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Emergencia alimentaria
Expulsa la sierra a rarámuris hacia el caos urbano de Chihuahua

Dejan indígenas bosques y aire limpio ante falta de comida y agua

Se calcula que a la capital el estado han llegado entre 15 mil y 20 mil

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Asentamiento El Oasis, adonde acuden los indígenas que han dejado la sierra para asentarse en las ciudades de ChihuahuaFoto Jesús Villaseca
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Periódico La Jornada
Lunes 23 de enero de 2012, p. 2

Chihuahua, Chi. 21 de enero. La escasez de agua y comida que padecen los rarámuris en la sierra Tarahumara está causando un aumento de la emigración hacia los principales centros urbanos del estado de Chihuahua.

Van en busca de una vida mejor. Sin embargo, después de visitar las comunidades rarámuris en la sobrecogedora inmensidad de la Tarahumara, rodeadas de toda esa embriagante belleza, es difícil creer que vivan mejor quienes han dejado la sierra para mudarse a las ciudades.

No puede ser mejor bañarse o lavar tirando litros y litros de agua que en los remansos de un río… a condición de que el río no esté seco. No puede ser mejor el paisaje gris de las colonias pobres alrededor de los centros urbanos que las siluetas de los macizos montañosos recortadas contra el crepúsculo. No puede ser mejor el humo y el ruido de los automóviles que el bosque de encinos, el aire limpio y el aroma de la vegetación. No puede ser mejor ver a los hijos iniciarse en el consumo de drogas (solventes industriales principalmente) que emborracharse con tezgüino.

Según se reconoce en el propio Plan Estatal de Desarrollo (2010-2016) del gobierno de César Duarte, el proceso migratorio de los pasados 36 años ha expulsado a gran número de familias indígenas de sus comunidades, ya ha dado lugar a la formación de asentamientos en las principales ciudades del estado: Juárez, Cuauhtémoc, Camargo, Delicias, Jiménez y la capital, un total aproximado de 2 mil 500 familias.

A su vez, el Inegi y de la Coordinadora Estatal de la Tarahumara señalaron recientemente que en cinco años ha aumentado en 3 por ciento el número de familias indígenas que abandonan sus comunidades de origen para mudarse a los centros urbanos. De acuerdo con esta información, los municipios que más población indígena han expulsado son Guachochi, Batopilas, Urique y Madera.

Probablemente en las ciudades se ven paliadas algunas necesidades de los migrantes, pero el precio que pagan es muy alto. El historiador Jesús Vargas observa que en los centros urbanos se trastoca la estructura social que tienen en las comunidades, donde están perfectamente establecidos los roles de cada integrante de la familia.

En la ciudad es difícil mantener eso. Vargas percibe que las mujeres se adaptan más fácilmente a la vida en la ciudad, donde sus aportaciones se vuelven fundamentales para la manutención de la familia. Fabrican y venden vestidos, muñecas o se emplean de trabajadoras domésticas. En cambio los hombres se ven desplazados de su papel de proveedores, lo que deriva en frustración y depresión. El siguiente paso es la drogadicción o el alcoholismo.

Se calcula que en la capital del estado viven entre 15 mil y 20 mil rarámuris, la mayoría en siete asentamientos. Uno de ellos se llama Oasis, fundado en en 1995 con apoyo del Fondo Social del Empresariado Chihuahuense. Lo habitan 420 personas pertenecientes a 150 familias, distribuidas en 60 pequeñas casas de ladrillo con techo de asbesto.

A simple vista podría parecer obvio que tienen mejor calidad de vida en la sierra, a pesar de las carencias, que en este amontonamiento de casas. Martín Gutiérrez, sexto gobernador desde la fundación del asentamiento, se muestra conforme con lo que tienen, aunque el tema de la falta de trabajo es recurrente.

Menciona que han tenido problemas de robos por los cholos residentes de colonias vecinas, pero han disminuido desde que bardearon el Oasis.

Drogas y prostitución

Jesús Vargas relativiza ese bienestar y alude al fuerte problema de drogadicción en los jóvenes que surge en ese asentamiento; refiere el caso de un joven asesinado por involucrarse con el narco.

Añade que también se presentan casos de prostitución entre las jóvenes rarámuris, práctica que en las comunidades serranas simplemente no existe.

En resumen, y pese a los aparentes beneficios, la vida en las ciudades está poniendo a miles de rarámuris en una situación de extrema vulnerabilidad.