Opinión
Ver día anteriorMartes 17 de enero de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a Morir

Graves pendientes

S

i un gobierno que se quiere de izquierda apuesta, junto con los de centro y los de derecha, por el automóvil unipersonal, el transporte público concesionado y la construcción de segundos pisos, dizque para agilizar el tránsito vehicular a sabiendas de que es otra batalla de antemano perdida, pues con los automóviles pasa como con la personas, que son más los que se ponen en circulación que los que dejan de hacerlo, necesariamente esos gobiernos enfrentan mal otros problemas.

Si ese mismo gobierno como de izquierda, junto con los de centro y de derecha, más ahora todas las iglesias, sostiene con sospechoso humanismo que toda vida es sagrada y rechaza cualquier forma de eutanasia y de suicidio asistido, poniendo numerosas trabas al uso racional y colectivo del llamado documento de voluntad anticipada, al condicionar su otorgamiento exclusivamente a enfermos en situación terminal, entonces morir con dignidad sigue siendo otro derecho coartado por esos gobiernos.

Estas políticas timoratas de restringir el documento de voluntad anticipada, además de generar pérdidas económicas enormes, provocan en la ciudadanía y en las familias –no sólo en los pacientes terminales, desde luego– diversos conflictos morales, emocionales y relacionales al desconocer familiares y profesionales, tras un hecho inesperado, los deseos de tratamiento médico de un adulto en coma que minutos antes estaba sano.

Las estadísticas vitales o recuento continuo de nacimientos y defunciones, entre otros, no incluyen datos tan necesarios como el número y edad de enfermos terminales o graves, inconscientes o conscientes y, en este caso, cómo y dónde desean terminar sus días, valores prevalecientes, si solicitan eutanasia o suicidio asistido, vulnerabilidad, condiciones y tipo de atención que reciben, si hay vínculos familiares o sólo institucionales, etcétera, por lo que la información demográfica al respecto no previene.

Los impensados cambios en la composición de la edad, el deterioro de la calidad de vida y en las variables económicas y laborales de la población en nuestro país –¿es real la proporción de dos trabajadores por cada jubilado?–, así como los efectos de doble filo de la tecnología médica, el aumento de nacimientos y esperanza de vida, los requerimientos de atención médica permanente en los adultos mayores y muchos otros etcéteras, demandan nuevas ópticas ante esta demencial sobrepoblación de personas y automóviles.