Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 18 de diciembre de 2011 Num: 876

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Gira literaria
Vilma Fuentes

Correspondencia póstuma con Jorge Turner
Rossana Cassigoli

Efraín y María en
La Casa de la Sierra

Marco Antonio Campos

Gelman, el árbol
de la poesía

José Ángel Leyva

Santos Discépolo,
del teatro al tango

Álvaro Ojeda

La Banda Mágica
sin Beefheart

Juan Puga

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Orlando Ortiz

Magnífica radiografía

Algunos arqueólogos y antropólogos tienen la virtud de escribir no solamente con decencia, sino también y sobre todo con amenidad; si a lo anterior agregamos buen tino para elegir sus temas y habilidad para exponer el resultado de sus investigaciones, podría afirmar que algo inevitable es un libro ameno y muy interesante. Por ejemplo El Toro de Minos, de Leonard Cottrell , Los hijos de Sánchez, de Lewis, Palenque y su tumba real, de Alberto Ruz Lhuillier, y otros que escapan a mi anémica memoria.

Este juicio acabo de confirmarlo con la lectura de ¿Acaso son humanos?, de Amaranta Arcadia Castillo Gómez. Como título secundario, que de inmediato despertó mi curiosidad e interés, tiene el de “Procesos identitarios en el capitalismo tardío, coreanos y mexicanos en la huasteca tamulipeca”. Sabía que eso de “huasteca tamaulipeca” se refería a Tampico, si bien este puerto no es toda la huasteca tamaulipeca. La mención de los coreanos también me refirió de inmediato a la ciudad uerto mencionada, pues ahí se presentaron algunos conflictos menores hace algunos años, a raíz de su presencia como técnicos y trabajadores de la empresa contratada para la modernización de –entre otras– la refinería  de Ciudad Madero, Tamaulipas.

Eso que ahora llaman “leyendas urbanas” menudeaban en torno a los coreanos, sus costumbres, su comportamiento entre ellos y para con los tampiqueños, etcétera. Estas leyendas urbanas daban pie a comentarios con fuerte tufo a xenofobia, de ahí que me interesara el tema visto desde una perspectiva científica seria y no fincada en meras impresiones gratuitas y calificaciones empíricas. Un elemento insertado en la portada aumentó mi curiosidad morbosa: un ovni o “platillo volador”. Esto porque se trata de otra leyenda urbana, la de los marcianos o extraterrestres (en mis tiempos estos siempre eran marcianos) que protegen a Tampico. Lo increíble es cómo el imaginario ha ligado ambas circunstancias, es decir, la presencia de los coreanos con los extraterrestres. Una muestra es el párrafo que transcribimos a continuación:  “Los coreanos son herméticos, muy groseros, pero eso sí, saben de computadoras y esas cosas. Se decía que en realidad eran extraterrestres que estaban construyendo una nave para salir de la Tierra...” Tal comentario lo hace un joven petrolero.

El trabajo de campo realizado por Amaranta Arcadia es riquísimo, sobre todo el relacionado con los coreanos. Pero lo es también la plataforma de antecedentes históricos, sociales y políticos, en la que expone cómo se fue estructurando Tampico, la época petrolera, la configuración social “multicolor” (término mío), la cuestión sindical (aunque se ha menospreciado el tema, muchos anarcosindicalistas estuvieron y trabajaron en el puerto). La bronca “intertamaulipeca” (los obreros tampiqueños no eran partidarios de Emilio Portes Gil ni obedecían sus orientaciones), las condiciones de vida en los primeros veinticinco años del siglo xx, período en el que se dan desde las atrocidades de las compañías petroleras (recuérdese La Rosa Blanca, de Traven, por no mencionar más narraciones al respecto) hasta las actividades de la Liga Antichina, etcétera. En pocas palabras, hace una espléndida síntesis que desemboca finalmente en el análisis de los procesos culturales en el capitalismo tardío y los procesos identitarios ya en un sistema capitalista global.

Todo lo anterior se explica porque el libro fue inicialmente una tesis de maestría, que posteriormente trabajó, supongo, para que adquiriera un ritmo y forma más libresca, menos académica. Para mí, afecto, por no decir adicto, a las cuestiones de vida cotidiana, la parte más rica y sabrosa es la que se refiere a los testimonios de su trabajo de campo, en los que incluso surgen, naturalmente, las cuestiones de la comida.

Ya no recuerdo si es en este apartado o en otro en el que cuenta cómo los tampiqueños estaban convencidos de que los coreanos comían perros, ratas, gatos, todas esa porquerías (la idea generalizadas era la suciedad y perversiones de los coreanos); y como los perros son animales “muy humanos”, comer perro equivale a una especie de canibalismo, y si ellos comen perro seguramente también son capaces de comerse entre ellos, ergo son ¡caníbales! Cosas de la lógica obediente a los imaginarios sociales.

La autora, en fin, nos entrega en este volumen una sarta riquísima de observaciones agudas y certeras sobre ambos temas aludidos, así como también en cuanto a la sociedad de este controvertido puerto que se preguntó si los coreanos en realidad eran seres humanos.