Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de diciembre de 2011 Num: 875

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Una señora suspendida
Kikí Dimoulá

Una flauta mágica
de Peter Brook

Andrea Christiansen

Soy ojo que mira,
soy puente

Alessandra Galimberti

Tomás Segovia
y la plenitud

Xabier F. Coronado

Una vida honrada
y de trabajo

Raúl Olvera Mijares entrevista
con Tomás Segovia

Cuarto rastreo
Tomás Segovia

Poema
Francisco Segovia

25 años de Casa Silva
de Poesía de Bogotá

José Ángel Leyva

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Alejandro Michelena

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Jorge Moch
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La vida en un día

Ridley Scott es un director de cine famoso por algunas de las películas que ha dirigido, como Blade Runner, y porque en 2003 la reina de su país lo nombró sir. Como todo director de cine taquillero, Scott ha tenido películas buenas y otras olvidables. Casi siempre se le asocia con el cine comercial y grandilocuente. Por eso sorprende que estuviera tan involucrado en un proyecto fílmico, pero que no es realmente una película, casi un documental y ni siquiera propiamente pensado para el cine o la televisión, sino para internet, sumando a la ecuación el portal de videos Youtube. Es más, Scott ni siquiera lo dirigió, pero lo hizo posible como productor ejecutivo. La brújula en lo general se la encargó a otro director británico, Kevin Macdonald, aunque precisamente por el espíritu ecléctico del proyecto la dirección se delegó entre otras diez batutas. Más que otro producto solamente audiovisual, se trató aquí de una suerte de experimento social al que convocaron sir Ridley y Youtube. En la producción también participó el hermano de Ridley, Tony, quien también es cineasta, y otros productores más o menos afamados como Caroline Gerard o Malcolm Reeve. La distribución inicial estuvo a cargo de National Geographic Films.

La noticia de suyo no es nueva. Los organizadores se encargaron de lanzar una convocatoria el año pasado, pidiendo que les fuera enviado material filmado en video de cómo transcurren las veinticuatro horas del día en cualquier lugar del mundo, en cualquier estrato social, en cualquier situación. Se fijó como fecha para filmar lo que fuera que la gente considerase importante el 24 de julio de 2010. El resultado fueron miles de horas de material fílmico de las más variadas tesituras, temas, motivaciones y mensajes, desde la más enternecedora de las escenas hasta la más brutal; desde jocosos chispazos de ingenio o inocencia hasta las más execrables manifestaciones del fanatismo e ignorancia, para entregar, después de maratónicas sesiones de edición y postproducción, algo así como hora y media repartida en un sinfín de entrecruzamientos, de posturas, de ángulos, de emociones vertidas en inglés, español, francés, italiano, japonés, alemán, indonesio, papiamento, balinés, portugués, ucraniano, vietnamita, criollo haitiano, catalán, bengalí, holandés, kikongo, hindi, masai, árabe, quechua y ruso. Un verdadero mosaico de humanidad. El título de tanta multicultural estridencia es simplemente Life in a Day, La vida en un día.

Lo que sí es noticia reciente es que después de un más bien discreto paso por algunas salas de cine, desde principios de noviembre La vida en un día se puede sintonizar en internet y disfrutarse de manera gratuita, simplemente entrando al micrositio de la película (la primera transmisión se hizo vía Youtube y a través de algunos distribuidores asociados el 27 de enero, desde el Sundance Festival, en Colorado, Estados Unidos) en: www.youtube.com/lifeinaday.

El matiz de mosaico bizantino deja entrever en todo su eclecticismo la lista de los directores que colaboraron en el proyecto: Kevin Macdonald, británico; la parisino-londinense Natalia Andreadis; los estadunidenses Lisa Cottrell-Bentley, Jane Aubrich, Joaquin Montalvan y Cec Zuqy Marquez; el guatemalteco Alejo Crisóstomo; la balinesa Soma Helmi; el indio Aditya Kolli; el francés Frederic Lumiere y el canadiense Joseph Michael.

Once directores pero mucho más que solamente once miradas. La gloria y la tragedia del ser humano en un mosaico de imágenes y diálogos, de semblantes, rutinas, silencios, paisajes, miedos, alegrías y sinsentidos que más o menos logra retratarnos con la entrópica impertinencia de nuestra naturaleza voluble y amorosa, depresiva y responsable, enloquecida y simple: la pureza dialogal de un niño, la mirada abismada de un anciano, la incertidumbre risueña de una mujer que ha saltado momentáneamente el escollo letal del cáncer, el aburrimiento cotidiano de una adolescente que no conoce el hambre, la guerra o el desamparo, la sabiduría cruda del desamparado y la simple estupidez del enajenado.

De lo más alambicado de la sensibilidad estética a la soez crueldad del matarife o el soldado, y sin embargo, sin amagos sensibleros, pero sobre todo desde la visión de la carne viva de quienes poblamos las atestadas ciudades y algunos, pocos, vistosos rincones de este planeta, La vida en un día es quizá uno de nuestros mejor logrados espejos. Bien vale la pena asomarnos un poco y encontrarnos allí, tan grandes y tan pequeños por igual.