Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de enero de 2012 Num: 880

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Reseña de un emigrante
Ricardo Bada

El medio milenio de Vasari
Alejandra Ortiz

Avatar o el regreso
de Gonzalo Guerrero

Luis Enrique Flores

La fe perversa
Ricardo Venegas entrevista
con Tedi López Mills

Smollett, el llorón
Ricardo Guzmán Wolffer

Senilidad y Postmodernidad
Fabrizio Andreella

La dama del armiño
de Da Vinci

Anitzel Díaz

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Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
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De la islamofobia a la chiitafobia

¿El final de la ocupación?

Las tropas de ocupación estadunidenses están programadas para salir de Irak a finales de 2011. Lo que dejan tras de sí es una nación en ruinas, aunque los invasores argumentarán que las condiciones de seguridad pública son ahora mucho mejores que en 2007 o 2009. Los asesinatos por la violencia colateral de la ocupación, la guerra civil entre chiítas y sunitas, y demás ajustes de cuentas provocados por la destrucción del antiguo régimen ya rara vez rebasan la cifra de mil muertos al mes, como antes. Una imagen de normalidad parece comenzar a surgir; las tiendas permanecen abiertas por más tiempo, hay más productos a la venta, la gente circula con relativa seguridad por las calles y la mayoría de las carreteras. El servicio de luz eléctrica llega a durar en Bagdad alrededor de siete horas al día. Esto no quiere decir que los atentados hayan sido erradicados; diariamente hay incontables actos de violencia y la inestabilidad política es grave. En buena medida la aparente paz se debe a que la mayoría de la población vive ahora en áreas con poca o nula integración o convivencia entre las diferentes etnias religiosas. Incluso Bagdad se ha convertido en una ciudad principalmente chiíta y el gobierno, supuestamente de coalición, realmente está casi por completo en manos chiítas. Este es otro resultado inesperado de la ingeniería social neoconservadora: la limpieza étnica de una nación con gran diversidad. Esto difícilmente podría considerarse una mejora con respecto a los años de la dictadura de Saddam Hussein. Las tropas estadunidenses saldrán, pero dejarán miles de “asesores”, agentes, instructores, contratistas (civiles y mercenarios) y una asfixiante presencia en todos los dominios mientras Irak siga pareciéndole a eu un inmenso botín.

Chiítas al poder

Quizás el legado más complejo de la nefasta aventura bélica estadunidense, que eliminó a un dictador con un costo cercano a 1 millón 450 mil vidas iraquíes, fue llevar al poder a un régimen chiíta en un país árabe. Lo que podría parecer un acto de justicia –ayudar a los chiítas que son la mayoría de la población iraquí a tomar el poder tras años de marginación y sometimiento– en realidad se convirtió en el detonador de una serie de acciones y una campaña histérica por parte de líderes sunitas de los países vecinos en contra de sus poblaciones chiítas, guiada en gran medida por Arabia Saudita, un reino regido por autócratas paranoicos cuya peor pesadilla es ser decapitados por chiítas al servicio de Irán. Por su parte, el rey jordano Abdulá, otro pequeño tirano con delirios de grandeza fundados en los caprichos imperiales británicos, declaró en 2004 que una “luna creciente chiíta , dominada por Irán, se extendería de Irak a Siria y Líbano”.  Así, las revueltas populares que comenzaron con la primavera árabe han sido interpretadas por los oligarcas de la región como una confrontación religiosa, una cruzada sangrienta antisunita que amenaza establecer un califato chiíta en las naciones árabes e incluso en los países musulmanes no árabes como Afganistán. Esta preocupación seguramente está vinculada con los tres ataques suicidas simultáneos del 5 de diciembre de 2010, masacres sin precedente en contra de la población chiíta en Kabul (cincuenta y seis muertos y cientos de heridos), Mazar–i–Sharif y Kandahar.

Fanatismo y misticismo

Los sunitas que dominan al mundo árabe temen al poder popular y al resentimiento acumulado de los chiítas, quienes sienten que han sido víctimas desde la muerte de Mahoma en el año 632, cuando Alí, su primo y marido de su hija Fátima, no fue nombrado su sucesor, y más tarde cuando el hijo más joven de Alí, Hussein, fue asesinado en Karbala en 680. Para los chiítas los tres primeros sucesores de Mahoma han sido impostores. Durante siglos las principales revueltas en el islam fueron obra de chiítas indignados por el despojo de quienes ellos consideran los auténticos herederos de Mahoma. El ejemplo de Irak pone en evidencia que, de tomar el poder los chiítas, no tendrán compasión por sus antiguos opresores y difícilmente buscarán un diálogo o una reconciliación nacional, por lo menos hasta que sacien sus deseos de venganza. Paralelamente, hay un factor místico que entra en juego en esta dinámica. Los sunitas, especialmente los más radicales y supersticiosos, como la familia Saud y otros fanáticos que financian y tienen en Al Qaeda (y sus variantes) su brazo armado religioso, tienen pavor de que se cumpla la profecía chiíta del retorno del “Imam oculto” que, como Jesús en la tradición cristiana, vendrá a imponer orden, paz y justicia en los últimos días. Este elemento sobrenatural garantiza que el conflicto no tenga solución.