Opinión
Ver día anteriorSábado 31 de diciembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Melón

Pa’ desearles lo mejor

P

ara todos mis detractores, y los que no me fuman, así como los que me son inclusive, muchas felicidades, no solamente en esta época, sino en el resto de su existencia; no faltaba más. Recuerdos positivos no me faltan, así que gócenla como calificaba Arsenio, de manera espantosa, que por mi parte estoy incólume a pesar de. Dejando a un lado lo negativo, déjeme decirle, monina, que recibí unas revistas desde Medellín, Colombia, de nombre El Sonero de Barrio, que sencillamente están por la maceta, amenas e interesantes, con artículos acerca de todos los bravos de la salsa. También se contactaron conmigo Juan Carlos Ángel y Fernando España; este último maneja el blog de la Red Salsa Global.

Recordando años pasados me hubiera gustado saber cómo fue el sistema de trabajo en otros países en esta época y, por supuesto, conocer y escuchar soneros de antaño. Aquí en México les relataré lo que encontré a partir de 1949 y me pareció maravilloso aunque tuve mi primer tropiezo apenas había ingresado a Los Guajiros del Caribe. Actuábamos en el Zandam y éste, su asere, se encontraba de lo más contento cuando regresó de Ciudad Juárez el Conjunto México de Carlos Antonio Rosas en compañía de un empresario de un lugar de esa frontera.

Pues, tuvieron la maravillosa idea de intercambiar lugares: el Conjunto México quedarse en el Zandam y mis adorados Guajiros ir a la frontera, pero sin mí. Así que por estas fechas Melón a la luna de Valencia, sólo que no fue tan largo el ayuno. Mariano Oxamendi, tremendo sonero cubano que fue director de un grupo muy bueno y famoso, Carabina de Ases, que cantaba en el Faja de Oro, cabaret que más tarde cambió de nombre a Siglo XX, salía para Tijuana y me heredó su lugar.

Pero, primero déjeme decirle, mi enkobio, que el Distrito Federal tenía una vida nocturna a la altura de cualquier país de primer mundo y un ambiente sonero de campanillas. Los cubanos que se encontraban entre nosotros eran en su mayoría de liga mayor. Vale la pena nombrar algunos cantantes: Benny Moré, Vicentico Valdés, Antar Daly, Kiko Mendive; percusionistas, Chicho, Modesto Durán, Yeyo Tamayo, Ramoncito Castro, Armando Peraza, Mongo Santamaría, y aquí le paro pero había más como Ramón Dorca, pianista, Andresito Mucha Trampa, bajista, Eduardo Periquet, trompetista, y José Dolores Quiñones y Gelasio de Lys, compositores que fueron reconocidos.

Entre los mexicanos ya destacaban Tony Camargo, Lalo Montané y muchos, muchos más que iré mencionando según vayan llegando a mi memoria. Lo primero que escuché es lo llamaban aquí en México papá y mamá porque todavía no se utilizaban papeles musicales y nuestra música que hoy llaman salsa aquí era vilipendiada, despreciada y considerada del arrabal. Pero, empezó el avance, primero llegaron los arreglos y discos de la orquesta Casino de la Playa, Hermanos Palau, Julio Cueva y la aparición de un cantante con un estilo muy singular, Orlando Guerra Cascarita, que causó gran sensación, así como los conjuntos Casino, Arsenio Rodríguez y varios más.

Los cabarets y salones locales empezaron a contratar agrupaciones nacionales, varias ya de gran calidad, y la manera de pensar cambió, no en forma total pero ya había público cautivo. Se conocían cubanos, entre ellos, Dámaso Pérez Prado, por sus arreglos y su peculiar estilo de tocar el piano. La calidad de los soneros mexicanos iba en aumento, así como la popularidad de la música cubana, como ejemplos les recuerdo: Dice mi gallo, El caballo y la montura, Por poquito me tumba, El columpio del amor, así siguió el avance y sobre todo la aparición de nuevos conjuntos y soneros mexicanos, entre ellos, Panchito Morales que, del Victoria saltó al Río Rosa, habiendo llamado la atención de Eduardo Periquet, trompetista, improvisador genial, que llegó de Cuba con el Conjunto Casino y se quedó entre nosotros hasta su fallecimiento.

A finales de 1948 ya el cambio era notable. Al año siguiente llegó Pérez Prado y surgió el mambo que propició un cambio benéfico para los músicos nacionales: abundancia de trabajo y mejores sueldos, así como reconocimiento a su calidad artística. Miguelito Valdés hacía frecuentes viajes y en compañía de Margarita Romero y Rafael Hernández tenían un programa de radio en la XEB, patrocinado por sal de uvas Picot que, como decía Machito, nos puso a cantar Babalú ayé. Cómo no voy a ponerme nostálgico si esos recuerdos son los de mi principio, y encontrarme con esos sonerazos fue lo mejor que me pudo ocurrir. Debo precisar, cubanos y mexicanos, aunque no lo crean los de ahora, dicho sin ofender, ¡cómo cambian los tiempos Venancio! ¡Vale!