Opinión
Ver día anteriorViernes 10 de febrero de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El día del amor o del no encuentro
D

ulcinea en Don Quijote es el símbolo de los valores que estaban encarnados de la mujer medieval, a los que el hombre debe rendir pleitesía y el caballero andante poetiza a una aldeana de nombre Aldonza Lorenzo, la más alta princesa del mundo. Imagino que todo lo que digo es así y píntola en mi imaginación como la deseo y a la que llamó Dulcinea del Toboso.

Así, al mirar a mi Dulcinea no la veo en realidad, sólo un espejismo en que busco en esencia una clave del ser humano; la necesidad de amor a la madre nunca encontrada, desamparo original, y a partir de esa necesidad el comienzo del amor a mí. Origen que no es origen, porque no existe el origen, sólo huellas en la memoria, que se detienen y se rencuentran y nunca me revelarán la verdadera imagen de mí mismo, falseada buscadora de un origen, cuyo origen es el no origen.

Búsqueda desesperada de amor, nunca encontrado, deseo insatisfecho, preso en la soledad, que lleva a descubrir que mis percepciones al margen de que existas o no, sólo son contenido posterior de mi conciencia, que es interioridad, escritura interna, no verbal, producto de los sentimientos, que como radar trato de encontrar en tu inteligencia, atractivos, vibra, sexo, ser para ser yo mismo y salvarme de esa soledad que me asfixia y lleva a estimular la tendencia hacia ti, Dulcinea fantasmal a pesar de que te descubra en el fondo de mí mismo, junto al ansia de ternura, besos y caricias, el dolor, es decir, el no encuentro, el abandono. Deseo imposible de satisfacer que hace del amor, una palabra bonita, surgida hace 2 mil años, base del cristianismo, pero que choca brutalmente con nuestra incapacidad para encontrarnos, como lo demuestran socialmente las guerras, el terrorismo, el sadismo del superior al inferior y la necesidad de hacer prevaler mi necesidad sobre la tuya, entre otros procesos.

Eres Dulcinea lo otro referido no sólo a ti, sino a mi madre. Eres y no eres, sólo mi imagen, buscadora de satisfacción imposible. Deseo de perseverar mi propio ser a su vez inexistente. Sólo correr del tiempo. Deseo de ser otro, nostalgia de ti, enfermo de una incurable alteridad. Querer ser lo que no soy, porque mi ansia de ternura no es sino un anhelo de alteridad con el Quijote.

Eterna búsqueda sin posibilidad de encuentro. Descubrimiento real y trágico, tras aportar las engañosas máscaras (escritura interna) que habían descubierto nuestros antepasados aztecas, zapotecas, mayas… máscaras que encuentran otra máscara y nunca el original, con las cuales me enmascaro para no conocerme, pues al conocerme pierdo el misterio de mi enamoramiento, del que brota la sensación de tu ausencia, de no encontrarte, hacia la cual tiendo, a pesar de ser sólo apariencia, vago espejismo, producto de un esfuerzo desesperado por buscar un dolor, más dolor, base de la vida misma, anclada en las memorias, que no encuentro.

Todo amor es fantasía, irrealidad, conciencia posterior, nunca presente, de dejar el anhelo de ser solitario y se revele lo que llamamos intimidad, únicamente fugacidad del instante, y desaparece al descubrir que no existes, que eres irrealidad, pero al mismo tiempo realidad, representación de representaciones en la memoria, y representación ligada a otras representaciones, sólo pasado, historia sin origen, descubrimientos de imagen es la pantalla televisiva de sueños jeroglíficos. Soledad irremediable. Angustia inevitable de captar que eres parte de mí mismo. Uno y lo mismo. Tú y yo, creencia irracional de honda raíz, pero que sin ti la vida carecería de sentido. Así, a pesar de que no existes te amo. Dulcinea…te creo y recreo en ausencia (fort-da) freudiano.

Del fondo de mi origen y memoria surgiste vivamente y eres misterio y presencia y en el fondo ausencia, noche que la luz de la sombra borró, y desapareció, e impidió el paso de la palabra. Enamorado fiel y casto de Dulcinea en el fluir infinito de la espera y la memoria inasible. Mujer impersonificable e insustituible que pone en marcha un delirio inmóvil, lumbre de tus ojos que me incendiaron en delirio circular. Y es que la danza de la crueldad ritma esa descontrucción y una vez más se trata del lugar por encontrar en la cursilería del amor romántico la semana próxima, lo contrario del libro de libros; Don Quijote de la Mancha, novela en imágenes, jeroglífico a descifrar de ese imposible encuentro.