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La política y la cultura, de la mano
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ecientemente se han suscitado algunas discusiones alrededor de la cultura como factor determinante de las posibilidades para triunfar en una elección democrática para presidente de la República. Por el tono áspero y agresivo que han empleado las partes, no parece que lo que se discute es el efecto de una cualidad humana, que hay razones fundadas para esperar por lo menos, inteligencia suficiente para resolver situaciones conflictivas, valiéndose para ello de, como define la Real Academia Española: El conjunto de todas las formas, los modelos o los patrones explícitos o implícitos, a través de los cuales una sociedad se manifiesta.

Como tal, la cultura incluye lengua, costumbres, prácticas, códigos, normas y reglas de la manera de ser, vestimenta, religión, rituales, normas de comportamiento, y sistemas de creencias, continúa la definición de la academia, expresando que desde otro otro punto de vista, se puede decir que la cultura es toda la información y habilidades que posee el ser humano. El concepto de cultura es fundamental para las disciplinas que se encargan del estudio de la sociedad, en especial para la sicología, la antropologia y la sociología (vigésima edición del Diccionario de la lengua española).

Ciertamente, no es una definición para los no iniciados en estas acitividades, en las que de lo que se trata es de aclarar los modos de expresión de las ideas, y no de complicarlos más de lo que ya es, paradójicamente, complejo y difícil, que es el trato entre los seres humanos, lo que debería ser algo innato y dado naturalmente a los hombres, los que nos entendemos mejor cuando somos pequeños y no sabemos hablar todavía, pues a medida que vamos adquiriendo en plenitud las facultades que corresponden a un adulto, llegamos al punto de no entendernos ni siquiera a nosotros mismos, y muchísimo menos a los demás.

Desde el siglo XX, de manera muy especial, aunque no exclusivamente, se identifica lo significado por este sustantivo, con las artes y las humanidades, con lo logrado en la actividad intelectual como la literatura, la música, la pintura y la filosofía.

En el Thesaurus de la Universidad de Oxford, por supuesto en inglés, se le agregan otras acepciones al concepto, que vale la pena comentar. Por ejemplo se dice en su edición del año 2000, que un hombre culto es aquel que es un intelectual y o un artista, con educación, iluminación, discernimiento, buen gusto, refinamiento, sofisticación, y otras cualidades más que no están directamente relacionadas con el contenido de este artículo, como, la erudición, por ejemplo.

El Thesaurus, además de manejar el término como sustantivo, lo define como adjetivo, al describir el significado de su opuesto, lo asocia, con la ignorancia, lo no refinado, que podría traducirse como grosero y otros vocablos más.

La primera conclusión es que, así como el concepto mismo es complejo y de no fácil lectura, pues está muy claro para nosotros, que como actividad y como relación social, de donde proviene, éstas no podían ser tampoco ni sencillas ni fáciles, y si hay algunos seres superdotados que así lo consideran, pues está bien, que así sea y les deseamos buen camino en la vida, y que logren muchos éxitos. A quienes no se nos dieron estas facultades, de esta manera y, por tanto, hemos tenido que luchar y trabajar muy duro para conseguir una modesta cultura, nos vemos obligados a valernos del término como sustantivo únicamente, y no como adjetivo, para calificar a otros.

Lo que sí nos queda muy claro también es que en relación estricta con la actividad política , lo más prudente, es atenerse a las definiciones de los clásicos. Los que consigna la historia, como es el caso de Aristóteles, en su obra titulada precisamente Política, o en los modernos, como Norberto Bobbio, que en su Diccionario de política, de la editorial Siglo XXI, nos dice que ésta, como forma del saber y como actividad social, implica una trasposición no diferente de aquella que ha originado términos como física, estética, economía, ética, y últimamente cibernética. Lo mismo, considera Bobbio, que la política, como ciencia, y como lucha organizada básica, aunque no exclusivamente, a través de los partidos políticos, se refiere a la actividad humana para el estudio, o para la participación en las actividades dentro del Estado, o bien, para modificar ciertas condiciones del mismo.

Las asociaciones que no participan en esta actividad por medios electorales son consideradas grupos de presión y, por tanto, así conciben la manera de ser de la política. Un claro ejemplo es el caso del PAN, que originalmente se constituyó en el régimen del general Lázaro Cárdenas, para bloquear su política progresista, habiendo sido hasta la 46 Legislatura, de 1964-1967, en la que ingresaron con 20 curules, ocupadas por quienes supieron realmente entender el papel histórico que desarrollaban, y varios de ellos lo hicieron con brillantez y con honestidad profesional. Recordamos muy especialmente, a los licenciados Christlieb Ibarrola y Miguel Estrada Iturbide, así como a Abel Vicencio Tovar. Desde entonces el PAN ingresó en la arena política como partido, hasta conquistar el gobierno, llegando a la propia Presidencia de la República,

Si es o no la mejor combinación, la de las actividades de los más brillantes escritores de dimensión universal, con las de la política, y viceversa, está por verse. Lo cierto es que quienes hemos dedicado algunos años, en muchos casos, toda una vida, a la actividad política, con honestidad y sin claudicaciones, difícilmente aceptaremos las descalificaciones de quienes no han hecho de esta apasionante actividad, su lucha vital. Sino que, muy legítimamente por cierto, han elegido, por ejemplo, la consolidación de la actividad artística en una dimensión universal muy plausible, que nos ha prestigiado a los mexicanos en todo el mundo y que nosotros respetamos profundamente, como esperamos que se haga también, desde cualquier esfera de la compleja y difícil lucha por nuestra patria, sin agresiones estériles e improcedentes. Para nadie.