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Durante este año se celebrará en el país el centenario del natalicio del músico jalisciense

Más allá de Huapango, Moncayo merece ser descubierto: experto

No me parece mal que el gran público lo admire porque escribió esa obra; cualquiera debería admirarlo tan sólo por eso, considera Eduardo Contreras Soto

Para conmemorar la efeméride, el gobierno anunció que se recopilarán y digitalizarán sus partituras en una edición especial

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El aniversario del nacimiento de José Pablo Moncayo se celebrará el 29 de junioFoto Archivo INBA
 
Periódico La Jornada
Lunes 2 de enero de 2012, p. 6

México celebrará durante 2012 el centenario del natalicio de José Pablo Moncayo García, quizá el personaje más famoso y popular de la música de concierto en México, por lo menos para la mayoría de la población.

Su nombre, en específico el apellido paterno, se asocia generalmente y casi de forma exclusiva con una sola obra: Huapango –considerado el segundo himno nacional del país–, pero en muchos casos se desconoce el resto de su producción.

De acuerdo con el musicólogo Eduardo Contreras Soto, especialista en el célebre compositor y director de orquesta jalisciense, y quien prepara un libro en torno a la vida y la obra de Moncayo, hoy día coexisten dos tipos de valoraciones sobre ese artista, fallecido el 16 de junio de 1958.

Una es la del medio musical, donde la mayoría no vacila en reconocerlo como uno de los más importantes y valiosos músicos que ha tenido el país. La otra es la que prevalece entre el grueso de la población, que lo conoce solamente como el autor del Huapango, destaca el investigador.

Lo anterior permite dimensionar la trascendencia del proyecto con el cual el gobierno federal festejará este año el centenario de Moncayo, el cual se cumple el próximo 29 de junio, y que consiste en recopilar y digitalizar sus partituras en una edición conmemorativa.

También se grabarán 29 de las 39 obras que integran su catálogo, entre las que destacan tres piezas de las que se ignoraba su existencia hasta hoy.

El anuncio fue hecho el pasado noviembre por la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), Consuelo Sáizar, quien aseguró que el propósito de esa iniciativa es difundir el legado del autor de un icono musical.

Al frente de esas tareas quedó el crítico especializado Lázaro Azar y las mismas son resultado de una acuciosa investigación en diversos fondos musicales, entre ellos los archivos personales del compositor, el de Ediciones Mexicanas de Música y el reservado del Conservatorio Nacional de Música.

Los festejos por dicha efemérides comenzaron, de hecho, desde noviembre pasado, en Guadalajara, Jalisco, donde la Secretaría de Cultura de la entidad instauró la Cátedra Moncayo, en cuyas conferencias participaron investigadores, músicos y familiares.

A ello se suma que en el transcurso de los 12 meses por venir, diferentes instancias culturales del país tienen programados diversos conciertos y actividades en homenaje a este compositor, entre ellas la Coordinación Nacional de Música y Ópera del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), que a partir de febrero ofrecerá diversos recitales enfocados sobre todo a la música de cámara del jalisciense.

Que José Pablo Moncayo sea conocido entre el gran público sólo por el Huapango es algo que Eduardo Contreras Soto no ve con malos ojos. (Y cómo no va a relacionársele con ella si se escucha con insistencia lo mismo en conciertos –sobre todo durante las fiestas patrias– que en ceremonias oficiales, anuncios comerciales que actos deportivos o políticos; en fin, en toda aquella situación en la que desee remarcarse el espíritu nacionalista mexicano.)

No me parece mal que el gran público lo admire porque escribió esa obra; cualquiera debería admirarlo tan sólo por eso. Pero no es una admiración del todo justa, indica el especialista, adscrito al Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical Carlos Chávez.

Creo que la admiración de la gente sería mayor, más profunda y entrañable si escuchara el resto de su música, porque se demostraría que no es que haya acertado una vez, como puede pasar con otras personas, sino que fue un autor que estaba destinado a acertar siempre; es un artista consistente.

Incluso, el musicólogo no tiene duda en colocarlo al lado de las otras grandes figuras de la música de concierto nacional, como Manuel M. Ponce, Carlos Chávez y Silvestre Revueltas.

Es un músico que merece ser descubierto, aunque no le hace falta: su música está ahí, y si no se escucha su trabajo, es la propia gente la que pierde. Él seguirá vigente de aquí a 100 años, cuando ya ni siquiera existamos nosotros.

Sobre ciertas críticas que se le hacen al autor en el medio musical, por considerarlo poco imaginativo o poco atractivo, Contreras Soto asegura que las mismas responden al desconocimiento.

Hay muchas obras que, aunque estén grabadas, la gente no se toma la molestia de oírlas. Entonces, muchas veces los juicios negativos contra Moncayo, que han sido pocos, se desprenden más por ignorancia que por haber oído y tenido una opinión, apunta.

“Una cosa que se puede decir en favor de este compositor es que prácticamente toda su música merece ser oída. El suyo no es un catálogo tan amplio: debió haber compuesto alrededor de 35 obras, de las cuales sobreviven 29, que se pueden editar, oír y tocar hoy día.

“Son poquitas, pero muy buenas, todas, o la mayoría. La mitad de música es de cámara y la otra para orquesta. Entre ésta última, hay una sola sinfonía y una ópera, La mulata de Córdoba, acaso el título (nacional) que más veces ha sido puesto en escena en el país e incluso el extranjero.”

A decir del investigador, José Pablo Moncayo es el menos culpable de los excesos cometidos con su Huapango, y la fama que éste le implicó en vida y que persiste a la fecha, al extremo de ser hoy día la partitura mexicana más tocada y grabada en el mundo.

“Ya la hubiera querido escribir cualquier otro compositor; la pieza está magníficamente hecha y nadie tiene la culpa de su sobrexposición. Es el mismo caso de otros autores, como Maurice Ravel con el Bolero, Karl Orff con Carmina Burana, o Paul Dukas con El aprendiz de brujo”, señala.

“Los autores no tienen la culpa de la fama que deriva de sus obras. No porque Moncayo haya compuesto el Huapango vamos a denostar esa obra; hay que seguirla apreciando con el resto de su producción.”

El especialista precisa que si bien el creador jalisciense, en cuanto a ideología, adoptó el nacionalismo en su producción, eso no le impidió valerse de otros recursos estéticos. Incluso, precisa, tuvo un periodo formativo neoclásico y luego fue adoptando el impresionismo y ciertos recursos expresionistas.

Digamos que Moncayo estaba escribiendo en el lenguaje de su tiempo. Y por supuesto no es conservador, no le interesaba quedar bien con alguien. Él era muy claro en reconocer sus influencias, tenía modelos muy claros, los admiraba. Como director programó mucho la música de Ravel, quien quizá es el autor que más admiró en su carrera; pero en general, le gustaba todo el repertorio impresionista, con el que se sentía afín en términos estéticos.

Otros de los autores que dirigió fueron a Claude Debussy y Manuel de Falla, cuyos lenguajes eran también afines a sus intereses; pero también lo hizo con Bela Bartok e incluso con Arnold Schoenberg, padre del atonalismo y el dodecafonismo.

Eso habla del músico que era Moncayo y la amplitud de su espectro, subraya Contreras Soto, quien ubica dos etapas en la carrera del compositor.

La primera se caracteriza porque escribe sólo música de cámara, y va desde que era estudiante en el Conservatorio, en la década de los 30 del siglo pasado, hasta que escribe el Huapango, en 1941, explica.

Es una etapa en la que escribe dentro de formatos neoclásicos, un poco académicos, pero con gran calidad y expresividad, y ya empieza a explorar elementos más personales.

La segunda etapa, cuando se consolida como gran director y compositor reconocido, se distingue porque deja la música de cámara casi por completo y se concentra mucho más en la composición orquestal, que será su sello a partir de ese momento, concluye el especialista.

Entre los aspectos relevantes de la biografía del compositor, destaca que fue alumno de Aron Copland y que escribió el ballet Tierra y bosques, así como una pieza para cine, La potranca, que formó parte de la cinta Raíces, premiada en Cannes, Francia.