Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Sábado 31 de diciembre de 2011 Num: 878

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Degas y las mujeres
de traseros grandes

Anitzel Diaz

Nathalie Handal,
la lengua múltiple

Ana Luisa Valdés

En casa fuera de casa
Ricardo Venegas entrevistacon Indran Amirthanayagam

La plegaria de un dacio

Dos poemas
Mihai Eminescu

En buen rumano
Leandro Arellano

Medan* Tahrir en El Cairo
Vivian Jiménez

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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En casa fuera de casa

entrevista con Indran Amirthanayagam

Ricardo Venegas

Indran Amirthanayagam (Sri Lanka/México/eu, 1960) es un poeta que ha navegado por muchos países; ensayista y traductor al inglés y al español, es autor, entre otros títulos, de los poemarios The Elephants of Reckoning (Nueva York, 1993), El infierno de los pájaros (México, 2001) con prólogo de José Emilio Pacheco e ilustraciones de José Luis Cuevas, y Ceylan R. I. P. (Colombo, Sri Lanka, 2001). Sus poemas han sido incluidos en diversas antologías, entre las cuales sobresalen aloud: Voices from the Nuyorican Poets Cafe, The Open Boat: Poems from Asian America y The United States of Poetry. Ha sido miembro del Servicio Exterior de Estados Unidos desde 1993. Su voz es ya una referencia de la poesía actual.

 

–¿Cómo has asimilado haber nacido en una isla, como tú mismo lo has mencionado, que ya no existe, y vivir en otros países en un continente que tiene una cultura de tradiciones tan distintas?

–Haber nacido en una isla que no existe más, Ceilán, tiene su lado oscuro y su lado liberador. Puedo decir que no pertenezco a ninguna tierra, así que puedo abrazar a todas las culturas y etnias y estilos de vida. Claro, Ceilán cambió su nombre y nací miembro de un grupo minoritario, los Tamiles, que han sufrido atropellos a sus derechos desde antes de que naciera. Entonces nací con una carga que llevar en mis andanzas por la tierra. He encontrado alivio para este peso en escribir poemas. Y escogí una carrera, la diplomacia, que me ha dado oportunidad de conocer tierras muy lejanas de la isla que ya no existe, desde Costa de Marfil hasta Bélgica y los países sudamericanos. No cambiaré mi vida en el sentido de que todas mis experiencias de peregrino, burócrata y lingüista han alimentado mi poesía que, inevitablemente, está fundamentada en la experiencia de Caín al oriente del Edén.

–¿Encuentras algún puente entre la tradición de tu cultura (Ceilán) y la de Latinoamérica?

–Me invitaron a participar en un encuentro estatal de escritores oaxaqueños en diciembre de 1999 porque me consideraron indio, otro hombre del suelo. Y ahí presenté por primera vez poemas que había escrito en español. Hay muchos vínculos entre las culturas srilankesas (ceilandesas) y las de América Latina. Pienso en el catolicismo, que es la religión de algunos de mis compatriotas ceilandeses, en el legado del portugués en el idioma cingalés, en la música popular isleña que se llama “baila”, en frutas compartidas: mangos, cocos… Pienso en el color de la piel bronceada.

–Háblanos del imaginismo en tu obra.

–Me encanta ser discípulo, bisnieto de los imaginistas; de Pound, Williams y sus progenitores orientales como Li Po, además de los poetas Tamiles de la antología medieval que fueron conocidos por sus metáforas y no por sus nombres, el poeta de la tierra colorada y la lluvia cayendo (The poet of the red earth and pouring rain). La imagen está salpicada de color en el lienzo, es la base de la poesía, lo que me atrae de este arte lingüístico, pictórico, auditivo. Recientemente estuve viviendo una especie de crisis de la mediana edad en la poesía, cuestionando el oficio y mi desempeño y me di cuenta otra vez de que tengo motivos para pisar tierra, que Dios y sus ángeles, sus profetas, me han dado una tarea: hablar de la historia de aquella isla desconocida, perdida, para hacerla presente en culturas lejanas y ajenas con el fin de entender que todas las culturas de la tierra experimentan los altibajos, los horrores y los regocijos que mi tierra natal ha vivido durante mi estancia en el planeta. Y además, y siempre, haz música con el lenguaje, hazla bailar. Intento hacerlo cada vez que veo una hoja blanca y armo mis dedos con una pluma.

–Contigo se confirma que la patria del poeta es el lenguaje, ¿no crees?

–Diría que la patria es el lenguaje y el escritor su embajador, nombrado para ser su representante en el extranjero. Sí, es cierto que además de cumplir las tareas del embajador, promover un lenguaje depurado, claro, que baila, que entra por la venas para inyectar oxigeno a la sangre, el poeta también podría ser miembro de una nación. En mi caso, esta nación fue borrada del mapa. Sin embargo, ando por el mundo en representación de un país adoptivo –agradecido por ello‒ y la patria de las lenguas en que escribo mis poemas. Ahora escribo en cuatro idiomas: inglés, español, portugués y francés.

–¿En qué países te has sentido más identificado, pensando en la cultura y específicamente en las letras?

–Me criaron católico y lector y jugador de cricket. Así que en mis nuevas tierras he buscado correspondencias, la maracuyá, por ejemplo, de Brasil y de Perú; los chiles de México; las playas… hay un sin fin de paisajes, sabores, sonidos que te dan consuelo en tu destierro. En las Américas he encontrado lectores de mis poemas, amigos que escuchan mis dilemas y mis gritos sobre el paraíso bélico en que nací. Lo curioso es que me encuentro en casa fuera de casa. Vivo en esta contradicción. Hay ciudades latinoamericanas más amistosas con las letras que otras... Buenos Aires, por ejemplo, con sus excelentes librerías y cafés; Bogotá, con sus revistas literarias e intelectuales sin par en la región; el Distrito Federal con su espléndido apoyo a todos los artistas. Hay grandes centros donde me siento feliz, pero de todas las ciudades de América en que he tenido la suerte de vivir señalaría una ahora en crisis por la guerra entre bandas criminales y el Estado: Monterrey. A la vista no es necesariamente un gran centro de las artes (en el sentido de los cafés literarios, librerías, teatros…), pero bajo la superficie, entrando a sus casas, he encontrado al menos cuatro de mis mejores amigos, pensadores, traductores y literatos de este planeta. Donde se reúnen los amigos con los cuales se puede discutir todo y mejorar tu oficio, te encuentras en casa