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Su libro Mamma, son tanto felice aborda al proletariado más allá de una idea o símbolo

Ruffato explora la tristeza de una clase ausente en la fiesta del desarrollo brasileño

Aparecían rebajados, con lenguaje y sicología pobre, sólo porque son pobres, señaló

 
Periódico La Jornada
Domingo 15 de enero de 2012, p. 4

Es impensable la historia de Brasil sin el genocidio de los indígenas, la esclavitud de los africanos, la importación de mano de obra miserable de otros países para sustituir a los esclavos, la migración intensa del campo a las zonas industriales, el arrasamiento de la naturaleza. Todo ello ha generado la compleja y contradictoria sociedad brasileña, que, sin embargo, ahora parece salir de un infierno provisorio.

Habla en entrevista Luiz Ruffato, autor de Mamma, son tanto felice (Editorial Elephas), novela que recrea la vida de una comunidad de inmigrantes italianos en Brasil, y cuyo título proviene de la letra de una canción de ese país europeo que quiere decir Mamá, estoy tan feliz.

Mamma, son tanto felice fue presentada en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara; es el primer volumen en español de una serie de cinco titulada Infierno Provisorio, que explora al proletariado brasileño en los pasados 60 años, y ya publicada en su totalidad en Brasil, en portugués.

Se trata de una novela, pero cada capítulo del libro es un mosaico que puede tomarse también como un relato en sí mismo, a decir de Ruffato, destacado escritor poco conocido en México, pero reconocido por la crítica y ganador de premios como el Machado de Assis.

–No muchos escritores escriben sobre los asuntos de los sectores populares, como si no existieran o en sus vidas no experimentaran las pasiones humanas. ¿Por qué esa inclinación suya?

–Una primera razón sería biográfica, porque soy hijo de una lavandera de ropa, analfabeta, y de un obrero semianalfabeto, que se mudaron a una ciudad industrial, Cataguases, en el estado de Minas Gerais, donde nací. Se cambiaron para que los hijos tuvieran un futuro mejor. Mi infancia, adolescencia y parte de la vida adulta transcurrieron en barrios y con amigos obreros, conviviendo con sus sueños y esperanzas.

Cuando intenté escribir descubrí asustado, perplejo, que en la literatura brasileña casi no había registros de obreros urbanos, aunque sí de campesinos. Entonces me puse a escribir sobre ese tema. Fue una elección muy clara, un tema de elección.

–Pero esos sueños que explora muchas veces aparecen en las historias como pesadillas, hay mucha tristeza y angustia en ellas.

–El obrero siempre aparece en la literatura brasileña como sindicalista, como idea, símbolo, no como persona real y concreta. O cuando aparecía lo hacía de manera rebajada, con un lenguaje pobre, porque son pobres, y con una sicología pobre, porque son pobres. Fue contra esto que empecé a escribir. Hay sueños, pero de una vida mejor.

Las personas migran hacia ciudades mayores con la idea de que mejorarán su nivel de vida, que alcanzarán mayor felicidad. Pero en una sociedad como la brasileña, extremadamente estratificada, es casi imposible. Incluso mi historia personal es una excepción que confirma la regla. Esa angustia y tristeza que existen en las historias son de una clase que nunca tuvo oportunidad de participar de la gran fiesta del desarrollo, de la modernidad de Brasil.

–Las historias, situaciones, y sobre todo los personajes, son complejos, y no es fácil descubrir sus motivaciones o saber a dónde van. ¿Cómo logró eso?

–Yo digo que no soy un escritor, sino un rescritor. La escritura es fácil, pero esto no es todavía lo que me encanta, sino intentar sumergir la experiencia de cada personaje para quitar una historia, porque en verdad no hay historias, no hay nada. Importa más lo que le pasa al personaje.

“Cuando empecé a escribir me pregunté, ¿cuál es el impacto del cambio en una persona que hay que quitar del espacio amplio del campo y llevarla al espacio activo de la ciudad?, ¿cuál es el impacto del cambio en alguien cuyo tiempo es marcado por los días y las noches, y después por un reloj checador? Esos tiempos son fundamentales para comprender los universos subjetivos.

El cambio hacia la modernidad en Brasil fue muy violento. Hace 50 años las familias tenían seis hijos, hoy tienen uno. Era una sociedad claramente analfabeta, con un imaginario completamente rural y valores de origen campesino. Para el imaginario urbano son valores completamente diversos, es una contradicción que impacta la subjetividad.

–Se observa una relación contradictoria de los seres humanos con la naturaleza, pareciera que están peleados con ella.

–No sé en México, pero en Brasil el proceso de colonización fue muy violento. Ahora predomina la idea de que Brasil es un país con una historia tranquila, sin muchos problemas. Ha sido una confrontación terrible y sucedida en muy poco tiempo, con conflictos sociales y políticos. Brasil tiene 35 años de democracia, eso no es nada, pero es el periodo de estabilidad más largo en toda su historia. Tenemos una elite que siempre está pensando en Miami –antes era en París–, que no gusta de Brasil.

Esto creó una confrontación muy importante entre las expectativas de las personas que fueron a Brasil por absoluta falta de opciones, y las elites brasileñas. Esa confrontación lo ha vuelto el país extraño y complicado que es hoy.

–¿Este libro es el infierno en la Tierra?

–Provisorio, porque soy optimista. Me gustaría que la realidad cambiara, y entonces el infierno no sería definitivo, pero estaríamos en otro momento de la historia brasileña. Aunque creo que ahora los brasileños empezamos a vivir una nación verdadera, con una nueva dimensión y un nuevo protagonismo político, económico y social.

–¿Eso comenzó con Lula?

–No tengo duda. Lula marca un momento de la historia, tanto que mi último libro de Infierno Provisorio termina en 2002, cuando empezó la nueva historia brasileña.