Opinión
Ver día anteriorViernes 24 de febrero de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Justicia por venir
D

on Pablo González Casanova y un grupo de la red de intelectuales en defensa de la humanidad, así como don Haroldo Díes y otros más han levantado una enérgica protesta contra el Tribunal Supremo del Estado Español, que simboliza las perspectivas de la dictadura franquista, los sectores falangistas que lo apoyan hoy día y las redes de corrupción del gobernante Partido Popular, puestas al desnudo por el juez.

Todo lo anterior me llevó a recordar el artículo y después libro de Jacques Derrida sobre los Espectros de Marx. Aprender a morir, aprender a vivir, éstas fueron prácticamente las últimas reflexiones del connotado y controvertido filósofo francés. Su propuesta, la deconstrucción, es en sus propias palabras lo siguiente:

Se trata de poner en evidencia todas las piezas que componen un edificio quitándoles el cemento… no toleramos que nos confronten con la muerte, la finitud, la indefensión y la verdad. Preferimos fórmulas edulcoradas que mantengan nuestro narcisismo y omnipotencia a flote.

Jacques Derrida reflexiona que se negó a ello y rechazó la metafísica logofonocéntrica de la cual se derivan muchos graves problemas que hoy vive y vivió la humanidad: corrupción, hambruna, delincuencia, deshumanización y terrorismo. Revisó y conoció a fondo la obra de sus brillantes predecesores; desde los griegos hasta los contemporáneos, y de ellos, al más cercano, Martin Heidegger. Pero fue más allá y llevó la crítica hacia la filosofía e incluso al sicoanálisis con un fondo, valga la palabra compuesta, deconstructivo-constructivo.

Lanzó retos a ambas disciplinas, que aún quedan en el aire esperando a ser retomados. Pero no hay mucho tiempo, la crueldad, enfermedad de nuestro tiempo y madre de muchos de los desastres que estamos viviendo, fue un tema que le ocupó y preocupó, y en uno de sus textos incita al sicoanálisis a seguir esa línea de investigación.

Así, Baltasar Garzón, el juez español, fue expulsado de la carrera judicial con lujo de crueldad. Esa crueldad que no derrama sangre pero que castra de por vida. Lo que llamamos aprender a morir que en el juez será aprender a vivir. Es ejemplo de lo que sucede en España.

Para Derrida, desde Platón sigue la vieja injunción filosófica: filosofar es aprender a morir. En dicha entrevista se centra prácticamente en el texto Espectros de Marx, que es piedra angular de su obra dedicada fundamentalmente a la cuestión de una justicia por venir. Allí escribió: Alguno, usted o yo, avanza y dice; yo quisiera aprender a vivir al fin. Aprender a vivir tendría el significado de aprender a morir, y a tomar en cuenta, por aceptarlo, la mortalidad absoluta (sin salud, ni redención, ni resurrección), ni para el sí ni para el otro. En lo que sí creía es que por lo que tenemos que trabajar, y apuntan muchos de sus textos es que en lugar de tanta injusticia social, tanta violación de los derechos y tanta crueldad por parte de dirigentes y políticas opresivas y crueles, pudiésemos optar por una vida digna de ser vivida. Por tanto, en mi opinión, creo que debemos hacer trabajar al espectro y la obra de Derrida en una forma verdaderamente exegética.

Todas estas reflexiones sobre la incapacidad de aprender a morir, aparecen porque los jueces que condenaron al juez Baltasar Garzón actuaron movidos por tan deplorable crueldad. Así, un español en México, un endocrinólogo, Haroldo Díes lleno de dolor se dirigió a los jueces de la Segunda Sala de lo Penal del Tribunal Superior de España. Permítaseme reproducir su carta a los magistrados, que habla de la indignación y el enojo sufridos por él y los que así piensan.

“El 9 de febrero de 2012, cuando en México se cumplían 99 años de la Decena Trágica, la Sala Segunda de lo Penal del Tribunal Supremo de España condenó al Ilmo. Sr. Don Baltasar Garzón Real ‘por delito continuado de prevaricación judicial y delito cometido por funcionario público de uso de artificios de escucha y grabación (…) a once años de inhabilitación especial para el cargo de juez o magistrado, con pérdida definitiva del cargo que ostenta y de los honores que le son anejos’. Para más INRI, al acusado Baltasar Garzón se le condenó ‘a la pena de multa de 14 meses con una cuota diaria de seis euros (o sea 2 mil 520 pesos) y al pago de las costas procesales, incluso las de las acusaciones particulares. Lo que será ratificado este jueves 23 de febrero en el pleno del órgano de gobierno de los jueces.

“En ese día triste y frío de febrero, el Tribunal Supremo de España decidió ofender y traicionar a la justicia y, de paso, ‘violar principios cuidadosamente almacenados y derribar de su cima a la moral’ (poema de Wislawa Szymborska). O cuando don Tomás Segovia recién fallecido nos enseña que la justicia no es patrimonio del poder judicial sino de la sociedad.

“En ese día aciago de febrero –escribe Haroldo– los verdaderos prevaricadores, Luciano Varela y Manuel Marchena, se aseguraron un lugar junto a Franco en el basurero de la Historia. No espero que alguien, degenerando, pueda llegar a superarles. ¡Qué pena siento por España!, con Camps suelto, con Rajoy obedeciendo los mandatos del Mercado y con la Justicia bastardeada por el pequeño Varela, el avieso Marchena y sus secuaces. Tan pervertida está la naturaleza de estos jueces que parecen que Circe los hubiera apacentado.

¡Algún día nazca la Tercera República y volverá la decencia a España!

En espera de una justicia por venir en la España de siempre.