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Una de las premisas del creador mexicano fue hacer feliz a la gente con sus diseños

Falleció Ricardo Legorreta, arquitecto para el ser humano

Murió ayer a los 80 años, a causa de cáncer de hígado

En edificios como el Papalote Museo del Niño y el Museo de Arte Moderno de Monterrey logró conectar tradición y modernidad

Fue embajador de la cultura nacional con su obra en EU, Europa, Medio Oriente y Sudamérica

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En la imagen, Ricardo Legorreta en su casa, durante una entrevista con este diario, en 2000Foto Carlos Cisneros
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No podría ni quiero quitar de lo que hago nuestras raíces. Disfruto y estoy orgulloso de ser mexicano, dijo el arquitecto en alguna ocasión a este diario. En la imagen, tomada de la página de Internet de su despacho, el Museo Laberinto de las Ciencias y las Artes, en San Luis Potosí, uno de sus legados al país
 
Periódico La Jornada
Sábado 31 de diciembre de 2011, p. 2

Este viernes falleció el reconocido arquitecto mexicano Ricardo Legorreta Vilchis (1931), quien asumió su trabajo como parte de la arquitectura emocional y una de cuyas premisas fundamentales fue que la verdadera esencia del oficio es hacer feliz a la gente mediante el manejo creativo de las formas, los espacios, la luz y los colores.

Y eso hizo durante su vida de 80 años, con la singularidad de haber alcanzado una conexión entre la arquitectura mexicana antigua y la contemporánea, como muestran los edificios del Papalote Museo del Niño, el Hotel Camino Real de Polanco, el Museo de Arte Moderno de Monterrey y el Posgrado de la Facultad de Economía en Ciudad Universitaria.

Otros obras por él diseñadas son el Pabellón de México en la Expo 2000 Hanover; el Hotel Sheraton de Bilbao, en España; la catedral de Managua; el Children’s Discovery Museum, en San José, California, y muchos más edificios para fábricas automotrices, oficinas, escuelas, campus universitarios, casas privadas y diseños urbanísticos en México y otros países.

Según familiares, Legorreta murió en su casa ayer viernes, pasadas las siete de la mañana, de cáncer de hígado. Sus restos mortales serán cremados este sábado a las 10:45 horas en el Panteón Francés de San Joaquín, colonia Legaria.

Legorreta dejó seis hijos, uno de ellos Víctor Manuel, arquitecto como él, quien comentó que existen pláticas con representantes de la Sociedad Mexicana de Arquitectos y autoridades del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) a fin de realizarle un homenaje en enero. Y compartió: Afortunadamente mi padre tuvo una muerte tranquila, rodeado de su familia, amigos y obra. Hace dos años le diagnosticaron cáncer en el hígado, pero, como hizo siempre, luchó hasta el último momento, y tuvo muy buena calidad de vida hasta el final. Pudo arreglar todos sus pendientes, despedirse de toda la familia, de los colaboradores más cercanos del despacho.

Víctor Manuel Legorreta se dijo orgulloso de que su padre fuera siempre un enamorado de México y embajador de la cultura nacional con su obra, de la cual hay ejemplos en Estados Unidos, Europa, Medio Oriente y Sudamérica, y con actividades académicas. Nunca se cansó de defender la arquitectura mexicana.

El distintivo del quehacer de Ricardo Legorreta, según su hijo, es su búsqueda de una arquitectura que fuera hecha para el ser humano, para que el usuario se sintiera a gusto, cómodo, que fuera acogedora, que diera paz y tranquilidad. Y para conseguir eso se valió de la luz, del color, de los muros; en fin, de elementos muy mexicanos.

Sobre todo, agregó, en la recta final de su vida, ya con toda su experiencia, insistía en que la arquitectura no debe pasar de moda, que debe ser una expresión que dure para siempre.

De los proyectos que Legorreta dejó pendientes, Víctor Manuel mencionó la colaboración en la Torre Bancomer, en Paseo de la Reforma, que será la construcción más alta de México; un edificio para el grupo Gigante, en Ejército Nacional y Molière, así como un conjunto de oficinas en San Francisco, California, Estados Unidos.

Apenas en el transcurso de este 2011, Ricardo Legorreta recibió el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional Autónoma de México y el Premio Imperial de las Artes, en Japón, considerado el Nobel de las artes, con lo que se convirtió en el primer mexicano en recibir dicho galardón.

Los artistas premiados en Japón son reconocidos por sus logros y por el impacto que han tenido a escala internacional en las artes, así como por su aportación en el enriquecimiento de la comunidad global.

Ricardo Legorreta estudió arquitectura en la UNAM; su primer gran mentor fue José Villagrán García, con quien trabajó 12 años y de quien aprendió a ser disciplinado, pero sobre todo el trabajo de construcción.

Villagrán sabía construir, sabía qué es el cemento y el tabique... hoy día, debido a la diversificación en el trabajo de la arquitectura, ese conocimiento se ha ido perdiendo; muy pocos arquitectos saben de construcción, dijo Legorreta en entrevista con La Jornada, apenas en julio pasado.

Actualmente se ha perdido el valor de la ética profesional, de que los arquitectos somos esencialmente constructores, de que la arquitectura es un servicio social, no una profesión para hacer monumentos a uno mismo, y eso Villagrán me lo inculcó profundamente, agregó.

Criticaba el comercialismo de la arquitectura. A los desarrolladores lo único que les importa saber es cuánto dinero ganan; entonces hoy la apariencia es lo que cuenta. A los muchachos les enseñan lo mismo, hacen unos diseños o dibujos y a ver quién hace las ventanas, por ejemplo.

En México, decía el creador, tenemos que generar una cultura social de la construcción, empezar a diseñar ciudades para el peatón. El reto, por otra parte, es recuperar nuestras raíces de forma contemporánea. De manera personal, aún tengo el anhelo de hacer un proyecto sobre vivienda popular.

En 2000, Legorreta fue el primer latinoamericano en recibir la medalla de oro del Instituto Americano de Arquitectos, fundado en 1857, con sede en Washington, y que ha reconocido a figuras como Thomas Jefferson, Le Corbusier, Frank Lloyd Wrigth, Louis Sullivan, Cíésar Pelli y Louis Kahn.

Dicho premio le fue otorgado por su habilidad única para diseñar espacios que lo mismo son monumentales, sin perder el estilo, que recuperan las tradiciones arquitectónicas indígenas, demostrando gran conocimiento del color y la luz. Legorreta conecta el pasado con el futuro mediante la arquitectura, usando su propia inventiva e innovadoras propuestas.

En esa ocasión también comentó sobre diversos temas a La Jornada. Por ejemplo: La casa es ante todo un ambiente y un espacio humano (...) Considero que la función emocional de una casa es más importante. Una casa puede ser bellísima, pero si no da paz y tranquilidad no está cumpliendo una función vital. Esto lo aplico no sólo al diseño de lugares donde vivir, sino a cualquier tipo de espacio.

La globalización apuesta al desarraigo

Advirtió: “Una de las tendencias del dominio de la tecnología es tratar de desarraigarnos de nuestras costumbres, con el argumento de la globalización. No creo en eso. No podría ni quiero quitar de lo que hago nuestras raíces. Disfruto y estoy orgulloso de ser mexicano. Aunque en muchas ocasiones me han tachado de nostálgico o que tengo afán por regresar al pasado; no es eso.

“Hay que hacer una arquitectura que corresponda a 2000, pero sin perder las estructuras básicas mexicanas, y no me refiero a ponerle a todo pisos de barro, esa es sólo la forma. Lo profundo radica en no perder el romanticismo, porque así somos en México, y también complicados. La tecnología y el comercio han traído un caos estético enorme. Mucha de la arquitectura que se hace actualmente está regida por cuestiones comerciales, lo cual está destrozando las ciudades.

Nos hemos dejado llevar por la moda, por la cercanía a las ideas culturales de Estados Unidos. Tenemos que respetarnos a nosotros mismos y no pensar que si el mundo presenta como símbolo de progreso y mejora lo que sucede allá eso es la verdad.

Mensaje del CNCA

En un comunicado, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) recordó que tras colaborar con Villagrán García, Ricardo Legorreta fundó Legorreta Arquitectos en 1960, con Noé Castro y Carlos Vargas. Su propuesta se destaca por sus muros de colores, celosías y patios donde se combina lo nuevo con lo tradicional, colocándolo armónicamente en su contexto, se señaló en el documento.

Se destacó que el arquitecto desarrolló una fructífera labor al establecer una oficina en Estados Unidos y hasta su muerte trabajó en su despacho Legorreta+Legorreta, con la colaboración de Noé Castro, Miguel Almaraz, Adriana Ciklik y su hijo Víctor Manuel.

“Recientemente participó en el proyecto original de mantenimiento y conservación aplicado al Centro Nacional de las Artes, en el cual fungía como responsable de coordinar los nuevos trabajos para la preservación y conservación de este espacio de formación artística. Asimismo, la Plaza Central –ubicada frente a la Biblioteca de las Artes– de este recinto llevará el nombre del arquitecto Ricardo Legorreta.”

El CNCA mencionó además los diversos premios que recibió, como el Nacional de Arquitectura, el Beethoven a la Creatividad Arquitectónica en las Américas, el Internacional por la Sociedad de Arquitectos Americanos Registrados, el doctorado honoris causa de la Universidad Roger Williams, de Bristol, Estados Unidos, y el Premio Nacional de Ciencias y Artes.