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La grilla, el jaloneo y las tensiones continuaron en la designación de candidaturas

“Encuesta sí, dedazo no”, de los principales reclamos durante el cónclave del sol azteca

Si AMLO impone nombres en las listas es autoritarismo; si lo hacen jefes de tribus es contrapeso

 
Periódico La Jornada
Lunes 20 de febrero de 2012, p. 12

Si los reporteros hicieran caso de todos los perredistas que se acercan para decirles que tienen una candidatura en la bolsa, no alcanzarían las 500 diputaciones federales y quizá tampoco todos los demás cargos en disputa.

Van a dar las ocho de la noche del domingo. En la sede del consejo nacional unos conversan en grupitos, otros dormitan y unos más, de plano, juegan baraja. La grilla, el jaloneo, las tensiones que han tenido sin sueño a los integrantes de la Comisión Política Nacional perredista suceden en los restaurantes y hoteles cercanos. Cada tribu en el suyo, claro.

Desde mediodía se informa que ya se redacta el dictamen que se someterá a votación, pero la hora de presentarlo nomás no llega.

Habrá que ver las listas finales, pero si las negociaciones desembocan en un retrato de la correlación de fuerzas del actual Consejo Nacional, Andrés Manuel López Obrador será el candidato presidencial con menos legisladores afines entre las fuerzas que lo apoyan.

Es curioso que quienes en las mismas filas del PRD siguen viendo a López Obrador –se han tragado su candidatura, pero siguen sin tragarlo– como un caudillo autoritario nada digan de que casi no pueda meter mano en la definición de aspirantes.

Si López Obrador impone nombres en las listas, es autoritarismo. Si lo hacen los jefes de las corrientes, se llama contrapeso.

“No hay nada nuevo. Cuauhtémoc Cárdenas tenía que negociar con las corrientes que le dejaran unos cuantos lugares en las listas pluris para su gente de confianza”, dice un perredista de los memoriosos.

Al hotel donde deliberan los chuchos llega al anochecer Ricardo Monreal, coordinador general de la campaña de López Obrador. Dicen que vino con una propuesta salomónica, de mitad para cada bloque, y que sólo alborota el avispero. Le echan candela:

Dicen que Andrés mandó decir: Yo les voy a dar votos, así que quiero candidaturas.

Que se haga la encuesta en las mulas de mi compadre

Las pistas de negociación son múltiples: 1) Cada corriente perredista internamente; 2) corriente unas con otras en busca de acuerdos en la ruta de posibles planchas para vencer a las demás; 3) fintas y amenazas de y con los partidos aliados (del Trabajo y Movimiento Ciudadano), pues según el convenio de la coalición Movimiento Progresista, las candidaturas deben ser convenidas en común, con excepción del 15 por ciento de los distritos que los perredistas se reservaron; 4) con el Morena y una lista de López Obrador (que los perredistas dicen no haber recibido jamás).

El PRD identificó 110 distritos competitivos. Mandó a hacer encuestas en 86. Todas las tribus acordaron método y casas encuestadoras. Cuando recibieron y comenzaron a presentar los resultados de los estudios de opinión la bronca arreció.

“Ganaron los nuestros en la mayoría, por eso los chuchos se levantaron de la mesa”, dice un dirigente de los bejaranistas. Del otro lado dicen exactamente lo contrario.

Que se hagan las encuestas en las mulas de mi compadre, explica el enredo, no tan en broma, Gilberto Ensástiga, de la Comisión Política Nacional.

En un partido en el cual los absurdos suelen ser norma, se dan casos curiosos. Que el líder de una corriente con intereses en dos delegaciones, ponga usted Armando Quintero, exija encuesta en una y se oponga a ella en otra.

Hasta las corrientes se dividieron, algunas llevan tres candidatos en la misma delegación, están dilapidando su capital político. A ver si no terminan estrellando la joya de la corona, dice, sin perder su sonrisa santaclós, el ex jefe de Gobierno Alejandro Encinas.

Las consignas de Lobo

La joya. Sin duda, el padre de todos los pleitos ocurre en el Distrito Federal, la única entidad del país que gobierna plenamente el PRD (si no se mete con calzador al guerrerense Ángel Aguirre).

Desde el viernes, las sedes de las reuniones perredistas son un desfile de protestas de unos contra otros, donde se lanzan epítetos que cada vez menos enderezan contra sus adversarios del PRI o el PAN.

Las huestes del porril delegado de Gustavo A. Madero, Víctor Hugo Lobo, ya tienen experiencia. Hace unos meses reventaron la elección interna en el DF, vía la toma del mismo edificio al que llegan este fin de semana, con la siguiente como su principal consigna política: ¡Chiguil, chinga tu madre!

El ex delegado Francisco Chiguil, único pagano del crimen del News Divine –muchos otros no fueron tocados ni con el pétalo de una recomendación de derechos humanos– es acusado a gritos de asesino y lo retan a que salga. Sale, rodeado de algunos de los suyos. Le llueven mentadas, botellas e incluso, dice divertido uno de los lobos, agüita de riñón.

Los colonos y vendedores ambulantes traídos en microbuses desde Cuautepec, San Felipe y anexas son, eso sí, disciplinados. Le remientan la madre a Chiguil, pero se calman cuando sus líderes les hacen señas.

Durante los tres días, sin embargo, es mayor el número de manifestantes que la emprende contra Marcelo Ebrard, el jefe de Gobierno capitalino, a quien dirigentes de los grupos acusan de querer despacharse con la cuchara grande sin tener fuerza propia (en el último reparto de consejeros le tocaron sólo tres de los 64).

En la guerra del DF resaltan algunas novedades.

Nueva Izquierda, que con la salida del grupo de René Arce quedó reducida a una presencia simbólica, ve en la falta de acuerdos en el DF la oportunidad para meter la mano en el bastión amarillo. Algo así como: si no nos abren espacio aquí, los planchamos en el resto del país.

El otro ingrediente es la actitud resuelta del camachismo-ebrardismo, que busca arrebatar a los grupos tradicionales el mayor número posible de posiciones. Claro, Iztapalapa en primer lugar. La historia de Juanito y Clara Brugada es hiperconocida. Unos dicen que de no haber entrado López Obrador a la contienda, Iztapalapa sería ya la primera delegación peñanietista del DF. Pero lo que siguió fue una jefa delegacional amarrada de manos por Ebrard y por las limitaciones propias y de su equipo.

De modo que Martí Batres se subió de última hora para complicarle el escenario a Jesús Valencia, el hombre del maletín de Ebrard. Líderes de varias corrientes coinciden en que Ebrard no soltará Iztapalapa ni de chiste. El problema es cómo compensar a Martí, y nadie quiere cargar con él, afirma un cercano al jefe de Gobierno.

Mientras las listas van y vienen en los salones de los hoteles, con tachones y enmendaduras, siguen marchas y contramarchas, con sus consignas a granel. Los observadores no se pusieron de acuerdo en cuál fue la que mejor define el momento histórico del perredismo. Unos dicen que sin duda la más gritada a las afueras de las sesiones: ¡Encuesta sí, dedazo no! Otros prefirieron la escrita a mano en un cartel que el sábado sostenía un hombre joven. Era de apoyo a un aspirante, a saber cuál, pero también decía: La izquierda intenta ser aniquilada.