Economía
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El florín, en el nivel más bajo ante el euro mientras suben los intereses de bonos estatales

Rebeldía del gobierno húngaro ante el FMI y la UE exaspera a inversionistas
 
Periódico La Jornada
Viernes 6 de enero de 2012, p. 27

Budapest, 5 de enero. La crisis en Hungría se vuelve cada vez más dramática: su moneda, el florín, alcanzó el nivel más bajo de la historia frente al euro y los intereses de los bonos estatales ascendieron drásticamente, casi hasta 10 por ciento. Ante este panorama los inversionistas son cada vez más escépticos sobre la posibilidad de que Hungría pueda obtener un crédito de emergencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de la Unión Europea (UE).

Budapest se encuentra al borde del abismo. El país necesita con urgencia dinero fresco del FMI y la UE, y el primer ministro húngaro, Víctor Orban, es lento para hacer concesiones. Hungría se convirtió desde hace tiempo en el siguiente problema europeo.

El centro de las críticas del FMI y de Bruselas están en un cambio de ley que limita la independencia del Banco Central de Hungría. Bruselas anunció hoy que podría iniciar un procedimiento por inclumplimiento de los tratados de la UE. De ser así, Budapest se enfrentaría a sanciones como la cancelación del derecho de voto en las reuniones de los gobiernos de la UE.

A pesar de todo, Hungría decidió acudir ante el FMI para tratar de obtener un crédito vinculado a requisitos más estrictos, explicó el político Tamas Fellegi. El gobierno húngaro se quiere mostrar dispuesto a alcanzar un acuerdo, señaló.

Fellegi aseguró que las negociaciones deben comenzar sin precondiciones, con el objetivo de lograr un crédito preventivo en el que las sumas no estén disponibles de inmediato, sino como medida de seguridad. El crédito conllevaría una revisión periódica de las condiciones con Hungría, que previamente había solicitado un crédito del FMI sin condiciones importantes.

El gobierno nacionalista de derecha de Orban cubrió de nubes negras a Budapest con su combativa y controvertida política económica. En el cargo desde 2010, Orban se dio cuenta, además de la deuda que dejaban sus predecesores, de que el margen de movimiento de su gobierno en tiempos de crisis global es muy limitado.

Al menos será así hasta que acepten la gestión económica racional que promueven la UE y el FMI. Pero Orban quiere ir mucho más lejos: impulsar la economía en tiempos de crisis, crear una nueva clase media nacional a través de generosos incentivos económicos y romper el dominio de las multinacionales y las camarillas postcomunistas.

Las conversaciones con el FMI se rompieron en el verano de 2011. El ministro de economía György Matolcsy, en quien Orban confía a ciegas, respaldó las poco ortodoxas políticas económicas y la lucha por la libertad económica.

Los mercados observaron con creciente escepticismo los extraños movimientos del tándem Orban-Matolcsy. En las subastas, al Tesoro húngaro le fue cada vez peor desde el verano y resultó muy difícil vender bonos para refinanciar la deuda.

Los intereses de nuevos créditos se elevaron y el florín cayó en picada. Hungría acudió de nuevo al FMI, sabedora de que un nuevo acuerdo con el organismo internacional podría recuperar la confianza de los inversionistas.

Pero Orban no logró ningún cambio de rumbo. Antes de 2012 acordó en el parlamento nuevas leyes constitucionales que limitan la independencia del Banco Central y el margen de maniobra fiscal para los futuros gobiernos.

Hace pocos días Orban declaró que el crédito del FMI es importante, pero no vital.