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El poeta, fallecido en noviembre pasado, recibió un homenaje en el Palacio de Bellas Artes

Tomás Segovia fue siempre fiel a la necesidad de estar en el mundo
 
Periódico La Jornada
Lunes 9 de enero de 2012, p. a12

El poeta Tomás Segovia (1927-2011), fallecido el pasado 7 de noviembre, fue homenajeado ayer en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, ceremonia que combinó la lectura de poemas –en la voz de su hija, la poeta Ana Segovia– con intervenciones que abordaron diferentes aspectos de su quehacer literario y pensamiento.

Para el poeta y ensayista Eduardo Vázquez Martín, además de poeta fundamental, traductor imprescindible, ensayista lúcido, original y complejo de la literatura y la cultura, Segovia, nacido en Valencia, y llegado a México en 1940 a consecuencia de la guerra civil española, ha sido también un crítico radical del poder político, un poeta de la resistencia.

Al Segovia de la primera década del siglo XXI “le incomodaba que a menudo se le preguntara por el exilio y la República Española, pero no de la guerra declarada por Bush, Blair y Aznar contra Irak. Le disgustaba que se le convirtiera en referente de temas canonizados por la cultura, de alguna manera domesticados, y no se le considerara lo que siempre fue: su condición de intelectual en activo –cuya crítica de la realidad no sólo fue siempre oportuna, sino, sobre todo, como su crítica literaria, original y enriquecedora”.

Marco Antonio Campos, poeta y narrador, dijo que la lírica del homenajeado está hecha del verano de las tardes soleadas de los pájaros migratorios que viajan como si con ellos cantara el propio poeta. En fin, su obra encontró su arraigo en el desarraigo.

Según el editor José María Espinasa, quien ha publicado 21 libros de Segovia, su poesía hace posible algo imposible; Tomás se manchó de todo, a veces de polémicas que no le correspondían. En su obra pasó de la transparencia a la desnudez. Una de sus palabras claves fue la fidelidad, Tomás Segovia fue siempre fiel a la necesidad de estar en el mundo.

Rafael Segovia Albán, hijo del homenajeado, se refirió a los cuadernos de notas de su padre, publicados con el título El tiempo en los brazos, que nos llevan de forma más directa a su centro telúrico, aunque no se trata de un diario, no intenta ser un autotestimonio, sino una forma de mantener en vilo el tiempo. La primera edición fue elaborada a mano por el autor en su taller de poeta y encuadernado en cartoncillo.

De acuerdo con el lingüista Luis Fernando Lara, Tomás encuentra el punto en que la poesía y la obra literaria en cualquiera de sus géneros revela la vida, la encarna, y a partir de esa encarnación, la relaciona con un compromiso de sentido en su análisis y su crítica, sobre todo, de muchos acontecimientos políticos contemporáneos, así como en particular la ideología racionalizante e naturalizante de la historia caracterizada como posmodernismo o neoliberalmismo que descarta la valoración humana y conduce a la perdida de la moral y la clausura de la historia.

El narrador José de la Colina aseguró, en tono de broma, que Segovia, a quien conoció desde los 17 años, afortunadamente no era un ángel. Al hablar del aspecto de Tomás como artesano, De la Colina dijo que enfrentaba la posibilidad poética del mundo desde un verdadero intento de tocarlo, de allí que haya construido su propia casa o tocado la flauta.