Opinión
Ver día anteriorLunes 26 de diciembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Después del huracán Dean
A

unque es una realidad el uso político que dan los gobernantes de todos los partidos a la ayuda destinada a quienes sufren por causa de los desastres naturales y la negligencia oficial, también lo es que no hay recursos suficientes para atender las necesidades de quienes ahora padecen la sequía en buena parte del territorio nacional. Ayer lo fueron igualmente para atender a los damnificados por las lluvias y las inundaciones. Con la sequía que viene de años atrás existe el agravante de que se prolongará, por lo menos, dos años más, lo cual demanda la acción coordinada de las instancias oficiales y de mayor apoyo económico. No hay ni lo primero ni lo segundo, como expresan las agrupaciones agropecuarias de diversos entidades del país.

Los problemas sobrepasan lo imaginable en regiones como la Tarahumara, donde la época invernal sobresale por su rigor extremo. Allí 49 comunidades tienen que ser auxiliadas todavía más que el resto de México porque hay hambruna debido a la pérdida de las cosechas que ocasionó la sequía. El hambre en las comunidades de la Tarahumara es un fenómeno bien documentado a lo largo de los años que obliga a la solidaridad, así como a exigir que, por ejemplo, el gobierno federal gaste menos en sus mensajes publicitarios machacones y contraproducentes (como el del silbidito para ensalzar el quinto Informe de gobierno del licenciado Calderón a cuatro meses de presentado) y dedique el dinero tan mal utilizado en atender a los que requieren ayuda urgente. Ésa sería la mejor publicidad.

Entre tanta mala noticia, celebremos el cierre definitivo del enorme tiradero de basura del Bordo Poniente. Pero quedamos a la espera de conocer los nuevos sitios donde se depositará la basura de la ciudad de México y algunos municipios conurbados. Éstos deben contar con toda la tecnología requerida para que los desechos urbanos no sean peligro para la salud pública y el ambiente. Pero, además, estamos en espera de la estrategia metropolitana para generar menos basura, reutilizar y reciclar al máximo la que se produzca y acabar con el cacicazgo que se ejerce sobre miles de familias dedicadas a pepenar basura. Ese cacicazgo es la más depurada muestra del viejo PRI que ahora nos venden como moderno, alejado de las viejas prácticas corporativistas.

También es de esperar que la Comisión Federal de Electricidad atienda en forma y tiempo el exhorto que el Congreso de la Unión le hizo para que evalúe las posibles repercusiones del proyecto minero Caballo Blanco en las instalaciones de la nucleoeléctrica de Laguna Verde. Como informó oportunamente La Jornada, habitantes de varias comunidades cercanas a la zona donde el próximo año debe iniciarse la explotación minera, temen que las explosiones para extraer el mineral afecten a los dos reactores de la nucleoeléctrica. También se quejan por los daños que se causará al ambiente y al recurso agua. Caballo Blanco abarca casi 20 hectáreas entre los municipios veracruzanos de Actopan y Villa Cardel. Producirá oro, plata y cobre. Como en otros proyectos, se trata de un negocio de capital canadiense, a través de una filial mexicana, Minera Cardel. La empresa sostiene que no habrá ningún daño al medio ambiente y menos a la nucleoeléctrica.

De paso, será bueno saber los términos en que los campesinos de Nayarit rentan ahora sus tierras a agricultores de Durango afectados por la sequía. Se trata en principio de 4 mil hectáreas. En la patria chica del poeta Alí Chumacero hay agua suficiente para atraer a inversionistas de otras entidades.

Como la experiencia muestra que los campesinos reciben la parte más pequeña en el negocio del arrendamiento de tierras, seguramente los del estado bondadoso (así lo definió el gobernador nayarita) serán los primeros en no ser defraudados.

Está por terminar el año y de nuevo los sectores de energía y petrolero son los que contribuyen mayormente a la contaminación de la atmósfera, según informa la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales. Desde monóxido de carbono, amoniaco, dióxido de azufre y partículas hasta óxidos de nitrógeno. Las dos paraestatales presumen de su comportamiento verde. La realidad de los datos oficiales convierte ese color en negro.