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El creador, especializado en orfebrería, falleció el 27 de enero en el pueblo michoacano

James Metcalf reveló la orfebrería de Santa Clara como un arte milenario y vivo

Llegó a México para exponer en Bellas Artes en 1966 y se quedó en esa comunidad de artesanos

Foto
James Metcalf en una imagen captada en los años 70Foto Jeffrey Blankfort
 
Periódico La Jornada
Jueves 9 de febrero de 2012, p. 9

Con James Metcalf se marca un antes y un después en Santa Clara del Cobre, pueblo michoacano reconocido desde tiempos prehispánicos por el trabajo de sus artesanos con ese metal.

Artista especializado en orfebrería, historiador, antropólogo y ex soldado durante la Segunda Guerra Mundial, James Metcalf –cuyos padres también fueron artistas–, nació en Nueva York en 1925. Fue un hombre que decidó, a finales de los años 60, dejar el mundo comercial del arte y una importante carrera en Europa para irse a vivir a ese pueblo de artesanos del metal, donde el pasado 27 de enero falleció de un mal hepático, informó la creadora plástica Ana Pellicer, su viuda.

Teófilo bajo el brazo

Metcalf llegó a México invitado para montar una exposición en el Palacio de Bellas Artes en 1966. Venía con un libro bajo el brazo: Las diversas artes: tratado medieval sobre pintura, trabajo en vidrio y metalisteria, de Teófilo.

De hecho, cuenta Jorge Pellicer, promovió su primera edición en español y en su introducción a la misma, cuenta: Llegué a Santa Clara del Cobre con mi libro de Teófilo (la edición inglesa de 1847) y una camioneta llena de herramientas que traje desde mi taller, en París. La experiencia de haber trabajado todos estos años con esa comunidad de artesanos, campesinos, mujeres y niños, utilizando como base este libro, me ha permitido comprobar la eficacia de sus recetas. Trabajar y experimentar con esta población rural ha servido para que ellos logren perfeccionar sus tradiciones innovando la creación cotidiana de nuevos objetos de cobre y plata. La enseñanza y la práctica de las recetas del libro de Teófilo han sido esenciales para mi trabajo en esta comunidad.

Este hecho lo inspiró para deducir que todo artista digno de su nombre se da cuenta de que lleva dentro de sí las semillas de su negación, que su talento surgió de un genio colectivo al cual un día regresara. Consideraba tres factores para cualquier artista: el deseo, una persona con quien compartirlo y un lugar o territorio donde realizarlo.

Por eso, la creencia purépecha de una deidad en metal, de la cual tuvo conocimiento, le hizo dirigirse a Santa Clara del Cobre. Su asombro ante lo que veía al adentrarse entre el fuego y el humo de las fraguas, la forja directa del metal, lo entusiasmó de tal manera que decidió establecer su taller entre esos artesanos poseedores de una técnica peculiar para trabajar el metal, la cual siempre lo había obsesionado. No podía ser entendido por quienes lo conocían, sino como el acto de desprendimiento, de generosidad o de locura, donde la cultura occidental coloca siempre a los soñadores. Muchos años después, el estudio exhaustivo de la técnica de Santa Clara del Cobre lo llevó a la conclusión antidifusionista de ser la representación viva de una técnica metalúrgica desaparecida en Europa hace 5 mil años”, relata Jorge Pellicer, quien describió a James como alguien que nunca escatimó compartir su sabiduría con quien estuviera abierto al diálogo. La amistad y el amor fueron para él un asunto fundamental, para no quedarse en la soledad inútil de amarse a sí mismo.

En entrevista con La Jornada, Ana Pellicer comenta: Amó siempre la metalurgia y estudió las técnicas antiguas. Hizo investigación, y en su búsqueda se dio cuenta de que la técnica que aún practicaban los artesanos de Santa Clara era antiquísima. Su legado fue el término de su investigación sobre la importancia de este arte.

James Metcalf –también padre de la cantante y actriz Ariane Pellicer– era un artista singular, un ciudadano del mundo y gran maestro. Sus lecciones van mucho más allá de cursos y conferencias magistrales en recintos escolares confinados a la rígida academia, considera la filósofa Fernanda Navarro.

De su bagage académico hay que decir que estudió en el Instituto de Artes Dayton, en Ohio; en la Academia de Bellas Artes, de Filadelfia, y en la Escuela Central de Artes y Oficios, de Londres. Luego de la guerra se relacionó con personalidades como el escritor y poeta inglés Robert Graves, del que ilustró su libro La costilla de Adán. Más tarde (de 1959 a 1966) fue a París, donde convivió con grandes personajes en el ámbito del arte, como Giacometti, Brancussi y Marcel Duchamp.

Legado académico

Ya en Santa Clara fundó con Ana Pellicer la Escuela de Artes y Oficios, Cecati 166, Adolfo Best Maugard, considerada una propuesta educativa sin precedente, pues ni en Estados Unidos ni en Europa ha habido otra igual: con fines de producción artesanal. Uno de los secretos fue saber mantenerse fiel al estímulo de los artesanos y no a explotarlos, dice Navarro.

Hizo una revolución tecnológica y educativa en ese centro de educación, comenta en la charla Ana Pellicer.

Concluye: Su centro de capacitación para el trabajo fusionaba lo actual y lo tradicional en metalurgia. James destacó por su generosidad e inteligencia, por la curiosidad hacia lo humano, lo social y la técnica, por eso su investigación fue sobre la tecnología dentro del mundo del metal. Creamos juntos y vivimos muy felices. Hay pocos artistas que dedican su vida a dar, sobre todo en un país que no era el suyo. Por eso, no quería morir en un hospital, sino en el pueblo que había elegido para vivir. En la casa que había construido, en la cama en la que habíamos dormido.