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Roberto Gallegos celebra 50 años del hallazgo de las tumbas de Zaachila, Oaxaca

Nunca me sentí defraudado por admirar a los antiguos

Ese descubrimiento es los más relevante en la trayectoria de uno de los decanos de la arqueología mexicana

Hablar de la destrucción de La Venta parece tabú, manifiesta a La Jornada

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Roberto Gallegos RuizFoto Mónica Mateos
 
Periódico La Jornada
Sábado 28 de enero de 2012, p. 3

El arqueólogo Roberto Gallegos Ruiz (Tlaxcala, 1932) es uno de los decanos de esa profesión en el país. Entre las satisfacciones que le ha dado su carrera, la más relevante para él es el hallazgo de las tumbas 1 y 2 de Zaachila, Oaxaca, las cuales sirvieron para comprobar la conexión entre las culturas zapoteca y mixteca.

A sus 80 años, habla con modestia de sus logros, sin olvidar ni un instante agradecer a su abuelo, haber sembrado en él la admiración por los antiguos, como llamaban a los fundadores de Los Reyes Quiahuixtlán, el poblado tlaxcalteca donde nació.

Ya como estudiante preparatoriano, tuvo de profesora de literatura a Clementina Diaz y de Ovando, quien también le inculcó el gusto por visitar los museos.

En 1955, Gallegos tenía claro a lo que quería dedicar su vida: la arqueología. Ingresó a la Escuela Nacional de Antropología e Historia, contra los deseos de su madre, quien deseaba que fuera médico.

Nunca me he arrepentido un instante de esa decisión, narra a La Jornada al recordar su primer trabajo de campo en la región de Chinantla, por Tuxtepec, Oaxaca, donde “hace un calor de los mil demonios y debía caminar largos tramos cargando mi catre, comiendo lo que se pudiera, pero investigando los vestigios prehispánicos.

Ahí pesqué una tifoidea, me regresaron a la ciudad de México, pero apenas me recuperé, regresé al trabajo. Fue mi primer reto y lo hice bien.

Román Piña Chan (Campeche, 1920-ciudad de México, 2001), quien era su profesor, se fijó en el entusiasmo del joven y lo recomendó para que se fuera a Palenque a colaborar con Alberto Ruz Lhuillier Francia, 1906-Canadá, 1979), el arqueólogo que hacía pocos años había descubierto la tumba de Pakal el Grande en el Templo de las Inscripciones, en aquel sitio arqueológico de Chiapas.

“Estar en Palenque en aquel momento, 1957, era lo máximo. Piña Chan me dijo: ‘No cualquiera va, es reconocerle a usted que va en ascenso’”, dice Gallegos.

Así fue como llegó una madrugada a una selva exuberante, donde la convivencia con la naturaleza era tal, que había un ayudante que solía recorrer los vestigios con pajaritos, sin temor, posados en su hombro.

Gallegos lamenta que aquellos paisajes ya no existan: Antes era impresionante estar frente al Templo de las Inscripciones, con la selva completa y, en medio, ver la obra del hombre. Ahora ya no es igual.

Después de acompañar entre 1958 y 1959 al arqueólogo y antropólogo Eduardo Noguera (1896-1977) en su última temporada de investigaciones en Xochicalco, Morelos, Gallegos se trasladó a Tabasco, donde fue testigo, asegura, de la manera en la que se destruyó la zona arqueológica de La Venta.

“En este país parece que hay un tabú para hablar de ello, pero tengo el material fotográfico donde se observa cómo entraron grandes camiones plataforma a la zona, sin cuidado, con el único objetivo de cargar y llevarse a Villahermosa las estructuras monumentales (las cabezas olmecas).

Petróleos Mexicanos en aquella época decidió que era posible recuperar la zona de La Venta; un ingeniero me dijo que tenían recursos, empezaba el auge petrolero, y ellos querían abrir una brecha hacia el puerto de Sánchez Magallanes, el cual iba a ser muy importante económicamente; hicieron las gestiones ante el Instituto Nacional de Antropología e Historia y me quedé un año a trabajar en La Venta.

De ahí, Piña Chan asignó a Gallegos al preproyecto Teotihuacán, con el arqueólogo Jorge Acosta. En ese momento ya tenía plena conciencia de mi trabajo, no me estaba inventando nada.

Luego se fue a Pánuco, Veracruz, donde se estaba metiendo el drenaje y había que cuidar el asentamiento huasteco, muy relevante por su secuela de antigüedad de unos dos mil años aC.

Antes de llegar a Zaachila, y siendo aún estudiante, Gallegos participó en la conservación y mantenimiento de varios sitios antiguos cercanos al Distrito Federal, además de ser seleccionado para representar a México en un seminario internacional, en el que conocería a los curadores arqueólogos de los más importantes museos de Estados Unidos.

Fue director del sitio prehispánico de Teotihuacán de 1989 a 1992. Más de medio siglo después, sin dudar un momento del camino profesional que eligió, sigue en activo. Recientemente realizó trabajos de investigación de la zona arqueológica de Mixcoac, mal conocida, dice, como San Pedro de los Pinos.

Pertenezco a una generación de arqueólogos que se enfrentó a la destrucción de edificios prehispánicos, a traficantes de piezas, a constructores de carreteras que sin miramientos trituraron material valioso, expusimos la vida, pero nunca me he sentido defraudado de la profesión que elegí, concluye Roberto Gallegos.