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También gana en Arizona, pero Gingrich, Santorum y Ron Paul siguen en la batalla

Cerrada victoria de Romney en las elecciones primarias en Michigan

El Partido Republicano, dividido entre conservadores, ultras y populistas de derecha del Tea Party

Los líderes, preocupados porque la candidatura a la presidencia de EU la gane un fundamentalista

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Mitt Romney, ex gobernador de Massachusetts, celebra al lado de su esposa, Ann, el triunfo en las primarias celebradas ayer en Michigan en la carrera por la candidatura republicana a la presidencia estadunidenseFoto Reuters
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 29 de febrero de 2012, p. 34

Nueva York, 28 de febrero. La contienda republicana para seleccionar al candidato presidencial que enfrentará a Barack Obama en las elecciones de noviembre continúa estancada entre Dios, multimillonarios y la guerra de clases; provoca sorpresa (y angustia) entre líderes republicanos que aún no haya un favorito entre un elenco que no logra aglutinar a la mayoría de las bases del partido.

Hoy el ex gobernador Mitt Romney logró una muy cerrada victoria en Michigan y triunfó en Arizona con el respaldo de los famosos políticos antimigrantes de ese estado, según las proyecciones. Pero que la contienda haya sido tan difícil en Michigan para Romney, su estado natal y donde su padre fue gobernador tres periodos, sólo mostró la debilidad de quien se suponía ya tendría un candado sobre su nominación como el candidato presidencial republicano.

Poco quedó definido al alargarse esta contienda (Romney y la cúpula política de su partido suponían que a estas alturas ya tendrían un candado sobre la nominación), en la que además de estos dos contendientes también siguen en la batalla el ex líder de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, y el libertario representante federal texano Ron Paul.

No convencen a las bases

Ninguno de los ahora cuatro precandidatos ha logrado convencer a las bases de lo que parece un Partido Republicano fragmentado entre conservadores, ultraconservadores y populistas de derecha vinculados con el movimiento insurgente Tea Party.

Romney, ex gobernador de Massachusetts, multimillonario (con una fortuna personal calculada en 250 millones de dólares) ha luchado para convencer a algunos sectores de que es un conservador extremo, ante sospechas de que en verdad es un liberal del noreste. Está perdiendo esta batalla. En una nueva encuesta del Washington Post/ABC News registra un desplome de 14 puntos en el apoyo de los más conservadores de su partido, y ahora es percibido positivamente sólo por 38 por ciento de éstos. También ha batallado para superar el obstáculo de su fe (es mormón) ante sectores fundamentalistas cristianos que consideran al mormonismo un culto.

Pero tal vez el problema más grave de Romney es ser tan rico y no saber cómo ocultarlo en medio de una campaña electoral que se realiza en los escombros de la peor crisis económica desde la Gran Depresión. Esta semana, al tratar de conectar con la gente común en Michigan, sede de la industria automotriz de Estados Unidos, Romney dijo que tenía un viejo Ford Mustang, y mi esposa, de hecho, tiene dos Cadillac, el auto de lujo. Se dio cuenta más tarde de que eso ya era identificarse como muy rico en un estado devastado por la crisis económica. Cuando acudió a un evento de carreras de autos NASCAR en Daytona, le preguntaron si era fanático de ese deporte y contestó que sí, que incluso conocía a varios dueños de estos coches. Los fanáticos suelen ser blancos de clase obrera, no los dueños multimillonarios de esos equipos.

En otro momento, hace unos días, ya desesperado por tener que pretender que no es tan rico, declaró sobre lo que motiva tanto enfoque entre los súper ricos y los demás: “pienso que se trata de envidia… creo que se trata de guerra de clases”. Guerra de clases es justo lo que casi todos los republicanos responden cuando aparece el tema clave de la desigualdad económica en este país. El analista demócrata Paul Begala bautizó esto como el problema María Antonieta de Romney.

Por su parte, Santorum recuerda que su padre era minero y busca distinguirse de Romney como alguien que sí puede conectar con la gente común. Pero sobre todo, tiene el apoyo de un amplio y muy activo sector dentro de su partido: es percibido favorablemente por 60 por ciento de los más conservadores, y así, la alternativa a Romney. Sus posiciones nutren este tipo de apoyo al pronunciarse férreamente contra el aborto y el matrimonio gay, contra los inmigrantes indocumentados y por sus continuas alertas sobre la amenaza socialista que proviene de la Casa Blanca. Recientemente repudió y calificó de snob la propuesta de Obama de que todo estadunidense tenga oportunidad de educación superior, con el argumento de que no todos aspiran a ir a la universidad, cuestionó el papel federal y estatal en la educación pública, y afirmó que los valores religiosos deben guiar a un presidente. De hecho, provocó gran revuelo su denuncia del famoso discurso del primer y único presidente católico, John Kennedy, quien afirmó que debe existir una absoluta separación entre Estado e Iglesia. Santorum dijo que cuando leyó ese texto casi vomité, y afirmó que sí debería haber una separación, una en la que el Estado jamás se mete en asuntos religiosos.

Para la cúpula establecida del partido, que Santorum llegue a ser el candidato es alarmante, justo por sus posiciones sobre temas sociales y su fundamentalismo que temen llevaría a una derrota segura en la elección general. Aunque no ganó hoy, sí obtuvo más delegados en el sistema proporcional de algunas de las primarias como el caso de Michigan.

Pero mientras Romney ha conseguido el respaldo de buena parte de la cúpula republicana en los estados y a nivel federal, líderes y corrientes locales buscan a alguien más. Gingrich, que también compite con Santorum para ser el campeón conservador, ha logrado algunos triunfos en elecciones primarias, pero ha perdido en otras y, de hecho, decidió no invertir mucho capital financiero o político en las primarias de hoy. Pero además de su débil flanco por escándalos relacionados con sus dos matrimonios, maniobras financieras algo engañosas y más, Gingrich aún desea sorprender al enfocarse en las contiendas programadas en 10 estados el 6 de marzo, el llamado súper martes por el número de delegados en juego.

Ron Paul, un político que a veces no comparte las posiciones establecidas por su propio partido –opositor a la guerra en Irak y otras aventuras bélicas en el mundo, quien afirma que la guerra contra las drogas es un fracaso total, se opone a bardas y militarización de la frontera, opositor del TLCAN– también promueve las posiciones tradicionales de ese partido como reducir la regulación gubernamental de libre mercado y desmantelar el estado de bienestar. Aunque se suponía que nunca podría ganar, llegará con suficientes delegados a la convención para promover sus posiciones, si no es que apoya una candidatura independiente.

Ante el impulso de Santorum y la debilidad de Romney se intensifica la especulación sobre si la cúpula republicana promoverá un nuevo precandidato ante un elenco tan poco convincente. Ahora, muchos estrategas electorales pronostican que esta pugna entre los republicanos se podría alargar hasta concluir las rondas de elecciones primarias en cada estado en junio y que la disputa podría no resolverse hasta antes de la convención nacional del partido en agosto, donde se corona el eventual candidato presidencial.