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Violencia en la frontera
De 250 familias, 14 resisten asedio de clan que busca despojarlos en Juárez

Los hermanos Zaragoza obligaron a huir de Lomas de Poleo a cientos, denuncian

El hostigamiento, para apropiarse de predio en litigio, señalan vecinos afectados

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Ciudad Juárez es conocida por los cientos de asesinatos impunes de mujeres, el auge del crimen organizado, la proliferación de maquiladoras y las altas cifras de muertes por el combate al narco. En la imagen se previene sobre los peligros de cruzar el río BravoFoto J. Guadalupe Pérez
Especial
Periódico La Jornada
Domingo 11 de diciembre de 2011, p. 3

Ciudad Juárez, Chih. De 250 familias que llegaron hace 40 años a poblar la colonia Lomas de Poleo, sólo quedan 14. Son los más viejos, los que ya nada tienen que perder porque nada tienen, además de un puñado de mujeres y otro de niños que este año se quedaron sin la escuela que funcionaba desde 1980, por lo que actualmente permanecen junto a sus padres en un plantón dentro de las oficinas de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Ahí toman clases en un campamento improvisado, en demanda de que se reabra su primaria.

Los demás salieron huyendo de los asesinatos, el hostigamiento, la vigilancia armada, la quema de casas, la vida dentro de un cerco de púas semejante a un campo de concentración y el sacrificio arbitrario de sus animales de crianza, acciones que imputan a los hermanos Zaragoza, pertenecientes a una de las familias más poderosas de este estado, propietaria de empresas gaseras, lecherías y desarrollos inmobiliarios, pero, sobre todo, dueños de la vida de quien se les atraviesa en el camino.

En pleno desierto, en el oeste de esta ciudad conocida por los cientos de asesinatos impunes de mujeres, el auge del crimen organizado, la proliferación de las maquiladoras, las cifras más altas de muertes dentro de la conocida guerra contra el narco (9 mil, según las organizaciones sociales), estas 14 familias resisten y se niegan a dejar su tierra.

Olvidados entre los olvidados, se les pregunta: ¿por qué no se van? ¿Por qué no aceptan un trato antes de que algo les pase? ¿Qué hacen aquí, en medio de la nada? Una triste sonrisa enmarca una serie de preguntas lanzadas como respuesta: ¿usted tiene casa? ¿Y si le dijeran de un día para otro que la tiene que dejar, que ya no es suya, que se tiene que ir? ¿Qué haría? ¿Se iba así nomás?

El grupo de colonos se reúne para contar por enésima vez su historia. En ocho años han disminuido paulatinamente. De las primeras 250, luego fueron 100, 50, 25... 17 eran la última vez que los entrevistamos. Hoy sólo quedan 14, divididas en dos grupos: seis familias viven dentro de un cerco de postes y alambre de púas, con tres casetas custodiadas por personal armado al servicio de los Zaragoza, y las otras ocho sobreviven del otro lado de una carretera recién construida por los empresarios. Aquí no hay casetas, pero los guardias patrullan el pequeño caserío a caballo o a bordo de camionetas.

Hasta 2003 Lomas de Poleo era una colonia conformada por familias llegadas de cualquier parte del estado y del país, gente sin dinero y sin propiedades, trabajadores de las maquiladoras, vendedores ambulantes, criadores de animales que se apostaron pacíficamente en 345 hectáreas de un terreno desértico y polvoso olvidado por todos.

Poco a poco su situación se fue regularizando y el reconocimiento de su estatus de colonos se fue dando con la instalación de la energía eléctrica y su respectivo cobro, la construcción de la escuela primaria, un kínder, una capilla, la obtención de credenciales electorales y un largo etcétera con el que demuestran la posesión del lugar desde hace décadas.

En 2002 la familia Zaragoza Fuentes decidió que pertenecía a ella este sitio, que se ubica dentro de un perímetro de 25 mil hectáreas que la Secretaría de la Reforma Agraria declaró propiedad de la nación el 17 de abril de 1975. Y una madrugada de marzo de 2004 un grupo de unos 300 cholos, malandros, gente de los Zaragoza, cercó la colonia. De la noche a la mañana levantaron casetas de vigilancia y un cerco de postes y alambres de púas que hasta el día de hoy rodea el predio. Los guardias empezaron a tumbar casas, se robaron los muebles, mataron animales y después acabaron con las tiendas, quitaron la luz, el servicio de transporte público. Mucha gente se empezó a ir por el fuerte hostigamiento y la policía municipal decía que no podía hacer nada, cuenta José Antonio Espino hijo, cuyo padre llegó a estas tierras en 1970, aunque los primeros (arribaron) desde 1968 y luego empezaron a solicitar la regularización a la Reforma Agraria.

Este predio actualmente está en litigio, así es que ni ellos ni nosotros somos dueños hasta que se termine el juicio, pero nosotros tenemos la posesión. Y este año, ya lo más reciente, ellos hicieron que la SEP no enviara maestros a la escuela primaria ni al kínder. Hay 60 demandas por despojo desde hace cuatro años y ni una sola ha procedido. Ni siquiera el asesinato a palos de Luis Guerrero en 2008 se ha aclarado, y tampoco los dos niños que murieron a causa de un incendio que fue provocado.

En todo esto, señala Alfredo Piñón, todas las autoridades son cómplices, porque aquí los Zaragoza mandan, hasta los propios ministros de justicia nos dicen que no vamos a poder contra ellos.

Es dura la vida dentro de un cerco, es como estar dentro de una cárcel, aquí no vivimos en libertad, dice Silvia Valdez, y cuesta mucho trabajo abastecerse porque acabaron con todas las tiendas. Vivimos con la luz de las velas, sin gas y sin agua, porque no dejan entrar las pipas. Nos tienen encerrados. No puede venir nadie a visitarnos. Nos mataron a nuestros marranos, conejos, perros, gallinas; todo lo mataron y a los que quedan los matan de hambre, porque tenemos prohibido pasar alimento para los animales. Tampoco podemos pasar nada para el mantenimiento de nuestras casas, como pintura o láminas. Apenas nos movemos nos vigilan. No podemos salir porque si dejamos sola la casa nos la queman. ¿Que de qué vivimos? Pues si antes comíamos una tortilla, ahora comemos la mitad.

A Alfredo Piñón le dieron una paseadita en 2008 y luego lo tiraron en el monte. Le tumbaron la casa e interpuso una demanda. Me ofrecieron 20 mil pesos y les dije que se los metieran donde les cupieran, relata.

Aquí, dice José Luis Rocha, está toda nuestra vida. No la queremos dejar morir. Somos gente enraizada. ¿Qué les falta? ¿Ya nos hicieron de todo? ¿Cuál es el método que sigue? ¿Sabe qué? Lo que pasa es que tienen mucha rabia porque somos unos mugrosos y orgullosos que no nos queremos ir y ellos son muy poderosos y no han podido. Aquí nos vamos a quedar. Matarnos es la única manera de sacarnos, qué más da.

A bordo de una camioneta recorremos el perímetro alambrado. Puro polvo, desierto cercado. La nada, a simple vista. Sólo la carretera recién construida y que explica la codicia por estas tierras. Se trata, relatan los colonos, de parte del proyecto binacional San Jerónimo-Santa Teresa, obra multimillonaria con empresarios de ambos lados de la frontera. Por eso quieren estas tierras y por eso les estorbamos tanto.

Pedro Zaragoza Fuentes es propietario de negocios en ambos lados de la frontera y auspiciador de importantes firmas de bienes raíces. En Ciudad Juárez encabeza el Holding Agroindustrial Zaragoza, grupo propietario de más de 30 empresas.

En el otro extremo de la escala social está la casa de Lucy Carrillo, una de las mujeres que resisten porque entre el dinero y las tierras, mis animales y mis hierbas me quedo con lo segundo. Desde el patio de su modesta casa de adobe y madera se vislumbra claramente Santa Teresa, el puesto fronterizo entre México y Estados Unidos, ubicado a unos 20 kilómetros de Lomas de Poleo, en el corazón del planeado corredor industrial que unirá los intereses económicos de Nuevo México y Ciudad Juárez. Pero 14 familias de mugrosos y orgullosos aún les estorban.