Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Sábado 31 de diciembre de 2011 Num: 878

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Degas y las mujeres
de traseros grandes

Anitzel Diaz

Nathalie Handal,
la lengua múltiple

Ana Luisa Valdés

En casa fuera de casa
Ricardo Venegas entrevistacon Indran Amirthanayagam

La plegaria de un dacio

Dos poemas
Mihai Eminescu

En buen rumano
Leandro Arellano

Medan* Tahrir en El Cairo
Vivian Jiménez

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Hugo Gutiérrez Vega

Cultura y diplomacia (VI DE VII)

En mi opinión son éstas las actividades más consistentes y las que, a largo plazo, pueden reportar beneficios más sólidos y duraderos. No es necesario insistir en el hecho de que estos logros tienen un reflejo inmediato en los campos de las relaciones políticas, económicas y comerciales. Por esta razón, las distintas especialidades que funcionan en el seno de nuestras embajadas, misiones y consulados deben coordinarse y apoyarse entre sí.

A través de las manifestaciones artísticas se pueden estudiar las características de las distintas etapas de la historia de México, pues hay una dependencia orgánica y viviente entre las obras de arte y la historia; entre el objeto artístico y la vida individual y social de su autor. Decía César Vallejo que este sincronismo es un fenómeno ineluctable de biología artística; sin embargo, conviene aclarar que es un proceso dialéctico y no un simple reflejo mecánico, pues el arte tiene una sustantividad independiente y el artista su propia e intransferible manera de relacionarse con los fenómenos sociales y el ambiente espiritual de su momento histórico. De ninguna manera pretendo afirmar la superioridad del artista sobre los otros seres humanos, o identificarlo con los místicos o los iluminados. Simplemente intento situarlo en el marco de una actividad que, como todas las realizadas por el hombre, fija su huella indeleble en la vida y la conducta de los que la profesan.

En entregas anteriores traté algunos aspectos de la relación entre el arte y la vida, y abundé sobre la idea de que, como afirma Millet, la producción artística es, en el sentido científico de la palabra, una verdadera operación de alquimia, una especie de transmutación. Creo que en nuestro tiempo puede y debe intentarse una conciliación entre el esteticismo y la posición historicista. El creador absorbe y concatena las inquietudes sociales de su momento histórico y las suyas propias, y las devuelve no como las absorbió, sino como una quintaesencia de su espíritu, distinta en la forma aunque coincidente en el fondo. Todo esto lo realiza con las materias primas originales. Un análisis profundo de la obra de arte puede descubrir en las entrañas de la creación las corrientes circulantes de carácter social y económico mezcladas con los rasgos principales de la religión y del ambiente espiritual del momento histórico en que se realizó. Afirma César Vallejo que la correspondencia entre la vida individual y social del artista y su obra es constante, y se da de una manera consciente o subconsciente, aunque él no lo quiera ni se lo proponga. Ungaretti percibió con toda claridad este fenómeno y lo asumió, sin reticencia alguna, al dar el título de Biografía a uno de sus primeros libros de poemas.

En una de las grandes exposiciones que recorrieron varios países europeos a principios de la década de los sesenta, Fernando Gamboa y sus colaboradores lograron entregar al público, a través de las manifestaciones artísticas, un panorama del desarrollo histórico de nuestro país. Valiéndose de una hermosa y didáctica museografía, guiaron a los visitante por los meandros de nuestras culturas. Las figuras olmecas hablaban a los europeos de las profundas selvas en las cuales nació, creció y desapareció el pueblo de las caras infantiles y de las fauces felinas; los fragmentos de murales teotihuacanos y la escultura tolteca hacían palpable la ecuánime y apacible actitud ante el mundo y la vida de los hijos de Quetzalcóatl; una risa cósmica recorría las caras y los cuerpos de las figuras totonacas; la escultura azteca mezclaba la angustia vital con el deseo de una eterna primavera; las joyas y grecas de Mitla y Monte Albán recordaban a los dioses que vivían en los círculos del centro de la tierra, y afirmaban un decidido amor por la forma pura; las culturas del oeste hacían bailar a sus animalitos prodigiosos, y el mundo maya retorcía sus formas escultóricas y daba testimonio de una edad dorada de paz en la selva.

(Continuará)

[email protected]