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Las esculturas de barro de Alejandro Santiago ponen rostro al fenómeno de la diáspora

Las almas de 2501 migrantes pueblan las calles de Oaxaca

Las figuras son testimonio de la dignidad de nuestros paisanos, expresó el presidente municipal

La mitad de esta muestra se exhibió antes en la Plaza Juárez, en el Distrito Federal

Foto
Alejandro Santiago es originario de Teococuilco de Marcos Pérez, en Oaxaca, donde la migración ha dejado también desarraigo y desaparición de manifestaciones culturales. En la imagen, el andador turístico oaxaqueño que ahora aloja las piezas del artistaFoto Octavio Vélez
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 30 de diciembre de 2011, p. 2

Oaxaca, Oax. El artista Alejandro Santiago expone desde anoche 2501 migrantes en calles del andador turístico del Centro Histórico de esta ciudad. Se trata de esculturas de cerámica cocidas a alta temperatura, cada una con rasgos individuales, las cuales representan a los migrantes de su natal Teococuilco de Marcos Pérez, pueblo zapoteca de la Sierra Norte.

En el acto de apertura, el presidente municipal de Oaxaca de Juárez, Luis Ugartechea Begué, declaró que el andador turístico se convierte así en un espacio de socialización, desde donde es posible ensayar otras miradas y establecer nuevas relaciones con antiguos problemas; un espacio abierto al arte que sitúa en su punto de mira la necesidad de transformar la realidad.

Las 2 mil 501 esculturas que habitarán nuestras calles, en otra etapa más de su camino errante, son también testimonio de la dignidad de nuestros paisanos que trasponen fronteras en busca de una vida mejor, expresó Ugartechea.

Santiago dijo que 2501 migrantes surgió después de entrar en contacto con una realidad profundamente dolorosa, la ausencia de 2 mil 500 paisanos y paisanas, quienes emprendieron el vuelo para buscar nuevas oportunidades de vida, porque las posibilidades en el terruño se agotaron.

Después de haber conocido otras entidades de México y varios países, y de haber conocido el éxito, Santiago se refugió en Teococuilco de Marcos Pérez para renovar su creación artística, y se dio cuenta de que la desigualdad, flagelo permanente en México, había expulsado peligrosamente a una población significativa de su pueblo.

Cuando Alejandro Santiago volvió a Teococuilco, encontró soledad, pues faltaban 2 mil 500 personas en la comunidad, más de la mitad de la población, que había emigrado. Después de seis años de arduo y constante trabajo en el rancho-taller a las afueras de su pueblo natal, culminó su propósito de moldear y sacar del horno las 2 mil 501 figuras de tamaño natural, todas únicas.

Regresaron las almas de estas personas representadas en sus efigies de barro, ocuparon su sitio de exhibición en los patios de las casas, en la iglesia, el panteón, el palacio municipal, los caminos; los amigos de la infancia, la familia, conocidos y hasta los enemigos volvieron a habitar el pueblo.

En 2001, Santiago creó la primera escultura de cerámica, misma que inauguraría un camino sostenido y azaroso, pero nunca dejado de lado por su creador, en la intención de restituir a las y los ausentes de su pueblo natal, hacer una conmemoración a todas estas personas y darle rostro humano y particular al fenómeno de la migración, pues detrás de cada número hay una historia, detrás de cada estadística existen individuos con anhelos, ilusiones y una toma de decisión arriesgada: partir para, tal vez, nunca regresar.

Las primeras piezas fueron elaboradas en el pueblo de Atzompa, reconocido por su producción alfarera. Surgieron 24 figuras, que se expusieron en la Casa de la Cultura Oaxaqueña en 2002, justo el Día de Muertos, en torno a un altar.

En 2007, el Parque Fundidora de Monterrey fue sede de la megainstalación, en el contexto del Fórum Internacional de las Culturas, donde los 2 mil 501 migrantes de barro fueron colocados en los jardines.

De forma reciente, a mediados de este año, se exhibió la instalación Familias migrantes en la ciudad de México. La Plaza Juárez, ubicada en el Centro Histórico, en el edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores, fue la sede de alrededor de mil esculturas de 30 centímetros de alto, agrupadas en treintenas que simbolizaban familias enteras, otro fenómeno de la diáspora, que no sólo deja regiones despobladas, sino separa a seres queridos. El proyecto formó parte del Festival de Día Mundial del Refugiado.

Con 2501 migrantes en el andador turístico, la vía pública se convirtió en un espacio con una vocación múltiple, de paseo, entretenimiento y admiración del arte, pero también de confrontación con un fenómeno que afecta a miles de familias oaxaqueñas, y cuyas consecuencias son, en la mayoría de los casos, devastadoras, pues no sólo la pérdida de vidas humanas se cuenta en la balanza, sino también el desarraigo y la desaparición de expresiones culturales, así como el abandono de comunidades que, en algunos casos, son asentamientos centenarios, herederos de un acervo invaluable.