Opinión
Ver día anteriorSábado 17 de diciembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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De lo inconcluso
M

ichel Descombey In memoriam

La historia de la música es abundante en partituras que permanecieron inacabadas, y que a lo largo del tiempo han sido objeto de toda clase de investigaciones, especulaciones, adiciones y terminaciones. Así, la ópera Turandot de Giacomo Puccini, terminada por Franco Alfano, y la obra maestra de Alban Berg, Lulú, concluida por Friedrich Cerha. El violista húngaro Tibor Serly se encargó de terminar el Concierto para viola de su compatriota Bela Bartók, mientras a William Carragan le fue confiada la tarea de terminar el último movimiento (del que sólo existían unos cuantos bosquejos) de la Novena sinfonía de Anton Bruckner. Después de un intenso estira y afloja con la viuda de Gustav Mahler, su fragmentaria Décima sinfonía fue interpretada en la versión concluida por Deryck Cooke con la colaboración de Berthold Goldschmidt, Colin Matthews y David Matthews. Y en años subsecuentes otros músicos (Remo Mazzetti Jr., Joe Wheeler) hicieron sus propias Décimas de Mahler. En nuestro ámbito, Silvestre Revueltas dejó inconcluso su ballet La Coronela, mientras Carlos Chávez no terminó su Concierto para violoncello y Daniel Catán murió sin acabar su ópera Meet John Doe.

Hace unas semanas, el diario finlandés Helsingin Sanomat dio a conocer la fascinante noticia del hallazgo de unos cuantos bosquejos de la Octava sinfonía de Jean Sibelius. Las investigaciones más fidedignas indican que esta inexistente obra fue cabalmente terminada por Sibelius quien, en un feroz arranque de autocrítica y duda creativa, arrojó la partitura a la chimenea de su residencia Ainola, cercana a la localidad de Järvenpää, en 1945. La verosimilitud de este trágico momento musical parece ser confirmada más allá de toda duda por los diarios de Aino Järnefelt, la esposa del enorme compositor finlandés. A partir de la aparición de los bosquejos, diversos musicólogos (entre ellos Timo Virtanen) los han estudiado y han llegado a la conclusión de que las anotaciones del puño y letra de Sibelius parecen confirmar más allá de toda duda que se trata, en efecto, de fragmentos de la Octava sinfonía, obra mítica a la que el crítico musical del Helsingin Sanomat, Vesa Sirén, se refiere como el Santo Grial de la música finlandesa.

Lo realmente atractivo para el melómano interesado en Sibelius y su música es que el diario finlandés organizó una lectura orquestal de los bosquejos, a cargo de la Filarmónica de Helsinki, bajo la dirección de John Storgards. Esta lectura se hizo prácticamente en privado, como colofón a uno de los ensayos cotidianos de la orquesta, y los escasos y privilegiados testigos de la lectura describen el ambiente casi religioso que rodeó al acto. Se da testimonio de que el encargado de prensa de la Filarmónica de Helsinki rompió en emocionado llanto, y no es para menos. El caso es que el Helsingin Sanomat se encargó de hacer un sencillo video de la lectura, que está fácilmente accesible en Internet.

Difícilmente, este par de minutos de música inconexa pueden dar una idea cabal de la dirección que estaba tomando el pensamiento sinfónico de Sibelius. Parecería evidente, sin embargo, que el compositor había entablado una lucha sin cuartel entre dar una continuidad orgánica al desarrollo musical planteado hasta la Séptima sinfonía, y actualizarse a la luz de los rumbos nuevos que la música había tomado en manos de compositores como Igor Stravinski y los integrantes de la Segunda Escuela de Viena. Es probable que la imposibilidad de resolver satisfactoriamente esa pugna haya llevado a Sibelius, tristemente para nosotros, a arrojar a la pira hogareña el manuscrito de su Octava sinfonía. La parquedad de los bosquejos hallados de la Octava no permite pensar en la posibilidad de completar la sinfonía. Sin embargo, algunos idealistas esperanzados aluden a la posibilidad de seguir buscando, por ejemplo, en el legado del copista de la música de Sibelius. Ojalá…