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Actualidad del teatro en México
Un siglo de teatro en México
L

a historia del teatro mexicano en el siglo XX se ha encontrado dispersa en varias publicaciones y estudios parciales, sin un todo que le proporcionara una lectura coherente. Hace algunos años, uno de esos infundados rumores que a veces recorren los escenarios afirmaba que una historia del teatro del siglo pasado estaba ya en imprenta, lo que desde luego era falso de toda falsedad, máxime que el rumor decía que era obra de una sola persona. Lo más cercano que se tuvo a esa posibilidad fue la investigación de Luis Mario Moncada que dio lugar a Así pasan… el volumen en que el teatrista hizo un recuento semana por semana de todo lo que –con muy pocas omisiones– se había estrenado en ese tiempo, ubicando las fechas en su contexto histórico. Ahora, bajo la coordinación de David Olguín, aparece publicado por el Fondo de Cultura Económica y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Un siglo de teatro en México.

Se trata de una historia muy sui generis compuesta, a pedido de Olguín, por una serie de artículos debidos a diferentes escritores y colocados en un orden cronológico en que va fluyendo el acontecer teatral del siglo XX mexicano. Muchos de quienes fuimos convocados escribimos –o hemos escrito– crítica teatral para diferentes diarios y en algunos casos fruto de la experiencia personal de quien escribe. El posible rigor se basa en encontrar en esa dispersión de datos los necesarios para cada artículo y, si bien existen varias reiteraciones a algunos hechos teatrales (la mayoría en referencia al fundacional Teatro Ulises), el resultado general es de un volumen que se puede constituir en cimiento de futuras y más amplias historias de nuestro teatro, siendo su mérito mayor que recoge, examina y une lo que anteriormente se encontraba desunido y escrito en artículos, libros y ensayos sin mayor relación entre sí. Hay que señalar también que no sólo se estudian las obras dramáticas, sino el fenómeno teatral lo más completamente posible, lo que incluye dirección escénica, actuaciones y escenografías.

Después de la introducción del antologador, el volumen inicia con un artículo de Eduardo Contreras Soto en que analiza el acontecer teatral de inicios de siglo, cuando mucho de este acontecer partía de finales del XIX. El autor hace una amplia descripción de edificios teatrales, compañías principales –con énfasis en la de la actriz Virginia Fábregas– los principales estrenos de las primeras décadas y textos y dramaturgos importantes, marcando los diferentes estilos que privaban entre éstos. Alejandro Ortiz Bullé Goyre se ocupa del teatro de revista abarcando desde finales del siglo XIX hasta muy entrado el XX con gran seriedad documental y ubicando en el momento social y político cada uno de estos momentos, sin obviar alguna de las muchas anécdotas de la revista de las primeras décadas.

David Olguín escribe acerca del Teatro de Ulises, la aventura que emprendería un grupo de escritores y artistas plásticos bajo el mecenazgo de Antonieta Rivas Mercado y que, a pesar de la escasa resonancia que tuvo entre el público y la incomprensión de la crítica especializada, fue la semilla del teatro actual en nuestro país, porque presentó a grandes dramaturgos internacionales, eliminó la concha del apuntador y buscó nuevas maneras –muy cercanas a Stanilavsky– de que actuaran los improvisados actores, algunos de los cuales harían una carrera profesional después, lo mismo que directores como Celestino Gorostiza que tomaría la estafeta de la vanguardia. En este artículo, Olguín nos ofrece un delicado recuerdo de Clementina Otero –a quien llama Nuestra Bella Otero– ya muy mayor recitándole, en las ruinas de la casona de Mesones 42, el poema que su eterno enamorado Gilberto Owen le dedicara tiempo atrás, en uno de los mejores momentos del volumen. Otro personaje fundamental para nuestro teatro, Rodolfo Usigli, es estudiado por Flavio González Mello con énfasis en El gesticulador, pero sin obviar otras obras, a sus discípulos –narra la ríspida confrontación con Jorge Ibargüengoitia– y lo que el teatrista llama los herederos de Usigli por su exploración de los mecanismos del poder.