociente entre el tamaño del hogar y el número de ocupados (cuántas personas dependen de cada ocupado); y 2) el nivel de ingresos promedio de los ocupados. Como han insistido los demógrafos, México está gozando del llamado ‘bono demográfico’ pues ahora tenemos una parte importante de nuestra población en edad de trabajar, lo que elevaría las tasas de participación en la actividad económica, disminuiría las tasas de dependencia y elevaría el nivel de vida de los hogares reduciendo la pobreza. Como se aprecia en el cuadro, las tasas de dependencia bajaron de 3.46 en 1977 a 2.28 en 2006 pero rebotaron entre 2006 y 2010, llegando a 2.42. Esto significa que el número de otras personas que cada ocupado debe mantener (aparte de sí mismo) bajó de 2.46 en 1977 a 1.28 en 2006, casi a la mitad. Éstas serían muy buenas condiciones para reducir la pobreza de ingresos. Pero la reducción más importante en la tasa de dependencia se da entre 1989 y 1998 (baja en 0.73), mientras en el sub-periodo 1998-2010 la tasa de dependencia casi se estanca.

Pasemos al segundo determinante del nivel de ingresos por persona en un hogar, el nivel de las remuneraciones al trabajo. Como indicadores de éstas usaré el salario mínimo (SM), las remuneraciones promedio de cuentas nacionales y las medias de ingresos por trabajo captadas en las encuestas de empleo. El número de perceptores de ingreso mínimo anual (NPIMA, que es igual al SM diario por 390 para dar cabida al aguinaldo, la prima vacacional y el reparto de utilidades) y el número de perceptores de remuneraciones medias (NPRMA) de cuentas nacionales necesarios para adquirir la CNSE (Canasta Normativa de Satisfactores Esenciales) de Coplamar para la familia promedio de 1977, son excelentes indicadores (inversos) del poder adquisitivo de los ingresos del trabajo. La gráfica muestra su evolución de 1963 a 2010. En ella se identifica el periodo 1976-1982 como la meseta más alta en el poder adquisitivo del IMA. En 1977 el número observado de perceptores promedio por hogar, si en promedio hubiesen percibido el IMA, hubiesen bastado (y sobrado) para adquirir la CNSE del hogar promedio. No serían pobres de ingresos. Una interpretación flexible concluiría que se cumplía la norma del artículo 123 constitucional. Durante los años 60 el poder adquisitivo del SM (y del IMA) aumentó y llevó al pico de los 70. Desde entonces, la caída del poder adquisitivo del SM ha sido estrepitosa, como puede verse en el aumento del NPIMA que se mueve de menos de 2 en los 70 a más de 7 actualmente. El deterioro coincide con el periodo neoliberal (desde 1982) y es la expresión de una desvalorización del valor de la fuerza de trabajo buscada, primero como una estrategia para disminuir la demanda interna, aumentar las exportaciones y así generar un excedente de divisas para dar servicio a la deuda externa; y después para que los salarios actuaran como ancla inflacionaria. La política de SM no tendría tanta importancia (pocos aceptan ya trabajar por un SM) si no se aplicasen los aumentos porcentuales al mínimo como línea para la negociación de los salarios contractuales” y si en las pequeñas empresas no se aplicase una política de alzas salariales en correspondencia con los aumentos nominales al mínimo. El lector puede ver en la gráfica cómo en los periodos 82-84, 88-90 y 95-96 el NPRM ‘sigue’ al aumento del NPIMA. Sin embargo, un nuevo fenómeno en las remuneraciones medias que se aprecia entre 1991 y 1995 es la baja del NPRM al tiempo que el NPIMA sigue subiendo, fenómeno que, pasada la crisis del 95-96, vuelve a aparecer.

El indicador de remuneraciones medias de cuentas nacionales, sin embargo, es un indicador problemático1. La evolución del salario promedio real por hora trabajada captado por las ENE (encuestas nacionales de empleo) entre 1995 y 2004 y por las ENOE (encuestas nacionales de ocupación y empleo) del 2005 al 2010, puede servir, por tanto, para validar o invalidar la evolución del NPRM en el mismo periodo. En la serie ENE-ENOE se encuentra que entre los segundos trimestres de 1995 y 2010 el salario real medio termina casi en el mismo nivel al que empieza (haciendo 1995=100, termina en 101.3), pero ello es resultado de una baja pronunciada entre 1995 y 1999, cuando llega a 83.5, seguido de un alza con fluctuaciones que llega a su máximo en 2007 con 111.2, para después caer hasta 101.3 en 2010. Este movimiento coincide, en el primer sub-periodo 1995-99 con el alza del NPRM en esos años como se aprecia en la gráfica. Aunque en ella están ausentes los valores de los años 2000 a 2002, la recuperación de los salarios medios de las encuestas de empleo en el segundo sub-periodo coincide con la baja del NPRM entre 1999 y 2007. Por último, en el sub-periodo 2007-2010 aparece una fuerte divergencia entre ambas fuentes, pues el NPRM siguió bajando entre 2007 y 2008, y aunque repuntó levemente en 2009 su valor en este año sigue por debajo del de 2007, aunque es probable que la divergencia de tendencia se disipe al incluir 2010.

La baja drástica de salarios para la inmensa mayoría anuló así la oportunidad que brindaba el bono demográfico, traducido en baja de la tasa de dependencia, y como veremos en la próxima entrega, llevó a la persistencia de niveles de pobreza (tanto de ingresos como multidimensional) superiores a los de los años setenta.

1 Para una explicación de los problemas de este indicador, véase Julio Boltvinik Condiciones de vida y niveles de ingreso en México, 1970-1995, en José Antonio Ibáñez Aguirre (coord.), Deuda externa mexicana: ética, teoría, legislación e impacto social, Plaza y Valdés y Universidad Iberoamericana, 1998, p. 261.