Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Sábado 31 de diciembre de 2011 Num: 878

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Degas y las mujeres
de traseros grandes

Anitzel Diaz

Nathalie Handal,
la lengua múltiple

Ana Luisa Valdés

En casa fuera de casa
Ricardo Venegas entrevistacon Indran Amirthanayagam

La plegaria de un dacio

Dos poemas
Mihai Eminescu

En buen rumano
Leandro Arellano

Medan* Tahrir en El Cairo
Vivian Jiménez

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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En buen rumano

Leandro Arellano

El mundo era más vasto entonces. Mediaba el primer milenio ac cuando Herodoto se echó a andar. Bordeó el Mar Negro, visitó Babilonia y la Cólquide, alcanzó Egipto y navegó el Nilo. El historiador da testimonio, también, de que los geto-dacios, ancestros del actual pueblo rumano, se desprendieron de las tribus tracias que poblaban los Balcanes orientales. Los bárbaros nativos de origen tracio, a quienes los romanos identificaron como dacios, fueron llamados getas por los griegos.

Estrabón señala que los dacios eran getas que habitaban las planicies de Panonia –más o menos el actual territorio transilvano–, en tanto que los propios getas poblaban el oriente de los Cárpatos y la costa de Mar Negro. Herodoto asegura que los getas eran los más valerosos y los más justos entre los tracios.

La formación cultural de los geto-dacios fue producto de una larga fusión de elementos cimerios, escitas, ilirios, celtas, de tracios meridionales y otros. Luego, a finales del siglo VII ac. se establecieron colonias griegas en el litoral del Mar Negro y fundaron varias ciudades, siglos antes de que la región se convirtiera en provincia romana. Fundaron e infundieron el rasgo distintivo de Istros, que los romanos llamaron Histria, Callatis, la actual Mangalia y Tomis, la Constanza de hoy.

Con el correr de los años se formó una poderosa unión tribal geto-dacia en Dobrogea, en la región oriental, y en el siglo II ac esa unión tribal se fortaleció en lo que hoy es Transilvania. Un siglo más tarde en la región de Hunedoara se constituyó un centro político religioso bajo el mando del primer rey dacio que registra la historia. Burebista no sólo unificó a las tribus de la zona intercarpática, sino las de toda la campiña del norte del Danubio, igual que a las de Dobrogea y Moldavia. Su reino se desintegró hacia el 44 ac ante los múltiples asedios enemigos.

La actual Constanza ha poseído varios nombres durante su secular existencia. Primero el de Tomis, cuando su fundación por los colonizadores griegos junto con otras ciudades que sobreviven prósperamente hoy día. Hasta ella condujo el destierro al poeta Ovidio cuando contaba cincuenta y un años de edad, el año 8 de nuestra era.

La fama mayor de la ciudad proviene quizás de haber acogido en su exilio al poeta romano. Allí el poeta se dolía de su soledad, deploraba la rudeza de sus habitantes y se lamentaba del clima, sobre todo del largo invierno. Entonces el poder y la burocracia eran romanos, mas la cultura y las costumbres de la pequeña ciudad y puerto eran griegas.

Con el tiempo Ovidio atemperó su opinión sobre la población local, que lo acogió con respeto y consideración desde su arribo. Según su propio testimonio, aprendió la lengua de los getas. De los siglos de dominación romana los rumanos heredaron la lengua, el cristianismo y la leyenda y el culto a Ovidio. El poeta es venerado en toda Rumania. Los romanos habían llevado con ellos, sobre todo, ese poderoso instrumento romanizador, el latín, escribió el historiador Nicolae Iorga.

La riqueza natural de Rumania era importante para Roma. En aquellos años fue su mayor proveedor de trigo, como hoy lo debe ser para la Unión Europea, pero además producía plomo, hierro, sal y una larga lista de productos.

Floreció Dacia bajo el reinado de Decébalo (87-106 dc), quien combatió a las legiones romanas, pactando con ellas el año 106, cuando fue derrotado definitivamente. Las tropas de Trajano lo sometieron por la fuerza al fin –antes habían probado otros métodos–, terminando así su reinado. Dacia pasó a ser otra provincia imperial. Aquel mismo año se organizaron las fronteras en una sola provincia, en dos en el año 119 y en tres en el 158.

En la Dacia Felix se establecieron de manera organizada corrientes de colonos romanos o romanizados, procedentes de distintos orígenes. De la convivencia entre los naturales y los colonos se formó una civilización y una cultura novedosas, igual que una población dacio-romana de lengua latina, la cual procreó al pueblo rumano y su lengua. Nicolae Iorga destacó, “El sello de Roma”, esa cualidad romana de crear estructuras propias –cultas y civilizadoras‒ que, aunque modificadas posteriormente, persisten hasta hoy.

Dacia fue una provincia muy urbanizada. Una docena de ciudades asentadas en anteriores establecimientos dacios sobrevivieron y conservaron sus nombres. Los historiadores calculan la población de la Dacia hasta en un millón 200 mil habitantes en aquel tiempo, cuando aún continuaban arribando emigrantes de Dalmacia, Panonia, Anatolia, Siria, Egipto, etcétera.

El proceso de romanización continuó aun después de la retirada de las legiones romanas del emperador Aureliano ante las embestidas de los godos, en el año 271, y alcanzó varios siglos hasta que los romanos se vieron obligados a abandonar las regiones danubianas. Tras la salida de las legiones romanas, los dacios padecieron de nuevo sucesivas invasiones: visigodos, hunos, germanos, avaros, y ‒notablemente‒ de eslavos hacia el siglo VI dc.

Durante ese lapso la romanización se intensificó en el territorio con la penetración del latín que difundía el cristianismo entre las amplias masas rurales. Así, sobre aquel sustrato mayoritariamente dacio, se forjaba un pueblo románico diferente y a la vez familiar a los que se constituyeron en otras partes del vasto imperio romano: España, Francia, Portugal...

En el siglo VI dc comienza, pues, la segunda etapa de formación de la actual Rumania, al tiempo que el imperio romano mudaba su centro de Roma a Bizancio. Entretanto, las corrientes eslavas continuaron migrando y adentrándose en los Balcanes, hasta tocar Grecia, y estableciéndose de modo permanente en toda la región.

Godos, hunos, avaros, eslavos, húngaros y otros invasores fueron asimilados por la población romanizada, superior en cultura y demografía. Así se constituyó el pueblo rumano, cuya lengua basada en el latín y con una sensible dosis de elemento eslavo, alcanzó su madurez hacia el siglo X dc., cuando ya aparecían en la región carpato-danubiana elementos característicos del mundo feudal. 

El proceso de formación del pueblo rumano no es fácil de hallar en fuentes escritas. Hasta los siglos IX o Xcualquier mención a aquel territorio, Dacia, se refiere sólo a “los bárbaros” que dominaban el área, no obstante que de las inscripciones que sobreviven un elevadísimo porcentaje se halla en latín.

La evolución de la sociedad rumana, eminentemente rural, fue lenta. La inexistencia de una clase burguesa la dejó al margen del Siglo de las Luces. Sin embargo, los rumanos desarrollaron a través de los siglos una larga y rica tradición oral de romances, canciones populares, baladas, cuentos, coplas y leyendas. La literatura rumana escrita comienza propiamente, como su vecina rusa, hacia el siglo XIX, quinientos años después de la Divina Comedia. Más que en los libros, a decir de Nicolae Iorga, la historia de su país se encuentra en sus hábitos, en sus modales y gestos, que no fueron escritos.

El origen romano de los rumanos no fue puesto en duda por historiadores bizantinos, germanos, polacos, húngaros, italianos y otros, hasta el nacimiento de los nacionalismos, en el siglo XVIII. Pero no hay duda de que la población rumana es el producto de un largo proceso que tuvo inicio en la romanización de los dacios y culminó con la rumanización de los eslavos, hacia los siglos IX y X dc. Al norte se despejó la realidad rumana y al sur la búlgara, donde predominó el elemento eslavo.

La formación del pueblo rumano tuvo lugar bajo circunstancias difíciles, como ha sido todo el desarrollo histórico de ese pueblo. Rumania es frontera de Europa y Asia y territorio donde se entrecruzaban tribus de tres continentes, de norte a sur, de este a oeste y viceversa.

Producto del latín vulgar que se hablaba en la provincia dacia y en la costa del Mar Negro, el idioma rumano se desarrolló lentamente, lo mismo que la identidad de la población. Aquélla contenía al principio elementos de la lengua tracia y más adelante estuvo sometida a fuerte influencia de la eslava (como la española al árabe), pero la estructura gramatical latina permaneció intacta. Estudios modernos calculan que entre un dieciséis y un veinte por ciento del vocabulario básico es de origen eslavo.

A diferencia de otras literaturas romances que emergieron al comenzar el segundo milenio de nuestra era, la rumana sólo se manifestó con los cronistas de los siglos XVII y XVIII, cuyos escritos jugaron un papel importantísimo en la formación literaria de la lengua rumana. Ese despertar coincidió de algún modo con la unificación de los principados rumanos en un solo Estado, en 1859.

El estudio verdadero de la literatura no puede destrabarse del estudio de la lengua y viceversa, escribió Antonio Alatorre en Los 1,001 de la lengua española. Así, los orígenes de la literatura rumana están profundamente arraigados en el folclor, en la creación popular, fecunda y múltiple. Y sólo hacia mediados del siglo xix se afirman los primeros escritores rumanos de prestigio.  

Con la literatura, cada pueblo establece y fija su propia lengua. En el siglo XX la literatura rumana dio a luz a varios escritores que alcanzaron reputación mundial: Eugen Ionesco, Tristan Tzara, Panait Istrati, Mircea Eliade, Emil Michel Cioran, Norman Mallea... La labor de esos creadores no es improvisada, sino el fruto de un árbol de raíces antiguas y profundas. 

Como el español, el italiano o el francés, el rumano proviene en línea recta del latín y éste de la lengua madre: el indoeuropeo. El parentesco entre las lenguas neolatinas es fácilmente identificable, bien que las semejanzas entre esas lenguas hermanas varía.

El nombre del país, Romanía, significa reino romano, tierra de romanos. El término romanus que usaban de tiempo atrás, está documentado al menos desde el siglo XVI, incluso por humanistas italianos. Según el Diccionario panhispánico de dudas, la designación del país es correcta en sus dos formas, es decir Rumania o Rumanía. Por economía y asociación fonética con los nombres de otras provincias romanas, nosotros usamos la primera.