Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 19 de febrero de 2012 Num: 885

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
RicardoVenegas

Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova

Disparos en La Habana
José Antonio Michelena

“Soy lo que quise ser”
Mónica Mateos-Vega entrevista con Cristina Pacheco

Taibo II: El Álamo no fue como te lo contaron
Marco Antonio Campos

Traductores alemanes
en México

Raúl Olvera Mijares entrevista a tres voces

María Bamberg: memorias de una traductora
Esther Andradi

Consejos para una
buena traducción

Dickens, Galdós y
las traducciones

Ricardo Bada

Leer

Columnas:
Galería
Eugenio Scalfari

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Perfiles
Rodolfo Alonso

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Disparos en La Habana

José Antonio Michelena


Escenas de El infierno y Tropa de élite 2

El 33 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano celebrado en la capital cubana el pasado diciembre distinguió, de manera relevante, dos filmes centrados en la violencia, pero con focalizaciones diferentes, con discursos distintos, con estéticas diversas.

El infierno, del mexicano Luis Estrada, ganó el Primer Premio Coral en Largometrajes de Ficción y los premios de dirección artística, vestuario y música original; mientras Tropa de élite 2, del brasileño José Padilla, obtuvo el Premio Especial del Jurado y los galardones de dirección y edición.

Tropa de élite 2 (Brasil, 2010), retoma el sendero de Tropa de élite (2007), ambas tras las acciones del Batallón de Operaciones Especiales de la Policía Militar de Río de Janeiro (BOPE). Inmersa en la enrevesada madeja de violencia, corrupción policial, judicial y gubernamental que atraviesa el Estado, la película de Padilla está contada desde la perspectiva del coronel Nascimento, protagonista, héroe y conductor de una narración sin fisuras.

Montado sobre una analepsis la mayor parte del tiempo cinematográfico, el relato nos sumerge en el drama del protagonista, en conflicto con dos instituciones: la familia y la fuerza policial que dirige; ambas en máxima tensión colisionan en el punto climático.

El asunto es trillado en el cine y en la novela negra: el combatiente del crimen descuida sus obligaciones familiares y provoca una ruptura. Pero ya eso sucedió en la primera entrega de Tropa de élite. Ahora el coronel es un solitario empeñado en no distanciarse de su hijo Rafael y de protegerlo. También quiere proteger al capitán del BOPE, André Matías, quien al igual que su hijo va cometiendo errores que acentúan el conflicto.

Los errores de Matías funcionan como catalizadores de la trama y mueven los escenarios. Conducen a Nascimento a un cargo en el gobierno de Río como subsecretario de Seguridad, y al propio capitán hacia las filas de las Milicias, nido del paramilitarismo, puente entre la corrupción gubernamental, judicial y policial sostenidas sobre la violencia extrema en las comunidades. Sólo que Matías no lo sabe. Manipulado por los paramilitares, cumple la última función como personaje y su muerte precipita las acciones; es antesala del capítulo decisivo, el que fusiona las subtramas y los conflictos de Nascimento.

La resolución dramática, que implica la ejecución del villano mayor, el encarcelamiento de poderosos corruptos y la reconciliación del protagonista con su hijo y consigo mismo, incluso el epílogo –con el mensaje de Nascimento, según el cual, para que el corrupto sistema sea derrotado pasará un buen tiempo y más vidas inocentes estarán en peligro–, siguen el cauce de la narrativa de la violencia producida –fundamentalmente– en Estados Unidos. Rigurosa dentro de la estética por la que transita, Tropa de élite 2 demuestra, otra vez, que el cine latinoamericano es altamente capaz de expresarse con excelencia en esta filmografía y de hacer aportaciones temáticas, pues violencia y corrupción no faltan en la región.

Si Tropa de élite había mostrado la corrupción de la policía en las calles de Río y al interior de la cadena de mandos, Tropa de élite 2 mira hacia arriba, en escala macro, poniendo al desnudo todas las estructuras del poder, y la acusación final del protagonista queda gravitando sobre el sistema sostenido en la violencia.

Corrupción y violencia en el poder marcan la pauta igualmente en El infierno (México, 2010), pero si antes estábamos ante un filme que se expresa desde los códigos del drama de acción, del thriller, con un enfoque realista, la película de Luis Estrada hace una representación paródica de esos elementos, explota la ironía y el humor negro, construye una sátira socio-política.

Cuando la realidad es un absurdo, su representación tiene que ser paródica, irónica, satírica. Si es irracional, grotesca, hay que acudir al humor corrosivo, a la mueca, para transitarla. La parodia enmascara el espacio, el tiempo, los referentes históricos, los revisita en un disfraz. La burla y la revisión son versiones de la subversión, han dicho los teóricos del postmodernismo.

El infierno comienza con una descolorida postal, un páramo al que regresa el protagonista veinte años más tarde. “Vine a este pueblo porque aquí dejé a mi madre y a mi hermano”, sugiere la imagen de Benny, como en el clásico de Rulfo.

La crónica de Benjamín García, su tránsito por el caos, está contada en imágenes repletas de intertextos, con una densidad referencial que apenas puede ser aprehendida en una sola visión. En su nutrido corpus de referentes están lo humano y lo divino: Dante, la Biblia y una diversidad inagotable nos hacen guiños en cada escena. Cuando Benny visita a la “sagrada familia” Reyes (José, Jesús y María) en su “paraíso”, en la pared, por encima del discurso farsesco del patrón, entrevemos al Papa y a una multitud de figuras que globalizan el espacio y comparten un sitio de diálogo con el criminal.

Curiosamente, la muerte que recorre las escenas del filme, los cadáveres que se van amontonando, no causan terror en el espectador, porque se perciben como esperpentos. Y acaso sea ése uno de los méritos de una estética que no discurre por los pautados senderos del cine de la violencia, aunque tampoco es la violencia estetizada de Lars von Trier. Estrada construye el tratamiento de la violencia y la muerte desde su propia identidad.

El proceso de denuncias, encarcelamiento y ajuste de cuentas en Tropa de élite 2 se corresponde con el apocalipsis desatado por Benny, quien arremete contra todos los poderes reunidos en El infierno y, mientras el epílogo de la primera culmina con un pronóstico de más violencia en el futuro, su similar en el filme mexicano presenta al “Diablito” rindiéndole culto a sus muertos y su regreso anticipa venganza y muerte. También la lápida de Benny envía un mensaje cifrado en una fecha, una metáfora que resume los propósitos temáticos del filme, el último golpe para ganar el combate cinematográfico.