Opinión
Ver día anteriorDomingo 26 de febrero de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La destrucción mercantil de la literatura
G

uadalupe Rodrigues es una joven profesora de origen guatemalteco que ha terminado un manuscrito de 600 páginas titulado Mito y literatura. Es una investigación de cinco años realizada en una universidad norteamericana, pero es también un estudio poético sobre lo que llama cinco obras clásicas de la literatura latinoamericana del siglo XX. Su análisis literario es expansivo: en lugar de aplicar interinamente modelos interpretativos fabricados a partir de la literatura europea y norteamericana, o filosofemas prediseñados por la máquina académica y el mercado cultural globales, analiza una serie de obras literarias maestras latinoamericanas a partir de sus vínculos lingüísticos, simbólicos y religiosos con las culturas originales de las Américas: Juan Rulfo y José María Arguedas son los modelos hermenéuticos que estudia la profesora Rodrigues.

Pero a partir de estas raíces –que el racismo letrado hispanoamericano ha condenado como indigenismo desde el día cero de la conquista hasta la noche del boom mágicorrealista– Mito y literatura construye un diálogo soberano con la literatura mundial (en el sentido que Weltliteratur tuvo para Goethe, no en el sentido de las ferias internacionales de la industria del libro). Diálogo espiritual, filosófico y estético entre obras literarias maestras como Yo el Supremo, de Augusto Roa Bastos, el Grande sertão, de Guimarães Rosa y, del otro lado de una impuesta frontera académica y comercial, la poesía de los Vedas, la filosofía revolucionaria de Sade, el mito de Fausto o la conciencia escindida en la obra dramática de Shakespeare. Mito y literatura es, además, un análisis literario feminista. Una clase especial de feminismo que tampoco coincide con las semióticas de género de la máquina académica global. Guadalupe Rodrigues es feminista porque establece la continuidad de la memoria religiosa y literaria entre los cultos, los mitos y los símbolos de la Madre Tierra en las religiones populares e indígenas de América, y sus expresiones literarias y artísticas modernas.

El objetivo de Rodrigues es reconstruir la obra literaria como un universo simbólico por derecho propio, en conflicto y contienda con la disolución semiológica de la obra literaria en las redes intertextuales lingüísticamente indiferenciadas de la producción académica e industrial de fiction y creative writing. Esta dimensión crítica de su análisis con respecto al establishment estructuralista de las Humanidades la ha pagado al precio de su censura académica. Su rechazo de la reducción comercial de la literatura ha estigmatizado su perspectiva hermenéutica con otros males.

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Problema poético y político. Dilema de una literatura nacional o regional latinoamericana en conflicto con una lógica corporativa que conlleva la disolución de las expresiones culturales a los lenguajes y formatos de la máquina académica y a una redefinición mercantil y burocrática de la cultura. La posibilidad teórica de una literatura clásica moderna latinoamericana (o de una música y una arquitectura modernas y clásicas, y de una estética clásica y moderna en la pintura, de Villa-Lobos y Niemeyer a la pintura de Francisco Toledo) es anatema para los aparatos globalizados del latinoamericanismo y sus repetidores locales. Pero el ataque es también estético. Ataque de la vanguardia del espectáculo cultural contra la literatura como obra de arte y medio de reflexión y resistencia. Pero antes concluir esta crítica del espectáculo tengo que terminar el relato.

Guadalupe Rodrigues envió el manuscrito de su libro a una editorial española, una de las más agresivas en cuanto a su penetración comercial en América Latina: “La interpretación que propone de esos clásicos de la literatura latinoamericana me ha parecido realmente brillante y llena de tantas intuiciones y sugerencias que sin duda incitan a releer estos libros con otros ojos…” –fue la generosa respuesta de su agente literario. El mensaje seguía más adelante con un veredicto: “Me temo que fuera de los departamentos universitarios, poca gente sabe ya quién es Mário de Andrade o Guimarães Rosa, y empiezo a tener dudas hasta con Juan Rulfo. Por tanto, un extensísimo ensayo dedicado a reinterpretar sus obras nos resulta muy difícil de asumir hoy por hoy…”

La anécdota es reveladora de muchas cosas. Una de ellas me parece urgente: la lógica empresarial de la producción industrial de literatura confluye y coincide con la reducción estructuralista de la obra literaria a una intertextualidad sin conciencia, vaciada y exenta de toda profundidad. Bajo este principio uniformado Mário de Andrade o Juan Rulfo no poseen un valor en sí mismos: ni como soporte comercial, ni como reflexión intelectual. Son textualidades semióticamente interconectadas en redes de signos atravesadas por un valor monetario. Por eso tampoco es necesaria su interpretación. De hecho, ya no se lee hermenéuticamente la literatura en el sistema de administración académica global del conocimiento: se hace sociología y deconstrucción textual. La experiencia poética, el conocimiento mitológico y simbólico, la reflexión existencial y filosófica no tienen lugar en la cultura comercialmente administrada.

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Los titulares que inflamaron la máquina académica global de las décadas recientes invocaban hasta la náusea la letanía de postsujetos y transujetos, de intertextualidades, hipertextos y social-texts. Bajo su signo se ha disuelto la reflexión humana en cualquiera de sus formas artísticas e intelectuales, en provecho de la producción industrial de realidades virtuales globales y la transfiguración hologramática del ser en la trascendencia electrónicamente vigilada del espectáculo. Esta visión entusiasta, que la vanguardia estética postmodernista reivindicaba como el último grito de una libertad prêt-à-porter, es hoy la pesadilla de una destrucción en tiempo y espacio reales de tejidos sociales, tradiciones intelectuales y artísticas, y vínculos humanos de solidaridad.

La liquidación comercial y académica de la literatura es sólo un aspecto del proceso vertiginoso de disolución de la experiencia humana y de la realidad. Una masa global de decenas de millones de humanos es eliminada militar, económica y semióticamente en los campos de exterminio definidos por la racionalidad corporativa, las epistemologías tecnocientíficas, los poderes financieros trasnacionales y los medios globales de comunicación. La trivialización de los lenguajes cotidianos en las retóricas del espectáculo democrático o en la industria literaria, la manipulación gramatológica e iconológica de reflexión humana, y la fragmentación y degradación educativas son precondiciones de este proceso regresivo de la civilización humana. Y uno de los temas por los que deben comenzar la crítica y regulación de este proceso regresivo.

Eduardo Subirats es autor de El continente vacío, La existencia sitiada y Proceso a la civilización, es profesor en New York University